La sugerencia ignorada

Simetrías asimétricas - Chema ConcellónLe había sugerido a Judas que almacenase los bidones de carburante en el ático del bar, donde el nauseabundo olor no importunase a nadie; pero éste había hecho caso omiso del consejo, como si sus palabras le entrasen por un oído y le saliesen por otro. Quizá, para que le quedasen las cosas claras, debía coger un cuchillo y extirparle una oreja.

Ya lo pensaría más tarde.

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El asesino cobarde

The Eye of Eliza - Augusto SernaJesús observaba ahogado como Eva se ahogaba en lágrimas. Sentía la congoja ubicarse entre los recovecos de sus arterias, inflándolas de impotencia. Quería acercarse a ella, rodearle la espalda y ofrecerle un hombro donde apoyarse, pero Jesús siempre se había antojado un hombre sin escrúpulos, imperturbable, sin corazón y con una eminente fuerza de raciocinio. Las pocas veces en las que se sentía humano, un sensible humano, era cuando Eva se oponía a su alma inexorable, ya fuese con gritos o con lágrimas. Sin embargo, el mismo valor que empleaba para asesinar a sus enemigos se disolvía ante el trato sensible y tierno que deseaba inculcarle a la mujer.
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El acecho

Al acecho - Malia León Respirando el aire con dificultad, recuperó la templanza de su cordura, de su frialdad y de su solicitud. Tras internarse en el bosque, se detuvo frente a un matorral cuyo ramaje le permitía contemplar el porche del edificio. Ahí, frente a la entrada del local, había tres robustos individuos que charlaban desinteresadamente. Vislumbró a la derecha del edificio un cobertizo destinado a acoger los múltiples vehículos de los clientes. Asimismo, aparcado en un lateral de la carretera, había un ostentoso automóvil, propiedad de Jesús, que permanecería estacionado en aquel lugar toda la noche. Tras respirar hondo, examinar cuidadosamente el exterior del bar de Judas, y distribuir las ideas de su mente en una biblioteca clara y propia, Herodes decidió volver a su vehículo.

Y entonces, al volverse, le vio.

Le habían descubierto.

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El mafioso abstemio

Cereza - Cherry - Guillermo VicianoEl líder mafioso estaba sentado frente a dos individuos, con las manos sobre la mesa, donde reposaban un vaso de agua y dos cervezas.

La gloria de Jesús había sido provocada por su crueldad, fiereza e irascibilidad. Sin embargo, era igualmente conocido por la categoría fundamental que concedía a la salud. Por ello, Jesús nunca fumaba, ni siquiera para probar la calidad de la marihuana con la que traficaban él y sus socios; nunca bebía alcohol, tampoco en las ceremonias celebradas en honor a logros significativos; y nunca consumía ningún tipo de sustancia narcótica, ya fuese cocaína, morfina o las pastillas despachadas por los farmacéuticos bajo la inocente marca popular de aspirina.

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Soluciones drásticas

599 - CarSpotterEl hombre contemplaba el bar con un carácter enojado, mientras mantenía la espalda apoyada contra el capó de su vehículo, estacionado a un lado de la carretera. Podía haber optado por la prudente alternativa de aparcar el automóvil dentro del garaje, pero había rehusado tal elección a causa del hedor a aceite y gasolina que saturaba el parking, lo cual podía atufar la tapicería del recién comprado coche. Le había sugerido al propietario que almacenase los bidones de carburante en el ático del bar, donde el nauseabundo olor no importunase a nadie; pero éste había hecho caso omiso del consejo, como si sus palabras le entrasen por un oído y le saliesen por otro. Quizá, para que le quedasen las cosas claras, debía coger un cuchillo y extirparle una oreja.
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El motor

Jimmy - Hamed SaberEl motor ronroneaba como un gato en celo, con gruñidos suaves y pasajeros provistos de un silbido inherente de satisfacción; mientras las ruedas giraban con delicadeza romántica sobre el asfalto enjoyado que ceñía una senda misteriosa, íntima y virgen.
Tras mirar el reloj de su muñeca, el conductor pisó el acelerador violentamente. Al instante, el motor comenzó a toser de agonía, al tiempo que los neumáticos se arrastraban cual fustigados galgos sobre una calzada repleta de baches y piedras sueltas.
Pronto, los árboles se mostraron coléricos ante la contaminante y ruidosa velocidad del intruso automóvil. Las estrellas se apagaron para dificultar la circulación de aquella sangrante máquina de gasóleo. Las hojas verdes y resplandecientes se agitaron emitiendo un aullido fantasmagórico, como un lobo enfrascado en una demencia psicopática; y la oscuridad se agolpó frente a la cristalina luna del automóvil, cegándolo.
El conductor frenó, súbitamente.
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Ambrosía

