Sobre la esperanza

Esperanza vieja - Eduardo AmorimLas sombras aparecen por las esquinas y me dibujan el perfil de tus senos. No es más que un recuerdo sutil y vano, pero casi puedo sentirlos bajo mis dedos. Los acaricio… y luego los beso. Jadeante, me ahogo en tu vientre y en la curvatura de tu cadera…

La sombra se desvanece como una primavera adolescente y la soledad y la frustración de la realidad me acometen con su tenaz filo. Más allá, no hay más que dolor, nostalgia e impotencia. Más allá de mis remembranzas y mis ocasionales sueños, solo puedo llorar con el corazón encogido, atravesado de puñaladas. Solamente puedo ser feliz engañándome con la alegre memoria del pasado. Y la esperanza, maldita ella, tiñe todo de su hipnótico color verde.

Iraultza Askerria

Cenicienta

Cristal. - Marcos de MadariagaCenicienta. Zapatitos de cristal. La corona que relumbra en tu frente. Los ojos… abiertos, pétalos, tesoros, estrellas, mansos ríos y agitadores vientos. Carmín derretido en la curva de tu sonrisa. Las mejillas frágiles…, pedazos de pan, caliente y húmedo de mi saliva, de mi ansia. Cuerpito de dócil fuego, ardiente arena, morena luz… ¡todo eso eres tú! Cenicienta por una noche, que al amanecer desapareces tras un sueño de cenizas y dolorosas nostalgias.

Iraultza Askerria

Noches que me atormentan

¡Rayos! - José Eugenio Gómez Rodríguez

En las noches de tu ausencia
me alimento de recuerdos,
me alimento de los besos
que nos dimos entre estrellas.
En las noches, tu presencia
la recuerdo como un mito,
la recuerdo mientras grito:
“¡qué regrese mi princesa!”
En las noches, mis gemidos
me presentan las promesas
que rotas, añicos hechas
se me clavan cual espinos.
En las noches, yo me digo:
“sólo he sido un pasatiempo;
un juego, un instrumento,
una escoria del olvido”.

Iraultza Askerria

Soledad

Last days of summer - Jose Maria Cuellar

Aquella noche me abrigué bajo el frío de la soledad. No quería la compañía de nadie ni de nada. Ni siquiera la compañía de la literatura. Deseaba profundamente estar solo. ¿Por qué? Lo ignoro.Llegué a casa embutido en un grueso abrigo y con el cabello chorreando por la tormenta que me había cogido desprevenido. Mis amigos se habían librado del chaparrón, y en tal instante se divertían en un aparatoso bar saturado de jóvenes, música y jolgorio. Pero yo quería estar solo. Solo por eso les había abandonado en el amparo y la compañía del resto, y me había precipitado a la inmensidad de la álgida lluvia.

Tras franquear la puerta del domicilio, dejé el abrigo en la percha del vestíbulo y sequé mi pelo para evitar contagiarme de cualquier malavenido resfriado que pudiese entorpecer mi anhelada soledad. Después, me encaminé a mi sombrío dormitorio, donde una pequeña ventana obstaculizaba el acecho desafiante de los rayos y las centellas.

Con la dejadez de un anciano moribundo, me tumbé en el mullido colchón, lugar en el que diariamente pagaba por mi descanso a expensas de un mal aprovechado tiempo, y me limité a cerrar los ojos, cruzar los brazos y callar.

Me desvinculé del mundo, quedando en él la única constancia de mi cuerpo y corazón, y comencé a reflexionar. Medité sobre la vida y la muerte, sobre la codicia y la honradez, sobre el odio y el amor. Medité sobre todo aquello que había forjado mi personalidad y que creía importante. Medité sobre todo menos sobre mí mismo. Transcurrí horas así: con el pensamiento muerto y la apatía viva e insípida aguijoneándome las entrañas.

Serían las cuatro de la madrugada cuando mi teléfono móvil vibró instantáneamente, casi como un suspiro dormido. No respondí a dicho ruego. Ni siquiera pestañeé. Tampoco agité ningún músculo. Sencillamente, permanecí con los ojos clavados en la pálida techumbre, queriendo contagiarme de su blanca e inmensa pureza.

