Falta poesía, sobra miedo

faltpoesiasobremiedoCaminaba yo a las siete de la mañana por la calle, pensando en lo poco que había dormido y en lo mucho que no había escrito, cuando de repente, en una esquina desconocida y asombrada de sombras, divisé unas letras de color rosa. Rezaban lo siguiente:

Falta poesía sobra miedo

Me detuve un instante y observé el pétreo muro conmovido por la emoción. En su pared desconchada el fino trazo de una musa se deslizaba dispuesta a sembrar una revolución. Pero en la calle nadie se había percatado del eslogan; el mundo giraba agobiado sin un momento para detenerse a mirar el cielo.

Falta poesía sobra miedo

Resonaban los vocablos en el interior de mi cabeza, encadenando tras su eco un recóndito vaivén de palabras y pensamientos.

Sobra miedo… ¿Miedo? Miedo a perder un trabajo ingrato, miedo al embargo de una casa hipotecada, miedo a que la esposa sea infiel, miedo a que el marido regrese borracho tras el partido de fútbol, miedo a que el niño suspenda las asignaturas impuestas por un gobierno nada intelectual, miedo a que la muchacha pierda la virginidad con quince años, miedo a la muerte que es la vida, miedo a la propia vida, miedo a la charla, miedo a ayudar, miedo a preguntar y a responder, miedo a leer y miedo a escribir, miedo a mirar y miedo a escuchar, miedo a los animales y a los seres humanos, miedo a la verdad y miedo a la mentira, miedo a la inseguridad y a la policía. Miedo en un mundo gobernado por el miedo.

Falta poesía sobra miedo

Falta poesía, ¿qué es poesía? Y entonces sí, afloran las respuestas. Poesía eres tú. La poesía no la entiende ni dios. La poesía no sirve de nada. Pero sí, poesía eres tú; hagamos poesía porque falta poesía. ¿Dónde quedaron Lorca y Bécquer? ¿Quién traducirá a Shakespeare o a Baudelaire en los años venideros? ¿Habrá otro bello navío iluminado por un rayo de luna. ¿Quién conoció a Hernández? ¿Y a Aleixandre? ¿Y a Darío? No, no hablo del rey persa. Y dime, ¿serás tú el próximo caudillo lírico capaz de luchar contra el miedo de la gente? ¡Salid poetas y con sonetos componed barricadas! ¡Salid y con rimas proclamad libertades! El poeta en la calle, el poeta en la revolución, el poeta que habla porque no le asusta leer lo que escribe.

En todo esto pensaba yo, a las siete de la mañana de un lunes, cuando eché a correr hacia la estación ferroviaria por miedo a perder el tren. En el vagón leí algún poema de Machado, pero por miedo a saltarme la parada abandoné la lectura a los pocos minutos. Llegué a la oficina pensando en como culminar aquel soneto que había dejado a medias y al llegar a mi despacho me atiborré de dos cafés por miedo a quedarme dormido en mitad de la jornada. En ese instante, cuando la cafeína activaba el sistema nervioso, me percaté de que aquel anónimo rebelde tenía razón.

Falta poesía sobra miedo

Incluso a los poetas nos sobraba el miedo.

Al día siguiente pasé por la misma calle a la misma hora. Me percaté de que aquel verso había desaparecido. Supongo que algún empleado a cargo del ayuntamiento había borrado la poesía por miedo a perder su trabajo.

Sirva este pequeño artículo como recuerdo de aquella efigie borrada.

Falta poesía sobra miedo

Iraultza Askerria

El bello navío, de Charles Baudelaire

Yo deseo relatarte, ¡oh, voluptuosa hechicera!
los diversos atractivos que engalanan tu juventud;
pintar quiero tu belleza,
donde la infancia se alía con la madurez.

Baudelaire se deja agasajar por la belleza de una muchacha, a medio camino entre la gracia infantil y la morbidez adulta. Con palabras dulces surge este cuarteto esclarecedor del sentir embrujado del poeta. Tan maravillado de la hermosura de su musa, se siente tentado a ensalzar las virtudes de su cuerpo femíneo. Haremos, con esta excusa, un breve recorrido por este poema del libro Las flores del mal.

