En los soportales de tus ojos quedé dormido, y aunque estaba a la intemperie no pasé frío. Me acunaste entre las pestañas como a un niño, cantándome aquella nana con tu voz de trino, y mientras pasaba la noche bajo tu nido, tú me cuidabas como si fuera un hijo. ¡Qué sensación tan plena: sentirme protegido! Feliz y arropado, lleno y querido. Habías en una noche conseguido que volviera a sentirme enteramente vivo.
Nov242016