El lago camposanto

Eres un lago eterno de frescura.
Sin ahogarme en ti puedo naufragar.
Me llenas, me rodeas como un mar
templado; inmensa y plácida figura.

Me reflejo en tu líquida hermosura,
bálsamo rico, tú puedes curar
del monótono sentido de estar
buscando en esta vida la cordura.

Pero así es suficiente: loco, amante
de un lago sin final, lleno de vida
y que llena la mía con talante.

Lago eterno infinito que en ti quiero
morir, que no me importa si me olvida
el mundo mientras dentro tuyo muero.

Iraultza Askerria

A las llagas de la memoria

Yo, situado a unos metros del escenario, podía vislumbrar a los músicos y a la mayor parte del público: jóvenes rostros que sacudían la cabeza y el cuerpo con el alegre vaivén de la festividad cotidiana. Aquello parecía una reunión familiar, una íntima ceremonia, el casamiento entre la libertad y la noche que se habían amado durante siglos enteros, y que ahora se desposaban bajo un rocío de voces privilegiadas que cantaban al unísono.

Y entonces la vi.

Justo cuando terminó la canción, la vi.

Vi venir su imagen hacia mí como un huracán súbito e imparable, como el brazo irrefrenable de un maremoto, como la sacudida rabiosa de un catastrófico seísmo. Fui arrastrado a las llagas de la memoria, donde todo lo penetrante produce un profundo dolor en el espíritu y en el corazón, muy lejos del pasajero estremecimiento sentido apenas por la mente.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

Desnudándose

Me dio la espalda.

Luego, se desprendió de la camiseta naranja.

Yo ni siquiera aparté los ojos…

Se desnudó… despacio, con soltura pero despacio, dejando la prenda sobre el escritorio y manteniendo el cuerpo erguido en toda su altura, señorial. Tenía el cabello recogido en una serie de bucles que descendían por detrás de sus hombros. Pude ver la espalda en toda su magnificencia. Se me reveló la piel de seda un deseo inextinguible que me arrancaba la respiración; el corazón ya había sido arrancado tiempo atrás. Era tan hermosa, tan perfecta… Su piel morena, sus hombros menudos, su cintura estrecha…

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

El aroma del whisky

De esta forma, Magdalen escanció cuatro copas del licor escocés. Su transparencia odorífera resplandecía con un color vivo y ambarino, como un cristal de oro diáfano. La cálida fragancia de su cauce convertía la atmósfera en un vergel de rosas, embriagadoras de la mente. Su poder aromático podía extenderse por todo el aire, evolucionando en el ambiente, suprimiendo los restantes olores que pudiesen eclipsar su exclusivo perfume a alcohol.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

La casa del faraón

Templo de Ramsés II - Abel Jorge

La memoria del Antiguo Egipto se ha mantenido viva hasta nuestros días gracias a dos de sus entidades más representativas: las pirámides y los faraones. De las primeras aún queda la imborrable edificación en honor a Keops, que en la meseta de Guiza se alza majestuosa como la última de las Siete Maravillas del Mundo Antiguo. Entre los segundos, cabe destacar a Tutankhamón, el faraón niño; al longevo Ramsés II, gobernante de Egipto durante 67 años, y a la hermosa Cleopatra. Esta última, sin duda, la reina más famosa de la historia.

La raíz etimológica

Como bien es sabido, la palabra “faraón” se utiliza para designar a los monarcas que gobernaron en el Antiguo Egipto, desde el faraón Narmer (Menes) alrededor del 3050 hasta la reina de origen griego mencionada anteriormente, quien dirigió el país africano hasta el año 30 a.C.. Aunque no se puede precisar con certeza debido a la pérdida de referencias contemporáneas, el número total de faraones durante esos tres mil años puede haber superado la cifra de trescientos, dividida, al menos, en una treintena de dinastías.

