¿Por qué escribimos? II

It's not about demographics, it's about productivity growth! - JFabra

En el anterior artículo, desvariaba abiertamente y sin tapujos sobre las razones que nos motivaban a escribir. Repasaba varios puntos como la necesidad de imitar a los genios que leemos o reproducir las experiencias que nos consumen por dentro. También hablaba de la escritura como una vocación, un pasatiempo personal tan válido como quien colecciona minerales o gusta de cazar palomas. Además, razonaba como el escritor vivía de la aceptación de sus lectores, sin los cuales es incapaz de seguir adelante.

Pero pienso que la respuesta a “¿por qué escribimos?” es tan amplia como variopinta, y cada autor podrá redactar un tomo entero como contestación a dicha cuestión. Cada alma lírica es un universo y cada cual sabrá las razones por las que se dedica a escribir.

Yo intentaré desentrañar las mías.

Dinero

Sinceramente, dudo que haya algún escritor de arte que escriba por mero dinero. Aunque los autores de best-seller ganen una millonada en concepto de ventas, estoy seguro de empezaron a escribir novelas por vocación, porque se lo pedía el alma.

Creo, además, que quien escribe de una forma regular, holgada y esforzada termina convirtiendo en profesión lo que al principio era una vocación. No se escribe por dinero, pero escribir puede ayudar a conseguirlo.

De hecho, uno de los sentimientos más enriquecedores es poder materializar en patrimonio lo que en verdad nos gusta: escribir. Si bien, nunca seremos multimillonarios con nuestros textos, es muy posible que nos dé para vivir.

Entendimiento

Porque escribir, en la inmensidad inimaginable de todos los espacios, es todavía la mayor de las aventuras.

Robert Coover

Dijo Sócrates aquello de “conócete a ti mismo”. El ser humano, como ser emocional, siente dudas existenciales a lo largo de toda su vida, dudas que carcomen profundamente tanto el alma como la cabeza del elegido. Afortunadamente, el mero hecho de escribir ayuda a desentrañar las vacilaciones y recobrar la seguridad en uno mismo.

Escribir es una forma de entender la naturaleza y saber cuáles son los sentimientos del alma humana. Pienso que la escritura no es más que una lectura analítica, donde la razón se empapa de sabiduría. Puesto que todo el conocimiento del ser humano, todas las ideas, se transmiten bien con iconos o con palabras, escribir es el puente para desempolvar dicha sabiduría.

Se puede decir, en definitiva, que escribo para entenderme a mí mismo y para entender al mundo. Posiblemente, nunca consiga ni lo uno ni lo otro, razón por la que seguiré escribiendo toda la vida.

Supervivencia

Pienso que el nivel de empatía de los escritores es tan inmenso que son incapaces de guardarse sus propios sentimientos. O cuentan lo que sienten o explotan. Para ellos escribir es la necesidad de mantenerse vivos, casi tan importante como el dormir o el comer.

Esta razón, imperecedera y real, está firmemente asociada al deseo de escribir. Es una necesidad anhelada, una adicción de la que ningún autor puede desprenderse. Moldear las palabras, reproducir los eventos, hacer magia con las vocales y las consonantes. Todo ello para no morir en el vano intento de vivir.

Escribir es nuestra razón de ser y, por tanto, nuestra vida.

Escribo para ser yo misma y para hacer que mi pueblo exista

Mircea Dinescu

Pero, en resumen, ¿por qué escribo?

A lo largo de estos dos artículos he pretendido desnudar mi alma en un intento, casi categórico, de responder a dicha pregunta. Han brotado las siguientes palabras clave: imitación, aceptación, vocación, dinero, entendimiento y supervivencia. Ahora llega el momento de olvidarse de la filosofía más académica para hablar de mí y de mi literatura, con la mayor de las franquezas.

Escribo para no quedarme tonto. De hecho, si llevo unos pocos días sin escribir, noto como mis pensamiento se ensucian, las palabras se entorpecen en mis labios y soy incapaz de razonar. El proceso de escribir es un mecanismo para excitar mis neuronas y mi cerebro; sin él, me atrofio. No hay sensación más frustrante que sentirse inútil, y esa impotencia aparece cuando no escribo.

Escribir es además la única herramienta que tengo para buscar la eternidad, aunque sea una eternidad insuficiente o imposible. La mera reflexión de saberme un ser caduco, con los días contados, me desespera, me enloquece, y de esta manera, busco en la literatura una firma que trascienda a mi lápida.

La escritura me permite además servir de memoria, tanto individual como colectiva. En mis textos, escritos a lo largo de los años, se esconde una parte de mi vida y de la de mi entorno, unos recuerdos que, una mente olvidadiza como la mía, sólo puedo inmortalizar al escribirlos. Es por eso que, al leer viejos textos, evoco vívidamente episodios pasados de este universo que comparto con vosotros.

Finalmente, tengo que hablar del placer que me produce la escritura. En parte es uno de las goces más completos. Escribir es la satisfacción de crear escenarios, paisajes, ambientes, mundos, universos y vidas; algo así como una paternidad, como la sensación de ser padre y sentirse orgulloso de sus hijos. La escritura produce en mí un placer solitario, casi onanista, que solo puedo compartir, mucho tiempo después, con mis lectores.

Iraultza Askerria

¿Por qué escribimos?

Colección visual de caligrafía - Silvia Cordero Vega

Hay una cuestión, imperecedera, genuina y constante, que sobrevuela la mente de cualquier artista dedicado a la literatura. ¿Por qué escribimos los escritores? ¿Por qué? ¿Cuál es el motivo intrínseco que nos impulsa a sobrellevar una carga tan pesada con los sentimientos de nuestros protagonistas? ¿Qué hace que amemos tanto la soledad de un escritorio y la ardiente intimidad de la bombilla de un flexo? ¿Cómo es posible que un ser humano tenga tanta disposición, tanta ansia, tanto deseo de estampar palabras y pensamientos sobre una lámina de papel blanco?

¿Dinero? ¿Fama? ¿Vocación? ¿Sosiego? ¿Comprensión? ¿Sabiduría? ¿Compañía? ¿Ética? ¿Moral? ¿Mera fatalidad del destino? ¿Simple encuentro con uno mismo? ¿Desmesurado orgullo? ¿Tímido hastío con la realidad? ¿Exceso de demencia e imaginación?

Las respuestas son muchas, tan variables como agotadoras, y cada escritor, cada novelista, cada poeta podrá esgrimir su propia explicación. Lo cierto es, que sea cual sea la contestación, no es una respuesta fácil. Sin embargo, voy a intentar aclarar esta histórica pregunta desde la experiencia personal, simplemente, por el mero deseo de desnudarme ante vosotros.

Escribo porque hay alguna mentira que quiero dejar al descubierto, algún hecho sobre el que deseo llamar la atención.

George Orwell

Imitación

La mayoría de los escritores no nacen de escribir, nacen de leer. Las lecturas ininterrumpidas, como un virus, malsanas, resultan contagiosas para la mente humana, y así como el Quijote se sintió tentado de reproducir las aventuras caballerescas que devoraba en su biblioteca, los escritores necesitan simular lo que leen. De esta manera comienza un escritor: leyendo.

Tras tantos años dedicados a la lectura y a la escritura de todo tipo de libros, me doy cuenta de que los autores imitados forman una larga lista: Homero, Vladimir Nabokov, William Shakespeare, Gustavo Adolfo Bécquer, John Ronald Reuel Tolkien, Stephen King, etc. Fueron los maestros remotos, los examinadores ausentes de las viejas glorias de un niño extraviado, los incitadores de la inspiración.

Pero el escritor no sólo emula a los genios que lee. Existe algo mucho más sereno, íntimo y portentoso: la simulación de la propia realidad. Reproducir las experiencias, los sentimientos, lo que vemos, oímos, tocamos, olemos y saboreamos. Posiblemente sea ésta una de las razones más primigenias por la que el escritor escribe.

Escribo para contar mi realidad, para narrar los episodios de mi mundo único, para desempolvar recuerdos, para hablar de mí, de ti, de nosotros, de ellos y de cuanto me rodea.

Vocación

Pero hablando en plata y con la franqueza más objetiva, nosotros, los escritores, escribimos porque nos gusta. Otras respuestas no son más que filigranas y ornamentos para volver ostentoso y genial este simple motivo.

Escribir es una vocación, un pasatiempo, un hobby, un acto donde se sustenta la comodidad y la calma del autor. Emborronar de palabras la imaginación es la droga que nos mantiene sonrientes, el ocio en el que se extrapolan nuestros placeres.

La vocación de contar historias, la vocación de escribir finales, la vocación de jugar con vidas de hombres y mujeres que no existen, la vocación de regodearse con algo que sólo es nuestro, la vocación de originar multiversos en nuestra mente inmensa.

Escribo porque me gusta, escribo porque cuando lo hago el mundo se detiene a cada palabra que anoto y se alivia con cada coma y se enternece con cada adjetivo y actúa con cada verbo. Ser dios y escritor es casi lo mismo.

Escribo porque es lo mío.

Aceptación

Pienso, y lo pienso desde el pecado, que los escritores somos especialmente orgullosos. Nuestra vanidad roza la egolatría diría yo. Firmamos nuestras obras con una meticulosidad propia de quien se cree eterno. Quizá una dura referencia a la complejidad mortal del ser humano, empeñado en trascender su propia muerte.

Sea como fuere, el artista, y de esta manera, el escritor busca la incansable admiración del lector, que la fama romana expanda los rumores de su literatura de un lado a otro de los continentes. La consagración del artista, la popularidad del inventor de cuentos, un sueño perseguido, en mayor o menor medida, por los escritores de a pie que, llanamente, necesitan ser aceptados por la sociedad.

Porque al ser humano le encanta ser el centro del mundo y captar la atención de los demás. Muchos lo consiguen con la especulación, con la seducción, con la competitividad, con la simpatía… pero otros desgraciados, como los escritores, sólo pueden alcanzar la fama con una herramienta tan prosaica como la literatura y ser aceptados en un mundo cruel, meramente, por lo que escriben.

Escribo para no ser escrito.

Rodolfo Enrique Fogwill

Por temor a que este artículo se alargue en demasía, voy a dar por finalizada esta primera parte, esperando publicar la continuación en unas pocas semanas. Hasta entonces que decir tiene que cualquier respuesta a la pregunta ¿por qué escribimos? será bienvenida. Sin duda, las opiniones y puntos de vista serán incontables.

Iraultza Askerria

Una cita sobre el amor

—Ave querida: ¿podrás explicarme tú lo que es el amor?
—¡Perfectamente, príncipe mío! El amor es al tormento de uno, la felicidad de dos y la lucha y enemistad de tres; es un encanto que atrae mutuamente a dos seres y los une por irresistibles simpatías, haciéndolas felices cuando están juntos, pero desgraciados cuando están separados. ¿Acaso no existe un ser con quien tú te encuentres ligado por este vínculo del amor.

Washington Irving, en Cuentos de la Alhambra