Quisiste comerte el mundo con un hambre voraz y varios días después falleciste víctima de un empacho. Presa fuiste de la propia jauría de tu voz. Un cazador ataviado con lana de oveja. La noche de tu muerte nadie fue a rendirte homenaje. En vez de ello, dieron un pequeño bocado al mundo, bebieron un insignificante sorbo de aire y siguieron adelante con sus vidas.
¡Contenido extra!
Este relato fue recogido en una grabación hace varios años. Os dejo el link al audio para quienes gusten de escuchar relatos.
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Cada día es más difícil encontrar cosas como la humildad, la sencillez o la autenticidad. Casi todo ocurre y transcurre según escribes aquí. Es una pena.
Efectivamente, son virtudes extrañas y prácticamente desconocidas; y es que el sobreorgullo humano campa a sus anchas.