Cuando barres el aire con tus faldas amplias,
produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
desplegado el velamen, y que va rolando
siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.

En este punto, se compara el caminar de la mujer con la zarpa de un barco. Las piernas de la dama, desnudas y resplandecientes bajo la jugosa danza de la falda, son en realidad el objeto oculto del cuarteto, donde la prenda de vestir ocupa todo el protagonismo. Sin embargo, el autor francés no se olvida de cuan bonitas son las piernas de su amante.

Sobre tu cuello largo y torneado, sobre tus hombros opulentos,
tu cabeza se pavonea con extrañas gracias;
con un aire plácido y triunfal
atraviesas tu camino, majestuosa criatura.

Lo sublime, lo imperial, lo magnífico. El ostento, la realeza, la victoria. El capitel de la hermosura. La joya de la corona que unos cuartetos después, culminará este artístico poema. Seguidamente, la composición prosigue con el cuarteto inicial “Yo deseo relatarte, ¡oh, voluptuosa hechicera!”, versos que omitiré para evitar repeticiones.

Tu pecho que se adelanta y que realza el muaré,
tu seno triunfante es una bella armadura
cuyos paneles combados y claros
como los escudos atajan los dardos;

Entre el belicismo y la delicadeza, se escuda el pecho de esta mujer idealizada, donde nada ni nadie puede penetrar, ni el más sagaz ataque, ni la más astuta acometida. Pero esta fortaleza femenina guarda una gracia sublime, las mismas líneas de Venus en un pecho turgente; columnas que protegen un corazón imposible de herir.

¡Escudos provocadores, armados de puntas rosadas!
armario de dulces secretos, lleno de buenas cosas,
de vinos, perfumes, licores
que harían delirar los cerebros y los corazones!

La conquista de la mujer como una batalla sin violencia, pero a la vez sexual, apasionada y amenazante como la punta más aguda de una lanza. Tras la victoria aguarda un secreto, un paraíso en forma de olores y sabores que perturban la mente y, por supuesto, el corazón.

Cuando vas barriendo el aire con tu falda amplia,
produces el efecto de un hermoso navío haciéndose a la mar,
desplegado el velamen, y que va rolando
siguiendo un ritmo dulce, y perezoso, y lento.

Repite el poeta la metáfora de la mujer-navío, belleza que da título a este poema, el número 52 de la obra. Aprovecho para señalar que está extraído de wikisource, y que la composición ha sido traducida con el título de El hermoso navío o El bello navío.

Tus nobles piernas, bajo los volados que ellas impulsan,
atormentan los deseos oscuros, y los acucian,
como dos hechiceros que hacen
girar un filtro negro en un vaso profundo.

Tentador, cuanto menos tentador, la descripción de las piernas de esta mujer, que deleitan, enajenan, embrujan. Bajo los volantes de la falda, el muslo incita el ansia más primigenia, haciendo uso de una magia sobrenatural. La mujer hechicera es una constante en este poema para hacer hincapié, casi con obsesión, en los encantos de la protagonista.

Tus brazos, que se burlarían de precoces Hércules,
son de las boas relucientes los sólidos émulos,
hechos para estrechar obstinadamente,
como para estampar en tu corazón, tu amante.

Se alude aquí al popular mito del poderoso Hércules que nada más nacer estranguló con sus propios brazos a dos serpientes. En dicha ocasión, la mujer no simboliza materialmente la fuerza corpórea del héroe grecolatino, sino un poder y un control que subyuga a los hombres: la seducción que los cautiva aferrándolos obstinadamente en un abrazo.

Sobre tu cuello largo y torneado, sobre tus hombros opulentos,
tu cabeza se pavonea con extrañas gracias;
con un aire plácido y triunfal
atraviesas tu camino, majestuosa criatura.

