El caminante

Walkers!!! Ruuun!!! - Jonathan Emmanuel Flores Tarello

Por sendas de Castilla camina el caminante;
ninguna compañía, tan solo fe en el cielo.
Morral tiene a la espalda, la vista por delante,
y dentro va una biblia guardada con gran celo.
Camina el peregrino, ningún acompañante;
no hay nada por el mundo que cáusele canguelo
La fe que tiene en dios, su dios cual Zeus tonante,
seguro le mantiene sin nada de recelo.
Camina el caminante, camina en su creencia
cruzando los destinos. De dios humilde paje,
va aunando por el mundo su más divina esencia.
Y muchos años luego le alabarán los cantos
durante el lecho fúnebre, como un digno homenaje,
pues siempre se recuerda a quienes fueron santos.

Iraultza Askerria

La tentación

tentacion. - mami13

Es la tuya la sincera
manzanita del paraíso
que acaricio ya muy cerca
¡tentador que es el destino!
Es pecado capital
observar los corazones
de la niña virginal
y querer comer sus flores.
La serpiente me envenena
y me muero de agonía
por ansiar besar la pena
atascada en tu sonrisa.
Un reflejo en mis razones
¡advertencia!, caso omiso.
Ignorando los temblores
voy con mi emoción de niño.
Niña mía, soy tu hombre;
sirenita, mi Yasmín.
Es real y azul mi nombre,
no te escapes, ¡ven aquí!
Eres árbol en el centro
no movible del edén.
Con tu fruto me enveneno,
¡qué ahora Dios me juzgue bien!

Iraultza Askerria

El amante de Eros

Eros, como todos los muchachos, era hermoso. Las quince primaveras de sus ojos de cielo brillaban sobre un perfil menudo de rostro impoluto y terso, sobre el cual se esparcían los destellos de unas nutridas sortijas. Su mirada atenta y hermosísima, acaso fruto de la ternura de Venus, se desprendía en un derroche de carácter bohemio y libre, haciendo honor a la grafía despreocupada y atrevida de los adolescentes.

Esos largos ríos de oro vistiendo superficialmente el oval de su rostro y esos grandes zafiros de destellos celestes iluminando el pozo de sus cuencas, generaban un semblante de refinada hermosura. En el fondo de su mirada, las aguas de un mar siempre vehemente rompían con un eco de autoridad.

Era terco, quizá a causa de la vanidad aristocrática heredada de su padre, un insigne noble reconocido a lo largo y ancho de toda la península peloponésica. Gracias a él, el muchacho siempre había saciado cada uno de sus caprichos.

Pero los caprichos no son sino un deseo material que dista mucho de ofrecer la felicidad consagrada a las virtudes del amor, cuya simiente fue sembrada por aquel joven de catorce años en quien nadie se había fijado hasta entonces, hasta que llegó Eros.

Era un chico de catorce años, de esculpido y desnudo torso, de marcados y apetecibles músculos, de firmes y exquisitos labios, que se erguía recto e imponente al filo de la entrada. Eros le observó como un mortal que observa a Zeus en la cima del Olimpo: uno en la llanura de la mortalidad y el otro sobre la divina cima.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

Ruego a Dios

¡Oh, Dios, que sois en los cielos poderoso!
La súplica escuchad de un implorante
haced que este camino de delante
no sea pedregoso.

¡Oh, vos! Salir dejadnos del gran foso;
que la vida, tal que un infiel amante,
convierte en desdichado al más currante
y en rico al más ocioso.

Por ventura, tened la compasión
de reconstruir nuestra amada tierra;
y al hombre haced mejor de corazón.

Que mientras mi poema al mundo yerra,
mujeres y hombres sufren sin razón
las crueldades de una vida perra.

Iraultza Askerria