Tus ojos

alina's eye - ^@^ina (Irina Patrascu)

Frente, sudario de perlas
sobre cristal oceánico.
Niña tus ojos son llave
de los candiles volcánicos.
Boca que sabe agua dulce
bajo un acuoso remanso.
Niña tus ojos son oda
de los torrentes más cálidos.
Pechos, soporte de estrellas
del cielo azul el ornato.
Niña tus ojos de mi alma
son el enérgico ánimo.
Vientre varado a la orilla
de los manjares más caros.
Niña tus ojos del mundo
son el edénico hálito.
¡Ay, mi niña! De tu cuerpo
con versos pinto su trazo.
Pero por mucho que afane
no sé pintar tus ojazos.

Iraultza Askerria

Hacia delante

Sunset Coucher de soleil - Cap Ferret Bassin d'Arcachon Ocean Pecheur Fisherman Beach Plage Waves Vagues Water Eau - Picture Image Photography - {author}

Con un cielo, cubierto
por las rimas de Lope
avanzando a galope
hasta lejano puerto,
despejado y abierto,
sin límite y sin tope
que ojalá que me tope
con dicho sueño incierto,
encontré que allá arriba,
eterna y fulgurante,
tu mirada tan viva
seguía al caminante
que era yo, mientras iba
sin pausa hacia delante.

Iraultza Askerria

Entre el Sáhara y el Everest

Everest - {author}Viajé por el cereal de tus ojos, hundiéndome en una perla alfombrada de noche. Me interné en las estrellas de tu mirada, como un yeti vagabundo en las faldas del Everest. Sediento, me ahogué en el Sáhara de tus labios secretos y quedé empapado por tu rechazo. Firmé un beso a la puerta de tu boca que quedó sin identidad.

Fuiste un desierto inabarcable, que no pude regar con mi amor. Fuiste una enorme montaña cuya cima no fui capaz de coronar. Fuiste la amplitud agónica de la nada y la impenetrable fortaleza de la inmortalidad.

Siempre fuiste más que yo y nunca pude alcanzarte.

Iraultza Askerria

La botella de zafiros

Image from page 74 of No, no era un mensaje enrollado cual pergamino, ni un licor añejo de inconfundible aroma, ni siquiera un lagarto enjaulado en una cárcel vidriosa. Se trataba de una botella repleta de zafiros.Ignoro cómo llegó hasta allí. Enterrada en el polvoriento solar de un edificio a medio construir, la botella había brillado con agónica constancia, al aguardo de que algún transeúnte pudiera rescatarla.

Y resultó que el destino me había colocado a mí frente a aquel recipiente de zafiros.

En un primer momento, ignoré de qué se trataba. Luego, al advertir su boca encorchada y su busto acristalado, lo identifiqué sin problemas. Ahora bien, no supe hasta varios minutos después, cuando logré limpiar su cuerpo ceniciento, cuál era su contenido.

Zafiros, hermosos y resplandecientes zafiros.

Yo no era ningún experto en orfebrería ni tan siquiera en la tasación de piedras preciosas, pero por un momento, imaginé que podría hacerme rico. Era por todos sabido el valor incalculable de este tipo de objetos.

Por tanto, con esta ilusión, me encaminé presto a una joyería para informarme del valor de la joya. Cuando salí del establecimiento, mi corazón palpitaba aceleradísimo. ¡Era rico! Había tal vez un millar de zafiros, y el precio de cada pieza oscilaba por encima de los tres mil. El importe total no era nada despreciable.

Tomé dirección hacia mi casa con intención de reorganizar la que sería mi nueva vida. Pero en el camino, me encontré -no sé muy bien si para mi gracia o desgracia- contigo, contigo: bella princesa. Hacía al menos un año que no nos veíamos y, todavía, no había podido olvidarte. Desde que me dejaste, amor mío, había sido incapaz de no pensar en ti.

Y entonces los vi, tus ojos. Tus lindos, fulgentes e inmensos ojos azules, que parecían dos joyas preciosas en su más esbelta superficie.

Tus ojos eran zafiros. Igual de brillantes, pero mucho más valiosos.

Pero te fuiste, despidiéndote rápidamente de mí, sin más conversación que un cínico y educado “¿Qué tal estás?”. Después pensé que nunca más volvería a verte; ni a ti, ni a tus espectaculares ojos.

Así que aterrorizado por ello, volví al solar donde había encontrado la botella, la enterré de igual modo que la había hallado y me guardé para mí dos de aquellos zafiros. Eran tan idénticos a tus ojos que atesorar la joya me aseguraba no olvidarte jamás.

El resto de los zafiros quedaron enterrados en la botella, al aguardo de todos aquellos hombres que necesitasen a su vez de una imitación prodigiosa de los ojos de su amada.

Iraultza Askerria

La mirada huidiza

The Eye - Augusto SernaEs curioso como la mirada huidiza de una mujer puede inculcarte tantas emociones. Ella solitaria en aquella mesa, sentada junto a una amiga, gallarda, escuchando las confesiones de la compañera, mientras punto a punto gira la mirada hacia ti. Intenta observarte, estudiarte, esperarte, pero cuando tú vuelves la mirada para delatarla, ella se aparta, aparentando no haber hecho nada.

Ausencia inverosímil.

Sigues con el juego por un tiempo. Es divertido, agradable, ardiente, las miradas que se encuentran y se deshacen como espigas de trigo. Un brillo en el fondo del iris acomplejado por la explosión de una supernova. Sentimientos cercanos como dos electrones que buscan el núcleo del átomo.

Vacilas en levantarte o no hacerlo. Aguardas que ella haga un movimiento de consentimiento. La filigrana de la voluntad resplandece un instante y te parece que ella mueve la mano hacia ti, señalándote o dándote la bienvenida. Pero no lo sabes. Y tampoco te atreves a preguntárselo.

Es entonces cuando oyes un paso detrás de ti. Giras levemente la cabeza y ves a un hombre desconocido que te sobrepasa y avanza con decisión hacia la chica de la mirada juguetona y dice algo al llegar a la mesa y ella le observa con los mismos ojos con los que te había observado a ti.

Si es que, claro está, en algún momento llegó a observarte.

Iraultza Askerria

Bajo el acecho de la luna

Las caricias del viento suspiran de amor bajo el acecho de la luna, la cual lo persigue ansiosa y apasionadamente, derramando sus besos de luz allí donde se perciben sus murmullos. Dentro de ese iluminado entorno, la musicalidad de la brisa se ofrece como el roce de un cuerpo contra otro; como el jadeo de unos labios sobre una boca ajena; como el suave pestañeo entre dos pupilas que se miran. Algo tan hermoso y ardiente como el propio amor.

—Te quiero.

—Y yo a ti.

Voces que, fingiendo una única armonía, comprenden dos alientos abrazados a un beso. Dedos que, pareciendo una única mano, se desafían por poseer la palma contraria. Ojos que, pestañeando al unísono como un mismo párpado, se reflejan envidiando y anhelando el centelleo del otro. Suspiros de los labios, caricias de una mano y miradas de un alma. Un corazón en dos cuerpos y en un mismo hálito. Tan hermosa pareja se ama bajo el abrigo de la noche.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

Los ojos azules

Pero al alzar los ojos y encontrarse con los otros, su voz se
tildó repleta de incertidumbre e indecisión. Descubrió,
extrañamente pesarosa, que en la profundidad de aquellos ojos
azules, de aquellas cuencas repletas de fortuna y perfección,
temblaba un estigma grave y horrible; temblaba inmóvil por el
pánico.

Era ciego.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria