Harto de la comodidad del no pensar del desrazonamiento, de actuar no con el instinto ni con la cabeza, sino con la indiferencia. Avanzar por el mundo tirados del hilo de la discordia, consumidos por el apremio de estar a la altura de lo más alto, cuando las más grandes dimensiones no están arriba sino a ambos lados de la reflexión. El confort de querer lo que aquellos quieren para nosotros. El deseo de tener lo que otros tienen ya. La necesidad imperiosa de mirar por encima del hombro, tan solo unos pocos metros más allá. No forcemos la vista.
Deambulamos así sin ton ni son entre supermercados, autopistas y centros comerciales. Olvidamos la magnificencia de contemplar las estrellas, de escalar montañas, de escribir un diario, de trabajar el conocimiento, de saber más que poseer.
Así, sencilla e indiferentemente, nos acercamos sin remedio al destino final, a la muerte prematura, mucho antes de desaparecer por completo, olvidados ya por todos y sin más título que el que nos otorga la nada.
Deambulamos así sin ton ni son entre supermercados, autopistas y centros comerciales. Olvidamos la magnificencia de contemplar las estrellas, de escalar montañas, de escribir un diario, de trabajar el conocimiento, de saber más que poseer.
Así, sencilla e indiferentemente, nos acercamos sin remedio al destino final, a la muerte prematura, mucho antes de desaparecer por completo, olvidados ya por todos y sin más título que el que nos otorga la nada.