Sin embargo, a pesar de tan larga historia, el pueblo egipcio no empezó a utilizar el término “faraón” hasta el siglo XIV a.C., durante el reinado de Amenofis III. Por tanto, rígidamente hablando, éste fue el primero de los faraones egipcios.Entrando de lleno en la etimología de la palabra, “faraón” deriva del latín “pharaon”, éste a su vez del griego “paraoh”, que proviene del hebreo “paroh”. Fueron los hebreros quienes adaptaron la palabra egipcia original, que se transcribe como “per-aa”.

El significado de la palabra

Siguiendo el esquema lógico, el significado de “per-aa” debería ser “rey”, “monarca” o “majestad”. No obstante, nada más lejos de la realidad: significa “casa” [per] “grande” [aa]. Esta “gran casa” no era más que el palacio donde vivía el faraón, a quien se mentaba utilizando la personificación de su propia vivienda.Esta actitud, no debe parecernos extraña. Generalmente, el pueblo, y especialmente un pueblo tan religioso como el egipcio, consideraba al monarca una figura divina, relevante, suprema, que se encontraba por encima del individuo común. Por consiguiente, los egipcios utilizaban la metáfora de “gran casa” para referirse al rey de Egipto, del mismo modo que nosotros utilizamos fórmulas como “Su Majestad”.

Distintos vocablos, mismo sentido

Además, cabe señalar que en la sociedad moderna actual existen sutiles paralelismos con esta curiosa etimología del monarca egipcio, comola Casa Blanca, que frecuentemente se utiliza para simbolizar al presidente estadounidense o a su gobierno. Otro ejemplo, se puede encontrar en la innecesaria e infructífera monarquía del Reino de España: el Palacio de la Zarzuela, que en multitud de ocasiones, personifica a toda la familia real. En la práctica, este modelo de “vivienda-gobernador” se repite en otras tantas instituciones.

En definitiva, aunque pueda parecer curioso el verdadero significado de la palabra “faraón”, no debe extrañarnos de ninguna manera. Así como los reyes y monarcas sucumben ante el beso de la muerte, sus moradas pueden permanecer en pie durante siglos, trascendiendo al propio nombre de sus anfitriones.

Iraultza Askerria

Una vida de satisfacción

Leví se inclinó sobre la barra, colocándose el rulo en el interior de la nariz. Aspiró la cocaína. La línea de nieve se evaporó ante su olfato con una celeridad desbordante.

Echó la cabeza hacia atrás, mientras absorbía largas bocanadas de aire y un delicioso estremecimiento atravesaba su alma. Sintió un rayo de luz filtrándose entre sus latidos y un cúmulo de energía verterse sobre el cauce de su pensamiento. En los ojos, un resplandor de fuego aumentó el grosor de las pupilas, incendiadas por chispas de humo.

Al cerrar los párpados, se bosquejó en su cerebro un edén de pensamientos, una dicha de anhelos, una vida de satisfacción.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

Lejos de la realidad

Ella tenía los ojos cerrados. Él también. Los dos habían naufragado en el océano de los gemidos agudos, de las palpitaciones aceleradas, de los suspiros fatigados, de las ilusiones eróticas. Cualquier vestigio de otros pensamientos se había suprimido.

Habían naufragado en el océano de la sexualidad.

Emitiendo hechiceras exclamaciones, María lanzó la cabeza hacia atrás. El mundo se hundía con ella. Se desataba de la realidad para atarse al edén del cuerpo, de la piel, del contacto, de la lascivia. Mientras ellos hacían el amor, el resto del mundo había desaparecido, enterrando su existencia muy lejos de la verdad.

Ellos eran la única certeza, sus gemidos el único aire, la saliva el único agua, sus labios el único alimento. La mujer era la única Eva y el hombre era el único Adán.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

Los ojos azules

Pero al alzar los ojos y encontrarse con los otros, su voz se
tildó repleta de incertidumbre e indecisión. Descubrió,
extrañamente pesarosa, que en la profundidad de aquellos ojos
azules, de aquellas cuencas repletas de fortuna y perfección,
temblaba un estigma grave y horrible; temblaba inmóvil por el
pánico.

