El trino de un pájaro

ruiseñor 01 - rossinyol - rufous nightingale - luscinia megarhynchos - {author}En el punto intermedio entre la razón y el alma, un pájaro sembró su trino. Era melódico, dulce, acompasado; como un gemido, como un arrullo, como un silencio sonriente. Tenía forma de cabello liso y de mirada radiante; también aroma de flor virginal y textura de seda dorada. Recordaba a la vida más inocente, a la simpatía más melosa y a la belleza más inmarcesible. El trino de un ave que abarcaba todas estas sensaciones y sentimientos. Un trino que en el fondo de su música cantaba tu nombre de dos sílabas. Un nombre, que aún hoy, no me atrevo a pronunciar.

Iraultza Askerria

 

Cuando a una joven ves bailar

Bien entrada la madrugada, la música aún sonaba en el interior del club, cuya estancia subterránea parecía ajena a lo que sucedía en las afueras. En el exterior, el frío hería los sentimientos del ser humano y cuajaba su piel frágil y macilenta, mientras la lluvia amortiguaba los gritos del cielo sobre sus cabellos de polvo. Nada hacía apetecible salir a la penumbra de la noche.

Pero en el interior del club, todo era más agradable, ameno y acogedor. Las luces de colores iluminaban los corazones joviales. La pista de baile estaba inundada por los cuerpos de mis amigos, y algún que otro bailarín espontaneo más. Era tarde, y la mayoría de la gente había abandonado ya el local, por lo que se podría decir que sólo quedábamos nosotros.

La música sonaba vespertina por los altavoces ubicados en las alturas. Descendían los sonidos agudos al ritmo de los timbales sintetizados, marcando el paso, el giro y el movimiento de cintura; ese movimiento tan enloquecedor en la pelvis de las muchachas de veinte añitos. Había en la pista varias jóvenes que se abrazaban a la melodía y se dejaban arrastrar por la misma, mientras sus cuerpos se contoneaban como un rayo de luna envuelto en el fuego del sol.

Me sentía igualmente sofocado por la popular canción, tantas veces escuchada en radios y emisoras, que en aquel instante resonaba por toda la estancia. La voz masculina invitaba al movimiento más lujurioso y el teclado solista marcaba los intervalos entre las bruscas vueltas y los pasos acompasados y firmes. Incluso yo, tan poco dado a la expresión corporal del arte, podía desquiciarme en la locura de la música festiva, haciendo que mis extremidades se meneasen como un apéndice del cadencioso tambor.

Pero la madrugada se acercaba ya al irremediable despertar y el club nocturno estaba prácticamente vacío. Solo los soñolientos camareros, mi cuadrilla de amigos y algún que otro espíritu danzarín paseaban al ritmo de la moribunda música.

Cuando la canción terminó, los focos que habían permanecido apagados cobraron vida en forma de blancos rayos, y las luces de colores quedaron muertas en la oscuridad más aburrida. La luminosidad nos cegó unos breves instantes para despertar poco después ante una realidad poco excitante: era momento de volver a casa.

La gente comenzó a recoger sus chaquetas y abrigos, mientras algún rezagado corría hacia el aseo a liberar la vejiga. Entre tanto, los camareros habían abandonado la barra del bar para recoger los recipientes desperdigados a lo largo y ancho del local. Los altavoces entonaban suavemente canciones tranquilas, a un volumen casi inapreciable.

A los pocos minutos, estábamos a punto de abandonar el local y varios compañeros empezaban a subir las escaleras que conducían hacia la salida. Pero justamente entonces, una canción comenzó a sonar en el ambiente, rasgada y melancólica. Me quedé clavado junto a la pista de baile, escuchando una sevillana de pura tradición; una sevillana que guardaba el ritmo más nostálgico del flamenco.

Sangre Flamenca

Entonces me volví hacia la pista de baile, parecido a un desierto, a un vacío. Pero en el centro, un oasis lozano y vigoroso se movía; único, inalcanzable y solitario. Se trataba de una muchacha, una muchacha de veinte primaveras.

Pelirroja, de ojos dulces, carita pálida y generosas caderas; todo ello ataviado con una chaqueta verde y unas sencillas zapatillas negras. Me pareció el último ángel del mundo, tan sola como estaba en el centro de la pista, danzando bajo la inspiración de aquella sevillana nocturna.

Alzaba un brazo y bajaba otro; doblaba las muñecas y extendía los dedos. La guitarra flamenca le marcaba un paso hacia adelante y otros hacia atrás; mientras las palmas y las castañuelas recogían su cintura en un sensual abrazo.

Un silencio en la canción y la muchacha se detuvo. Cerró los ojos, espléndida, y retomó la marcha un segundo después, meneándose como una cálida brisa, como una ola espumosa de energía; mientras la melodía flamenca la aplaudía y la engalanaba con sus sones, con sus requiebros, que aunque tristes, enamoraban.