Working the Lines & Angles - Dragon OnlineSe lanzó sobre ella como una tigresa se lanza sobre su inofensiva presa. Con rabia pasional, le arrancó a mordiscos los botones de la blusa blanca. Deslizó los labios por el desnudo vientre de su amante y besó el margen de la minifalda negra. Introdujo la traviesa lengua bajo la prenda, mientras Magdalen cerraba los ojos en un lamento de éxtasis. Eva comenzó un ascenso hasta los pechos de la mujer, donde sus dientes resbalaron por las hermosas montañas de tierna carne, en cuya elevada cima se erigía un estandarte de rica ambrosía.
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Masturbación

Respiró hondo, con los ojos cerrados. En su imaginación, el cuerpo de Eva se delineó sin prendas, sin tapujos que ocultasen el pudor de sus encantos femeninos. La piel se mostraba límpida y sedosa, sin arrugas, sin lunares, sin impurezas.

La imaginó tendida sobre el lecho, sobre un cómodo y hermoso cobertor como las plumas de un pavo real. En la mente de Leví, las piernas de Eva estaban tímidamente separadas, ostentando el cabello púbico y el rostro genital; virtudes que despertaban el deseo carnal del hombre.

Casi sin percatarse, Leví comenzó a deslizar los dedos por su miembro viril, de arriba abajo, de abajo arriba, masturbándose placenteramente mientras el cerebro pintaba un apasionado retrato de fornicación.

Él se tendía sobre la grácil Eva, con el falo erecto y dispuesto, mientras ella le tomaba de las manos y las colocaba sobre sus ardientes pechos. Él besaba sus pezones, casi mordiéndolos como un caníbal. Luego la penetraba sin pausa. Los gemidos de ella se distorsionaban con su respiración cortada por el éxtasis.

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Perdida

La astucia del tiempo se negaba a tañer las campanas de la aurora, dilatando la tenebrosidad de la noche como un funesto paseo de la muerte ante las lápidas de los difuntos a quienes había arrebatado la vida, y ahora, la eternidad quería arrebatar. Eva se sentía circundada por las uñas y los látigos de una oscuridad dominada por el fin, y no era capaz de encontrar entre tanta sombra una estela de luz, un sol ardiente que le devolviese el dulce sabor por la vida.

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Porque quise ser feliz

La víctima se retorcía entre alaridos, ahogada en la sangre que manaba por los dos orificios abiertos en su cuerpo. El primer impacto había desgarrado la carne del pescuezo, mientras que la otra bala había aterrizado en la parte dorsal del pulmón izquierdo. Moriría asfixiado en breves minutos.

—¿Por qué? —gimió, enfocando el distorsionado semblante de su asesino.

El pistolero se reveló con la mirada perdida en la abundante sangre del vestíbulo. Las piernas le palpitaban de miedo, seguidas del sonido chirriante de sus dientes. Aún mantenía el brazo diestro horizontal, aferrando el arma homicida. Recobrando el valor instintivo que había mostrado unos segundos atrás, se encaminó hacia su moribunda víctima.

Su lamentable aspecto le hizo estremecer.

—¿Por qué? —repitió la víctima.

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El pistolero se detuvo a una distancia considerable, dispuesto a responder:

—Por qué te preguntas. Yo también me pregunto por qué. ¿Por qué has asesinado a tantos inocentes? ¿Por qué has robado a tantos individuos? ¿Por qué has jodido la vida de tantos hombres? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Qué Dios te perdone por la bestia que fuiste en vida! Espero que la muerte te convierta en el hombre que nunca fuiste.

Alzó la pistola, dispuesto a terminar con el sufrimiento de su víctima. Pero se percató de que no era necesario.

—¿Por qué…? Porque quise ser feliz. ¿Por qué sino?

Fueron sus últimas palabras.

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