En el cénit de este poema se intercalan palabras como opulento, pavonear, gracia, plácido, triunfal o majestuoso. La mujer, la criatura descrita tenazmente en los cuartetos precedentes, ya no es representada con largas metáforas, sino con intensos calificativos que construyen el final de la composición. El rostro de la dama es el crisol de tanta perfección, el apogeo de tanta beldad, el punto culminante de una lindeza que vaya por donde vaya, siempre se mostrará magnífica y esplendorosa.

Finalizamos por tanto este breve comentario de un poema de Las flores del mal, cuya lectura es altamente recomendable para cualquier amante de la poesía. Se trata de una de las obras indispensables de la lírica, donde se aglutinan el amor y el erotismo, la poesía y la muerte y otros temas recurrente en las obras de este autor francés.

No llores

9 Crimes - Raul Lieberwirth

Cobijada entre sus brazos
llorabas desconsolada.
Las lágrimas como mazos
te golpeaban, ¡su amada!
Tu rostro tan macilento
parecía perder vida.
Evaporado el aliento,
incluso siendo querida.
Llorabas, amiga mía,
llorabas por la dolencia
de no verle en mucho tiempo.
Él pronto se marcharía,
y ya su cercana ausencia
parte en dos el sentimiento.
Pero no llores, no llores,
así no te quiero ver.
Piensa que en estos amores
esperar hay que saber.

Iraultza Askerria

Historia del soneto: los orígenes

“Ben è alcuna fiata om amatore
senza vedere so ’namoramento,
ma quell’amor che stringe con furore
da la vista de li occhi ha nas[ci]mento.”
Giacomo da Lentini

Paper Writings: God & Shakespeare - L. Whittaker

El Reino de Castilla estaba sumido en una cruenta guerra contra las taifas musulmanas de al-Ándalus, cuando en Italia comenzaba a gestarse una forma poética que llegaría a conquistar todos los rincones de Europa occidental. Hablamos del soneto.

Los albores silicilianos

El soneto nació en Sicilia de la mano de Giacomo da Lentini, un poeta y notario nacido a principios del siglo XIII y fallecido en torno al año 1260. A él se le atribuyen 22 sonetos y ser uno de los máximos representantes de la Escuela Siciliana. La identidad de Giacomo da Lentini como artífice del soneto es naturalmente dudosa, como otros tantos capítulos de la historia. A pesar de todo, la estrofa ya estaba documentada en 1220, año que coincidiría con la juventud de este siciliano.

En cualquier caso, la nueva estructura poética viajó rápidamente por Italia, primero al sur y luego a las regiones centrales. Aquel incipiente soneto presentaba una métrica endecasílaba y una rima con la forma ABAB – ABAB – CDE – CDE.

La madurez del soneto

En la toscana, Guittone d’Arezzo (1235 – 1294) introdujo una variante en los cuartetos, utilizando la rima abrazada (ABBA); de él se conservan 250 sonetos. Contemporáneo de éste fue Guido Guinizelli (1230 – 1276), uno los escritores italianos más influyentes de la época y precursor de una nueva estirpe de poetas conocida como Dolce stil novo.

A esta generación de la segunda mitad del siglo XIII pertenecen autores como Guido Cavalcanti, Cino da Pistoia, Lapo Gianni o Dante Alighieri. Todos ellos cultivaron en mayor o menor medida el soneto. De éste último destaca la obra Vita nuova, donde Dante ensayó el soneto en honor a su amada Beatrice Portinari.

El gran sonetista

A principios del siglo XIV nació Francesco Petrarca. Es, sencillamente, el paradigma del soneto, el sonetista por excelencia. Su influencia es enorme en la poesía occidental ya que originó una nueva corriente conocida como petrarquismo. En su Cancionero aparecen 317 sonetos dedicados a su idealizada Laura. Estos poemas están compuestos por cuartetos, no serventesios, y tercetos de rima variada, una estructura que terminará inspirando a los autores castellanos. Por tanto, fue Petrarca el que dispuso la estructura definitiva del soneto.

Nuevos horizontes

Casi dos siglos de itinerario fueron necesarios para que el soneto se consolidara como una de las formas más notables de componer poemas. La métrica endecasílaba y la rima consonante señalaban un estilo noble y culto; sólo al alcance de los mejores poetas.