Me apoyé contra una pared del local, perturbado por la máxima manifestación de arte y belleza que podía soportar mi mente. Casi habría muerto de osadía por querer contemplar lo que debía estar prohibido para los mortales. Pero resistí como un héroe empedernido, mientras la sevillana seguía lloviendo por los altavoces, y la muchacha se mojaba bajo la cadenciosa música.

No te vayas todavía,
no te vayas por favor.
No te vayas todavía
que hasta la guitarra mía
llora cuando dice adiós.

Olé. Su cuerpo se deslizaba como un suspiro y su aroma de niña se dilataba junto a una música de ensueño. Echó la cabeza hacía atrás y se puso de puntillas, aguantando en el pecho el silencio oportuno de la canción; para luego caer sobre sus livianos tobillos y proseguir aquella marcha de ensueño.

Rompía con sus brazos el aire y con las manos extendía esplendor. Se agarraba el borde inferior de la chaqueta y lo alzaba simulando un vestido de volantes. Vertiginosa e intensa como esa estrella fugaz que se escapaba de las emociones mundanas. Paso, atrás, arriba, niña quieta que vuelve y se revuelve en su propio aplauso.

Entonces derramé una lágrima. Luego esbocé una sonrisa. Lágrima por el dolor de la canción y sonrisa por la hermosura de aquella danzarina y serafín, de aquel sueño real en una noche tormentosa, perdido en la plena casualidad del destino. No hay mayor arte que aquel que aúna sentimientos.

Algo revivió en mi alma cuando a aquella niña vi bailar.

Salí apresurado del club con la imagen de aquel cabello rojo agitándose entre luces de nieve; corrí lejos de mis amigos, lejos de mi propia sombra y muy cerca de la musa que agonizaba sin una pluma con la que saciarse.

De este modo llegué a casa, abrí el tintero y escribí estas líneas.

Iraultza Askerria

Danubio

Photo - {author}Hay un barco navegando por el Danubio, de casco níveo y motorizado, sin más velamen que una melena negra, agitándose al son de la libertad. Hay una embarcación que se desliza por el agua turbia, como una caricia sobre un sexo eyaculado, mientras unos ojos femeninos avistan el horizonte, limpiándolo todo con su inherente dulzura. Hay un bajel que transporta a una diosa ante la mirada sorprendida de los parroquianos, y que siente el orgullo de ser el trono de una princesa, el palacio de una diva, el amparo de una reina. Hay un navío sobrevolando las ondas azules, fieles reflejos del cielo perlado, que al romperse ante esa mirada gloriosa, parecen aplaudirla como dándole la bienvenida. Hay un ferry sumergido en el Danubio, llevando consigo un corazón, un alma, una niña, un amor, alardeando ante ella de la belleza de una ciudad aun sabiendo que transporta la más hermosa figura de Europa.

Iraultza Askerria

Tus ojos

alina's eye - ^@^ina (Irina Patrascu)

Frente, sudario de perlas
sobre cristal oceánico.
Niña tus ojos son llave
de los candiles volcánicos.
Boca que sabe agua dulce
bajo un acuoso remanso.
Niña tus ojos son oda
de los torrentes más cálidos.
Pechos, soporte de estrellas
del cielo azul el ornato.
Niña tus ojos de mi alma
son el enérgico ánimo.
Vientre varado a la orilla
de los manjares más caros.
Niña tus ojos del mundo
son el edénico hálito.
¡Ay, mi niña! De tu cuerpo
con versos pinto su trazo.
Pero por mucho que afane
no sé pintar tus ojazos.

Iraultza Askerria

Labios

Lujuria / Lust: Sabores - {author}Tienes los labios más bonitos del mundo, con su leve aroma a jazmín y a rosa, su elegante forma de acueducto romano, húmedo en cada uno de sus arcos. En la comisura de los labios nace el augurio de un futuro mítico, celestial, merecedor de epopeyas y poemas épicos. Luego se despliegan hacia el centro, ensanchándose como el latido de un corazón, y es entonces cuando más hermosa se vuelve la boca, con el labio inferior y el labio superior pugnando por ver cuál es más bello.

Ninguno pierde: perfección dentro de la perfección.

El labio de arriba dominante, certero, sabio, con su traza barroca, monumental, producto de la arquitectura de un pintor de la corte, como Velázquez o Goya. El de abajo más inocente, puro, erótico, sensual, como un edén de perfumes almizclados o la carne de una doncella sin desvirgar. En conjunción, lo tienes todo: fuego y agua, tierra y cielo, caos y cosmos, retrato de una reina y retrato de una dama.

Tus labios son la pareja perfecta entre el amor y la sexualidad. Con ellos puedes consagrar la felicidad con una sonrisa y besar las bocas de aquellos mortales que tuvieron la suerte de probarte. Con ellos puedes gritar, resollar, reír. El oráculo de los deseos. El templo de Venus. El Partenón de la beldad femenina.

