“La literatura es mentira; pero de esa mentira sale una recreación de la realidad; recrear la realidad es, pues, uno de los principios”.
Juan Rulfo
Anteriormente, trataba de esclarecer por qué leer a los demás y observar imágenes ajenas son motivo de inspiración para los escritores. En este artículo, hablaré de las musas que nacen de las experiencias personales, de las confesiones y de los episodios que forman parte de nuestra vida.
El ser humano, por ser una especie social y creativa, tiene la necesidad desbordante de contar lo que le pasa, lo que le ocurre, lo que piensa. La literatura es la forma más sencilla de relatar estas sensaciones y pericias. Por esta razón, muchas obras literarias están basadas, en mayor o menor medida, en la vida del propio autor.
Ejemplos que me vienen a la cabeza son La dama de las camelias, de Alejandro Dumas, o La sonrisa etrusca, de José Luis Sampedro. Analicé la primera obra en este mismo blog, comentando su género autobiográfico. El segundo libro, sin ser una autobiografía, está inspirada tras el nacimiento del nieto del autor, momento en el que concibió esta ejemplar novela de ficción.
En mi caso particular, la vida personal me ha inspirado pequeños relatos, cuentos y poemas. Algunas creaciones son vivencias completamente auténticas, otras impresiones que surgen en determinados momentos, como visiones de mi alrededor enfocadas desde la imaginación más productiva.
El género autobiográfico
La escritura primitiva surge de la necesidad de expresar los sentimientos personales. Consecuentemente, son muchos los casos en los que la primera obra del autor se inspira en sus confesiones o en la propia vida. En otras ocasiones, los protagonistas de la novela inicial tienden a parecerse muchísimo al escritor.
Este género primerizo que ronda la autobiografía atiende a la sencilla razón de que muchos autores escriben para uno mismo y, posteriormente, para los demás. Esta actitud es común y totalmente aceptable; pocos escritores habrá que no hayan comenzado a escribir por el apremio de relatarse a sí mismos.
Por ello, la autobiografía, más o menos verídica, es una de esas fuentes de inspiración que surge en los albores de la escritura y que siempre está presente de una u otra forma.
Las vivencias personales
La madurez y las vicisitudes de la vida que surgen a lo largo de los años, son una fuente inagotable de creatividad y sabiduría. A la hora de revisar el pasado, un escritor puede inspirarse con anécdotas de su niñez, su juventud, su trabajo, su familia… y concebir gracias a ello una historia de ficción.
En lo personal, me considero un escritor muy asiduo a contar mis experiencias. En la obra Rayo de luna, las tres cuartas partes de sus textos se encuentran influenciadas por algún episodio de mi vida, algunos escritos con total sinceridad y otros en un contexto más ficticio.
En este mismo blog, hay decenas de microrrelatos inspirados por la cotidianidad de mi vida y tantos otros poemas, ejemplos que recuerdo sin meditarlo en exceso son: Cuando a una joven ves bailar, El cinturón de Orión, Karina, Una mañana de agosto o Velocidades. Cada cual tiene un punto de verdad y un punto de ficción.
Nuestro entorno
Por último, hay que hacer hincapié en el descomunal influjo que el entorno tiene sobre nosotros. De hecho, tantos microrrelatos he escrito inspirados en mi propia vida como en la vida de los demás: a quienes veo, a quienes escucho, a quienes hablo…
A veces basta atender a las palabras de un desconocido para que esto encienda una idea en nuestro corazón. A veces es suficiente con descubrir un rostro insólito en cualquier centro comercial para descubrir el personaje de una novela de ficción. A veces nuestro alrededor, más o menos ajeno, oculta sagas y poemarios, relatos y cuentos. Descubrir el mundo y cuanto nos rodea es una de las fuentes más completas para la musa de un literato.
En definitiva, os animo a todos vosotros a mirar dentro de vuestros a corazones, a escuchar a familiares y a amigos y a observar la inmensidad del mundo para escribir vuestras obras de arte. Místicamente hablando, la vida de un escritor está íntimamente ligada al espíritu de todas las cosas y entes; porque en cualquier objeto y ser vivo aguarda una musa ansiosa de que un artista la encuentre.
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Aunque no soy escritor, reconozco este mecanismo y ese orden, el reto de escribir para uno mismo, en buena lógica bajo la perspectiva de la propia experiencia, después se da un mecanismo casi automático, como en cualquer arte, la observación va por delante de la mano, por último diré que parece inevitable una cierta soledad, la proporciona el requerimiento del tiempo para la reflexión, quizá lo más difícil sea la objetividad con la que se mira la propia obra y sobretodo la humildad, para eso solo basta con leer mucho.
Un saludo.
Ciertamente, es muy difícil tener objetividad sobre la propia obra; es quizá la última prueba de los escritores y artistas: ser capaces de observar humildemente su creación y sacar conclusiones sobre sus virtudes y defectos. Gracias por el comentario.
Buenos días! Ciertamente , las musas están por todas partes, solo debemos estar atentos y tener la valentía de traducirlas al papel y compartirlas. Mi novela en curso, Boleros para La Magdalena, tiene mucho de autobiográfica, enlazada con anécdotas prestadas e imágenes que he visto y palpado…
Excelente articulo!
Erika
Gracias por la lectura. Como bien dices, la inspiración está por todas partes, y depende de nosotros el compartirlas o no.