Pero a finales del siglo XIV el soneto sólo se había afincado en Italia, aunque no habría que esperar mucho más para empezar a leerlo en otros países europeos. Pero eso ya es otra historia.

El lago camposanto

Eres un lago eterno de frescura.
Sin ahogarme en ti puedo naufragar.
Me llenas, me rodeas como un mar
templado; inmensa y plácida figura.

Me reflejo en tu líquida hermosura,
bálsamo rico, tú puedes curar
del monótono sentido de estar
buscando en esta vida la cordura.

Pero así es suficiente: loco, amante
de un lago sin final, lleno de vida
y que llena la mía con talante.

Lago eterno infinito que en ti quiero
morir, que no me importa si me olvida
el mundo mientras dentro tuyo muero.

Iraultza Askerria

Te voy a escribir una copla

Te voy a escribir la copla
más bonita de este mundo,
para que cuando estés triste
la releas con orgullo.
Así sabrás que te amo
y me sentirás tan dentro,
que aunque no esté a tu lado,
conocerás cuanto te quiero.

Te voy a contar un cuento,
el más hermoso de todos;
de princesas y dragones
y de un caballero loco;
que tan loco como un sueño
intentó volar sin alas,
para ver si con su empeño
podía alcanzar tu cara.

Te voy a cantar poemas
para que nunca lo olvides,
y que te sientas dichosa
mires por donde lo mires.
Que sientas mis dulces versos
como el roce de la brisa;
que los sientas cual los besos
que nos dimos noche y día.

Te voy a pintar retratos
en un marco de oro y plata,
donde la chica más linda
perdure noche y mañana.
Serán tus labios El Beso,
y tus ojos: ¡La Mirada!
Y en el altar de mis huesos,
tú vivirás encumbrada.

Te voy a trazar un mapa
donde el mundo sea pequeño;
para que tanta distancia
no provoque este tormento.
Porque a mi lado, princesa,
haces del mundo algo inmenso;
y no habrá estrella o planeta
que eclipse el haz de tu cuerpo.

Te voy a decir con versos
lo que nadie nunca ha dicho:
¡Qué te amo, qué te quiero!
¡Qué eres única! Infinito,
una cura y un alivio.
Eres mi fuerza y mi llama,
la razón por la que vivo,
y el aliento de mi alma.

Iraultza Askerria

Cada uno de cada todo

Cada aire, cada risa, cada mano y cada aliento
es un trozo de la rima, y de la musa el pensamiento.

Cada noche, cada vida, cada dama y cada acento,
cada hombre, cada día, son del verso el alimento.

Cada uno, cada mío, cada suyo y cada vuestro…
Cantad todos conmigo… ¡qué del poeta sois maestro!

Iraultza Askerria

In aeternum

Recuérdame el fértil valle a mi amor…
Las aguas undísonas de cristales
sus puros ojos claros;
sus tiernos labios, los bellos rosales
de rubí su color.
El gran sol, su luengo cabello de aros
en toda oscuridad resplandeciente;
su melodioso canto el ruiseñor.

Vencía al eterno tiempo en paciente,
más sabia que la solemne Minerva,
en amor y beldad Venus su sierva,
única en toda su figura y mente.
Sus dulces besos eran mi alimento;
sus cantos hacían que mi alma hierva
mas hoy, soy falto de tal sentimiento.

En este valle con lechos de flores
descansábamos al sol caluroso,
al ocaso y aurora,
con alborozo y un sueño amoroso.
Al presente en dolores
trasnocho triste al aguardo de mi hora,
privado de esperanza vigorosa
de morir pronto por ver sus amores.

Dios, ¿por qué su amor dio vida fogosa
ora dame la más gélida vida?
¿Cuándo llegará mi esperada ida
fin de esta memoria alegre y penosa?
Regala a esta amarga vida muerte;
finaliza esta tortura sufrida…
¡deja este cuerpo atormentado inerte!

Iraultza Askerria