La Puerta de Alcalá

La historia, en forma de cicatrices, imprime su firma en el alma de la humanidad, en sus tierras, en sus obras, en sus creencias y en sus monumentos. El pasado transforma al mundo en su diario, y anota con precisión los sucesos que merecen ser recordados para la posteridad, bien sea por su magnificencia o por su maldad.Prueba de ello es la Puerta de Alcalá, en el centro de Madrid. Un monumento de piedra que ha sido protagonista de caminos, de bienvenidas ilustres, de resistencias bélicas y de atentados anarquistas, y centro del bastión republicano, de manifestaciones sociales y de la canción que lleva su nombre. Una verdadera enciclopedia de la historia.800px-Madrid_06.JPG

Al repasar la antigüedad del monumento, se debe referir que antes de la puerta moderna, hubo otras tantas construcciones que servían de paso obligado para aquellos transeúntes que venían de otros puntos de la península. Por ejemplo, desde Alcalá. De ahí su etimología. Además de a la Puerta de Alcalá, hubo otros muchos portones que cerraban las murallas de la capital y que unían los caminos de diferentes puntos regionales: Segovia, Guadalajara, Toledo, etc. La utilidad del edificio era a grandes rasgos defensiva y civil.

Sin embargo, la puerta fue reconstruida varias veces con el devenir de los siglos, hasta que Carlos III, en la segunda mitad del siglo XVIII resolvió derribarla y erigir una puerta monumental, convirtiéndola en un símbolo para la capital, una pieza indispensable en la arquitectura española.

Como el arte monumental no entiende de patrias, el trazado del edificio fue encargado al italiano Francesco Sabatini, cuya propuesta fue la elegida en detrimento de las ofertas de otros dos arquitectos españoles. Además, para consolidar la agradable autoría internacional, un escultor francés y otro hispano fueron los encargados de las decoraciones escultóricas.

De esta forma, se encontraba Madrid sin su puerta más prestigiosa en el año 1770, cuando empezó la edificación del nuevo proyecto. Se tardó ocho años en erigirla. Mucho tiempo tal vez, pero la espera, indudablemente, mereció la pena. A fines de esa década, la ciudad contaba ya con una puerta monumental, insigne y maravillosamente hermosa. Formada por cinco vanos. Los dos laterales eran adintelados, y los centrales, arcos de medio punto. Estaba provista además de dos fachadas completamente disímiles; la exterior, que miraba al este con su escudo de armas y sus cuatro niños que simbolizando las cualidades cardinales, y la interior, algo más sobria que la pareja y ataviada con decoraciones de leones, cornetas y trofeos de guerra.

Es tan basta la simbología del monumento, que se harían necesarias decenas de páginas para describir cada motivo arquitectónico y escultórico, y vincularlo con la historia o la mitología; conocimiento que cierto autor no tiene.

Por tanto, es necesario adentrarse en otro curioso rasgo de esta pétrea puerta. Y es que, desgraciadamente, porta las heridas en sus muros de tantos ataques no identificados, que han mancillado su monumentalidad artística y su rigidez histórica. Basta con contemplar momentáneamente la fachada exterior, y la monstruosidad de sus columnas llagadas abrirán de par en par los ojos del espectador. ¿Tan poco sentido común tiene el ser humano que es capaz de destruir su propio arte? ¿Nada se ha aprendido de la devastación de la biblioteca de Alejandría? Bastante corrosivo resulta el tiempo y las arenas del olvido como para contribuir voluntariamente a dicha aniquilación.

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La autoría y el contexto del ataque a la Puerta de Alcalá no tiene una respuesta clara. Se especula con la posibilidad de que las tropas napoleónicas ocasionaran los daños durante el levantamiento del 2 de mayo. Aquel primer paso hacia la guerra de la independencia, que sería recordado renombrando con dicho título a la plaza en la que se levanta la puerta.

Otra posibilidad, se encuadra en el marco del Trienio Liberal, cuando entre 1820 y 1823, los liberales contrarios a la restauración obligaron al rey Fernando VII a firmar la Constitución de 1812. El monarca necesitó la ayuda de la Santa Alianza, países europeos defensores del absolutismo, para restablecer su poder totalitario. Para ello, los Cien Mil Hijos de San Luis del ejército francés acudieron en defensa del rey español. Se dice que en la contienda, los proyectiles de los franceses, impactaron contra la Puerta de Alcalá. Estos hechos no han sido unánimemente aceptados. Después de la confrontación, Fernando VII fue depuesto en su trono. Diez años antes los españoles habían luchado contra los franceses por la restauración de su monarquía y una década después, fue al contrario. ¡Qué irónico!

Avanzando un poco más en el tiempo hasta atracar en 1921, antes de la dictadura de Primo de Rivera, acaeció junto a la Puerta de Alcalá un atentado anarquista que acabo con la vida de Eduardo Dato. El presidente de gobierno fue tiroteado desde una motocicleta mientras viajaba en su coche, y parece que los proyectiles pudieron deteriorar el monumento.

Sea cual fuere la razón de los desperfectos de la puerta, lo cierto es que la humanidad debe aprender de sus errores. Sin hacer apología de la violencia, las revoluciones y las guerras deben respetar las obras artísticas del pasado. Ya que parece imposible convencer a los militares y a los rebeldes de que respeten a los civiles, al menos, que respeten su arte. El arte no daña a nadie y enriquece a todos, independiente de la religión o signo político del individuo.

Aprendamos de nuestras culpas y corrijamos el futuro. El arte sólo debe pertenecer a la eternidad. No quiero ver a otro Carl Sagan atormentado por la destrucción de la biblioteca de Alejandría. Quiero… poder ver esa biblioteca.

Iraultza Askerria