Y aquí estoy yo, rezando; sacrificando hecatombes líricas en tu recuerdo, suplicándole a tus labios que me tiñan el rostro con su eterna saliva. Quiero besarte, besarte, besarte, rozar tu boca con la mía, y con las yemas de los dedos recorrer la sinuosa vertiente que va de arriba abajo. Quiero entrar en tu boca con un anhelo vehemente, y mirarla durante horas, fotografiarla en la memoria, reír mientras ríe, besar mientras besa, gemir mientras gime. Quiero que devores mi alma y quiero morir entre tus labios de jazmín y rosa.

Iraultza Askerria

Mirándote

Photo - {author}Así que todo es tan plácido al mirarte que la marea se reprime y el oleaje decrece y las ondas suaves recorren la superficie marina en un sosiego pletórico, culminado por tu hálito, nana de bebé.

Al observarte, los labios se agitan por la caricia de una voz angelical, y el aire atmosférico se vuelve en rosa y oro. Es el resplandor vitalicio de tu proximidad ardiente, efusión química, física de los deseos; lanzas tu velo de fuego al oxígeno y al carbono y al nitrógeno que te rodea, quemándolo todo con tu belleza.

Te contemplo serena, sentada, charlando, con el largo cabello negro cayendo alborotadamente por tus mejillas de alabastro, y cubriéndote hombros, pechos y espalda con el roce suave de las hebras morenas, mientras los frecuentes movimientos de tu mano húmeda perseveran en apartar uno u otro mechón de pelo, como queriendo mostrar el rayo de luz que atesoran esas mejillas sonrosadas, esas que tanto añoro besar.

Te examino de esta forma, encerrada en un televisor, tan natural como la naturaleza misma, tan inmensa como el propio cosmos, y me siento tan enamorado de ti, tan obcecado por tu belleza, que el tiempo se para, inmutable, mientras mis ojos marrones te acechan en la distancia, buscando el momento más idóneo para desnudar tus carnes y hacer con ellas todo lo que está prohibido para la literatura.

Iraultza Askerria

Monumento

3189-Monumento a Daoiz y Velarde en Segovia (Castilla y Leon) - {author}Dulce y altiva como un monumento antediluviano que perdura en la memoria de hombres, retratos de artistas y diccionarios. Te alzas así sobre el mundo, momificada como un cielo cuya belleza solo se puede contemplar. Tocarte, o aun peor, saborearte, queda reservado a los dioses.

Catedral de huesos de mármol, templo de agua sagrada, alcázar de trémulas carnes que se defienden de la soledad. En tu seno la poesía vive y suspira, en tu boca florece la inspiración y se acongojan los miedos, y en tus pupilas crepitan soles, lunas, astros y galaxias enteras.

¿Existe mayor patrimonio para la humanidad? ¿Joya de más valor? ¿Mujer, flor, palacio o universo que acapare más belleza que la tuya? No, claro que no.

Yo inmortalizaré tu casco antiguo, convertiré tus esbeltas columnas en un nuevo orden arquitectónico, propondré las arquivoltas de tu cabello como patrón para ornamentar portadas, y la silueta de tu pecho formará un novedoso arco apasionado, sólido y precioso.

Las nuevas construcciones replicarán el perfil de tu cuerpo, y en el futuro todas las ciudades del mundo se parecerán a ti. No habrá lugar en el mundo donde no se escuche tu nombre.

Iraultza Askerria

Despertar

Un instante, una vida - {author}
No existe amanecer o despertar
más hermoso que el que ocurre a tu lado.
Abre uno la mirada por mirar
el más bonito ser que el mundo ha dado.
Sobre la cama sabes semejar
la perfección del arte y es probado,
el grande privilegio que es amar
a esta niña, que me ha enamorado.
Que suerte tuve yo al quitarme el sueño
junto a la desnudez de tu pureza
la misma que de mí se hacía dueño,
porque un hombre se vuelve por ti siervo
al contemplar la alborada belleza
que dormita en tu piel, ahora mi acervo.

Iraultza Askerria

Mi universo

Photo - {author}
Has sido esculpida con trocitos del universo: polvo de estrellas, soles ardientes, enanas blancas y nebulosas de gas. La canción del cosmos a la puerta de tus labios y tus pensamientos surcando a la velocidad de la luz. Alrededor tuyo orbito como un planeta condenado a no alcanzarte, deseoso de que te unas a mí en una explosión agónica.

Iraultza Askerria

Retrato

Aparece una foto de tu tez
y sonrío y me lleno y desfallezco
por la belleza eterna que otra vez
vacilo en si yo mismo la merezco.

No hay nada más hermoso ni en Jerez
ni en Cádiz ni en Sevilla; pues me crezco
al pensar que retuve el dulce diez
de tu cuerpo desnudo, al que me ofrezco
de por vida a seguir enamorado
y escribirte mil versos cada día
estés aquí o allá o en la alma mía.
Que no quiero bondad más que a tu lado,
vivir hasta agotar la tinta roja
que escribe mis amores en tal hoja.

Iraultza Askerria