Sin embargo, los minutos transcurrieron incesantes y molestos, como el zumbido de un mosquito. No pude reprimir la curiosidad del momento: aferré el aparato electrónico y examiné la pantalla luminosa. En el centro del visor apareció el número que me había llamado. Era una chica; una chica como otra cualquiera, pero una chica al fin y al cabo.

Entonces, me percaté de que no quería estar solo.

¡Contenido extra!

Recupero en el día de hoy este texto escrito en mi adolescencia, y que en cierto sentido, aglomera la amargura contenida durante los tumultuosos años de la juventud. Pese a todo, el relato esconde cierto brillo de esperanza e ilusión, lo que apenas sin percatarnos de ello nos empuja a luchar por nuestros sueños.

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Yo te he buscado

THE PATH _ there's something on my mind - {author}

Yo te he buscado
entre las rocas de un imposible,
ante los muros de un monte enhiesto
que se acrecienta con cada paso.
Yo te he buscado
entre los humos de un rato libre,
ante las pocas gracias del lento
adiós del ágil labio encarnado.
Yo te he buscado
entre el rechazo y la agonía,
ante la espalda que aquel instante
volviste a un rostro enamorado.
Yo te he buscado
entre las noches y entre los días,
ante el deseo que se equivale
con el amor más fiel y franco.
Yo te he buscado
Yo te he anhelado
Yo te he sentido ante mis labios.
Yo te he querido,
yo te he vestido,
yo te he cubierto de regalos.
Tú te has marchado,
tú te has cansado
de un loco atento enamorado.
Tú te has rehecho,
tú te has deshecho
de una memoria que nada importa.

Iraultza Askerria

Si tú mueres

Photo - {author}

¿Qué hago si te vas
si te pierdo en este mundo
y las venas de tu puño
dejasen de palpitar?
¿Qué hago si mi amor
tan sincero como puro
pierde eso que es tan tuyo
al que llamo corazón?
¿Qué hago si este sol
no vuelve a rozar tu cara
o si las dulces palabras
ya no visten con tu voz?
¿Qué hago si este mes
que lentamente me abate
se nos vuelve interminable
y jamás te vuelvo a ver?
Moriría si te pierdo,
moriría si te mueres
moriría si fallecen,
los suspiros de tu aliento.

Iraultza Askerria

No llores

9 Crimes - Raul Lieberwirth

Cobijada entre sus brazos
llorabas desconsolada.
Las lágrimas como mazos
te golpeaban, ¡su amada!
Tu rostro tan macilento
parecía perder vida.
Evaporado el aliento,
incluso siendo querida.
Llorabas, amiga mía,
llorabas por la dolencia
de no verle en mucho tiempo.
Él pronto se marcharía,
y ya su cercana ausencia
parte en dos el sentimiento.
Pero no llores, no llores,
así no te quiero ver.
Piensa que en estos amores
esperar hay que saber.

Iraultza Askerria

In aeternum

Recuérdame el fértil valle a mi amor…
Las aguas undísonas de cristales
sus puros ojos claros;
sus tiernos labios, los bellos rosales
de rubí su color.
El gran sol, su luengo cabello de aros
en toda oscuridad resplandeciente;
su melodioso canto el ruiseñor.

Vencía al eterno tiempo en paciente,
más sabia que la solemne Minerva,
en amor y beldad Venus su sierva,
única en toda su figura y mente.
Sus dulces besos eran mi alimento;
sus cantos hacían que mi alma hierva
mas hoy, soy falto de tal sentimiento.

En este valle con lechos de flores
descansábamos al sol caluroso,
al ocaso y aurora,
con alborozo y un sueño amoroso.
Al presente en dolores
trasnocho triste al aguardo de mi hora,
privado de esperanza vigorosa
de morir pronto por ver sus amores.

Dios, ¿por qué su amor dio vida fogosa
ora dame la más gélida vida?
¿Cuándo llegará mi esperada ida
fin de esta memoria alegre y penosa?
Regala a esta amarga vida muerte;
finaliza esta tortura sufrida…
¡deja este cuerpo atormentado inerte!

Iraultza Askerria