El trino de un pájaro

ruiseñor 01 - rossinyol - rufous nightingale - luscinia megarhynchos - {author}En el punto intermedio entre la razón y el alma, un pájaro sembró su trino. Era melódico, dulce, acompasado; como un gemido, como un arrullo, como un silencio sonriente. Tenía forma de cabello liso y de mirada radiante; también aroma de flor virginal y textura de seda dorada. Recordaba a la vida más inocente, a la simpatía más melosa y a la belleza más inmarcesible. El trino de un ave que abarcaba todas estas sensaciones y sentimientos. Un trino que en el fondo de su música cantaba tu nombre de dos sílabas. Un nombre, que aún hoy, no me atrevo a pronunciar.

Iraultza Askerria

 

A tu ausencia

Ausencia - {author}
Horizonte nocturno do bailabas
junto a teas brillantes hechas de oro,
y entre todas sublime descollabas,
siento tú, siendo tú el mayor tesoro.
Al oído melosa me cantabas
y tu voz se escuchaba como un coro,
ya en el aire tu símbolo dejabas
amparando mi amor con tu decoro.
Te quería; aún te quiero, vida mía,
me amabas, aún lo haces aunque lejos,
y el lamento me invade la razón.

Tu mirada eclipsada en este día,
de tu voz nada queda, ni reflejos;
mas mi amor aún es tuyo, corazón.

Iraultza Askerria

Respiración

Guau. - {author}

En los días azules
de cielos despejados
y sonrientes albas
de entusiasmados labios,
veo un recuerdo hablar
tras los montes sellados
como el afán de la brisa
y los aplausos vanos,
es tu voz que a la sombra
se hincha en tu regazo
y asciende cual anhelo
como un bendito canto
para abrir en tu boca
el ceremonial hálito.

Iraultza Askerria

Ilusión

Ilusión centesimal - Silvia Viñuales

Misteriosa luna azul,
curiosidad engreída,
arco iris de palabras,
pedacito de mi vida.
Unos versos que en silencio
forman una voz querida.
Una pluma de los mares,
una Jane desconocida.
En la tacita de plata
la perla más exhibida,
de largos cabellos negros
donde un rostro blanco anida.
Tanto eres para mí
que te imagino mentira,
lejana ilusión errante
pero deseada niña.

La sirena

Black Mermaid / Sirena Negra - Jesus SolanaTomé sus ojos con los míos aquella noche de verano.

Recuerdo, como una imagen lejana pero profunda, que sus labios me respondieron sin que yo pudiera remediar el ataque. Me besaron con locura cuando y mientras mi razón intentaba explicarme qué estaba pasando. Sus manos se apoderaron de mi cuello y mi alma se aplastó bajo el liviano peso de su cuerpo de mujer. El mundo, en ese preciso instante, se me presentó como un arca henchida de fortuna.

La sirena me devoraba mientras la oscuridad se cernía tiernamente sobre mí, contagiándome de un sueño profundo. El sudor de mi cuerpo, espeso y escurridizo, me empapaba el pecho. Los pulmones que había en mi interior respiraban el aire insuflado por los besos de aquella mujer desconocida.

A lo lejos oía un susurro ajeno a mi fantasía: un murmullo que, vertiginoso, parecía sucederse en un plano paralelo. Los destellos de las estrellas bailaban rodeándome, apagándose de tanto en tanto, encendiéndose de cuando en cuando.

Al mismo tiempo, la sirena me devoraba, embriagándome con sus labios, sus manos y su cuerpo. Era tan satisfactorio que mis ojos estaban cegados por la felicidad.

Solo unos minutos después, cuando me sacaron, a trompicones, de la ambulancia, me percaté de que mi pecho estaba completamente ensangrentado y de que una mascarilla de oxígeno conectada a una bombona me suministraba el aire vital.

Mis ojos se cerraron entonces cuando el sonido de la sirena se apagó.

Iraultza Askerria

Tu figura

Sasha - Santiago TrussoContinuamente veía tu figura paseándose de un lado a otro de la oficina. Tu presencia me causaba temor y sobresalto, la insinuación de tu perfil me turbaba. De vez en cuando, escuchaba tu tierna sonrisa derramarse en la atmósfera del recinto, donde ni un sinfín de timbres telefónicos o gritos a subordinados podía sofocar el sonido de tu melodía. En esos momentos, yo cerraba los ojos, me enclaustraba dentro de tu voz y me dejaba llevar al filo de la utopía, al acecho de tu sonrisa. Luego abría los ojos, intentando encontrarte al otro lado de mi mesa o en el recodo del pasillo. Aquel pantalón tan ceñido de color crema, aquella camiseta negra que caía holgadamente sobre tus pechos y aquel cabello recién lavado que olía a champú impidieron que durante toda la jornada pudiese teclear algo productivo en el ordenador.