Era ciego.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

El amor de Casagemas, la inspiración de Picasso

La última vez que Pablo Ruiz Picasso visitó Málaga, su ciudad natal, fue en las navidades de 1900 a 1901. En esta ocasión, no viajaba a la capital con su familia. Tampoco parece que tuviera muy buenas relaciones con los parientes de la ciudad debido a su carácter bohemio; recordemos que en aquel momento tenía diecinueve años y todo la vida por delante. Su acompañante en este último periplo a su tierra natal fue Carlos Casagemas.

De la misma edad que Picasso, ambos se habían conocido en Barcelona en el año 1899, donde compartieron estudio y visitas a los burdeles de la ciudad. Los dos eran jóvenes promesas de la pintura, jóvenes artistas. Sólo uno de ellos, llegaría a consolidarse como tal, empero.

Se hicieron inseparables amigos, no sólo por su vocación artística, sino también por su personalidad aventurera. A finales del siglo XIX, no había mejor lugar para los románticos que París, centro bohemio. Aquel año de 1900, ambos artistas se encontraban en la capital francesa durante el mes de octubre.

El amor de Casagemas

Allí el cándido Carlos Casagemas conoció a una hermosa bailarina del Moulin Rouge, llamada Germaine. Ningún artista, por veterano e insensible que sea, puede derrotar el amor de una mujer. El joven barcelonés no fue un caso aparte: se enamoró perdidamente de la parisina y mantuvo una corta relación con ella. Sin embargo, la bailarina lo dejó antes de finalizar el año.

Como suele ocurrir en los corazones inexpertos y todavía inmaduros, Carlos cayó en una profunda depresión. Su gran amigo Picasso le propuso viajar a Málaga, donde esperaba que el barcelonés se recuperase de su desamor.

En la ciudad andaluza transcurrieron los dos pintores las últimas navidades del siglo XIX. Pasaron los días en cafés, bares, prostíbulos y ambientes bohemios, fieles a su estilo aventurero y romántico. No obstante, nada de esto fue suficiente para despertar el ánimo en el corazón roto de Casagemas.

A finales de enero, los amigos se separaron. Nunca más volverían a verse, del mismo modo que Picasso nunca más volvería a ver la Málaga donde nació; acaso para evitar recordar a su preciado amigo. Pablo partió a Madrid y Carlos a París. El barcelonés anhelaba reencontrarse con su amor perdido de la metrópoli francesa.

Pero por regla general, cuando se pierde un amor, se pierde para siempre. La fortuna de Carlos no fue distinta, y rechazado, su espíritu artista y romántico sólo tenía dos posibles caminos a seguir.

El primero de ellos era llorar impotente, y dedicarse a la consecución de diferentes obras de arte: óleos, retratos, pinturas, paisajes…; el desamor es uno de los pilares básicos de la inspiración. Desafortunadamente, Casagemas eligió el otro camino: el suicidio.

La muerte de Casagemas, París, 1901, por Pablo Picasso

La muerte de Casagemas, París, 1901, por Pablo Picasso

Se pegó un tiro en la sien derecha, la noche del 17 de febrero de 1901, en la que estaba acompañado por varios amigos, incluida su amada Germaine. Picasso, en aquel instante, estaba lejos, en la capital española. Pero cuando fue notificado del incidente, el pintor malagueño se ahogó en una terrible nostalgia que cambió por completo su noción del mundo.

La inspiración de Picasso

Pablo Ruiz Picasso pintó tres óleos en recuerdo de su difunto amigo. Además de una merecida dedicatoria, también significó la entrada en una nueva etapa artística, que llegaría a denominarse Azul (1901-1904), caracterizada por el empleo de este melancólico color.

Si bien el arte de Casagemas murió con él, puede decirse que la musa que inspiró su suicidio inspiró a su vez a Picasso. El amor de una mujer es la pluma y el pincel de los artistas, y aunque sea como un daño colateral, acaba inspirando obras en los maestros más destacados de la historia.

Pablo Picasso fue uno de ellos.

Iraultza Askerria

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Carlos Casagemas – Wikipedia
El suicidio que inspiró a Picasso
En busca de Casagemas