Sin embargo, fue más fecundo que todo un año: escribí diez sonetos, lloré un millar de lágrimas y me percaté de que seguía locamente enamorado de ti.

Iraultza Askerria

Sexo a dos voces

Primera voz

Siento el corazón desbocado, ardiendo con las embestidas de mi cuerpo. Siento mis mordiscos arrancarte los labios y mis dedos pellizcando tus pezones erectos. Siento el dolor y el ansia, mezclada con la despreocupación de la amnesia. Olvídate de todo, salvo de mí, y siente mi llama dentro de tu húmedo cáliz. Siénteme dentro de ti.

Yaces entre mis brazos mientras te penetro con furia. No tengo piedad. A pesar de lo mucho que te amo, me despreocupo de la clemencia en estos momentos de locura, arrebato, agonía y destemplanza. Mientras me muero, cavo mi tumba en el interior de tus muslos.

Veo tus ojos irritados, tal vez por las lágrimas saladas o por mi dulce saliva derramada en besos sobre tus párpados. Lo cierto es que me contemplan enrojecidos, ahítos de agonía. Mirada roja, mirada de sangre.

Mi corazón late como timbales de guerra. En esta batalla de crueldad y sadismo, tú, vida mía, yaces aprisionada entre las murallas de mis brazos, bloqueada bajo el peso de mi cuerpo macizo, torturada entre apuñalamientos y arañazos. Al vaivén de mi cólera inclemente, oigo tus gemidos clamar por la piedad de Dios.

Pero la guerra no ha terminado, y por mucho que supliques, seguirán mis asaltos y acometidas. Al menos, hasta que las fuerzas aguanten y el sudor me recuerde que estoy vivo.

Soy el león y tú el cervatillo. Te devoro con mis dientes hambrientos mientras te empalo con la gracia de un espetón. Siento tu aroma pegado a mi piel. Huele a miedo asado, a perfume de rosas despojadas de pétalos. Huele a desnudez sin coraje y a espíritu sin cuerpo. Estás completamente sometida a mi violencia.

A mí… eso me encanta, me enfurece, me encabrona. Soy un dragón que escupe llamas y ruge por la nariz; maldice a Dios y maltrata a su amante. Soy el bárbaro y el violador, el asesino y el ladrón, el soez hijo de puta que rompe las barreras de la moral y el respeto por un placer egoísta.

Y de esta forma tan poco romántica, me corro dentro de ti.

Segunda voz

Estoy indefensa, en frente tuyo. Sin compañía alguna, en la penumbra de tu habitación. Miro tus músculos, el pecho desnudo y el cabello revuelto y firme; como firme te estás poniendo, mientras a mí me pones cachonda.

Me muerdo el labio al contemplarte; casi noto el sabor metálico de la sangre. Me he hecho daño; pero no me importa.

Ven a mí, tómame. Abrázame entre tus bíceps; arrástrame hasta la cama, tírame en el colchón como a un despojo y fóllame como si fuera tu último polvo. Fóllame aquí y ahora. Poséeme como un diablo, como un demonio. Con la furia de un titán.

Veo tu miembro decidido, convencido. El glande brilla por el líquido preseminal. Lo deseo, lo huelo, lo siento rozando los límites de mi pudor. Entra en mí. Ya. Ahora. Quiero sentir tus rugidos perderse en el interior de mi vientre.

Rompes el sello, abres el arca y penetras en mi corazón. Te zambulles en mí como un tiburón que acorrala a su presa. Soy tuya, tu cautiva, tu esclava. Haz conmigo cuanto te plazca. Desgástame, malgástame, destrózame por dentro; pero no me mates de hambre.

El sudor me enfría la piel mientras tú me calientas como una hoguera. Soy tu Juana, tu rea, tu bruja, tu princesa desposeída de honor. Mis ojos lloran en un intento de apagar el fuego que los irrita. Soy un volcán y tú mi combustible. Si no exploto ahora, sucumbiré a la agonía.

Erupciono con un grito histérico, atolondrado, incipiente; seguido por los coros de mis gemidos. Aún estoy ardiendo, pero ahora húmeda, salada y bien jodida. Parezco un océano alborotado por maremotos; un cielo azul cubierto de lluvia y una inconstante disolución de agua y ácido sulfúrico.

Entre orgasmos y estimulaciones de clítoris, mi mente desaparece del mundo terrenal. No veo ni oigo nada, pero siento tu aliento pegado a mi oreja mientras tu polla me arranca un gemido tras otro. Siento tu olor pegado en el aire, tu sudor viril resonando fuerte en mis tímpanos y tu resuello crecer como un eco ventoso. Gruñes de dolor y te desplomas sobre mí.

Todo ha terminado. Has perdido la fuerza y el deseo, y tu miembro yace mustio fuera de mis ingles. Para mí, en estos momentos, no hay mayor placer que sentir tu peso sobre mi cuerpo, sabiendo que has muerto de satisfacción mientras me matabas de agonía.

Iraultza Askerria