El corazón enterrado

New Moon Over Carbon Hill - Keith WilliamsAl poco de enterrar mi corazón en el fondo del río, me sentí más relajado y ligero. Me quité un peso de encima, doscientos ochenta gramos de inútil músculo y una responsabilidad un tanto tediosa.

El lecho del río abrigaba ahora mi corazón moribundo, y yo abrigaba un sentimiento de pura libertad.

Aún recordaba el momento del apuñalamiento. Tuve que introducir el cuchillo por el costado izquierdo del busto, con cuidado de no quebrar las costillas o herir el pulmón, y luego extraer el corazón con un sutil movimiento de ventosa. Fue doloroso, sin embargo, no difícil.

En virtud de la higiene he de admitir que brotó poca sangre. Tampoco me quedaba mucha. La mayoría de mis humores habían sido consumidos por una arpía llamada Patricia. Preciosa ella, pero mala como un tumor en el pecho. Por ello, resolví quitarme el corazón.

Ahora el cáncer rojo se ahogaba en la corriente de agua, mientras yo sobrevivía con una frescura intransigente.

No, no perdí la vida. Por mucho que se afanen los médicos en afirmar lo contrario, el corazón sólo trae dolor y sufrimiento. Más vale desprenderse de él.

Sólo hay un pequeño inconveniente. Tras arrancarme el corazón me convertí en un asesino, en un violador, en un corrupto y en un usurpador sin escrúpulos.

Aunque supongo que es el precio que tiene que pagar la sociedad cuando uno de sus miembros ha perdido lo más precioso en la vida: el amor.

Iraultza Askerria

Cuando habla el corazón

Photo - {author}

A veces las palabras vuelan lejos
sin poder ser leídas o escuchadas,
las mismas no aparecen reflejadas
ni en sonidos, escritos o librejos.
Pero aunque no te lleguen los reflejos
directos de mi voz ni en las llamadas
ni en escritos o lúgubres baladas
sabe que entre estos cálidos reflejos
subyace una razón más que imperante
una palabra siempre resonante:
son los latidos, que aunque lejos hablan.
Y si cierras los ojos para oír
el tímido compás de mi latir
escucharás los versos que se entablan.

Iraultza Askerria

A un corazón roto

heart breaks in 2 - buttersweet

Tú ya conoces todos mis secretos,
tú ya sabes mi poesía,
tú has leído mi rima y mis sonetos
y los llantos de esta alma mía.
Tú ya estorbaste tantos alfabetos
que recorrí de noche y día.
Tú ya has puesto en el verso fiel y escueto
la infiel y dolorosa estría.
¿Qué quieres tú ahora? ¡Déjame!
Te he dado mi vida y arte,
vete de aquí a otra parte.
Déjame morir ya. ¡Déjame!
Enterrado en las canciones
de los rotos corazones.

Iraultza Askerria

Las magdalenas

lemon cake - Chris BlakeleyTe mordí las magdalenas con la delicadeza de un Romeo. Suave y dulcemente escuché tu gemido de Julieta, proyectado desde el balcón de tu boca. Abajo persistía yo en escalar tus magdalenas para unir mi voz a la tuya, pero me resultaba tan exquisito el sabor de tu pequeña repostería, que finalmente preferí quedarme a dormir al pie de tu balcón.

Así lo hice, cobijando mi rostro entre tus íntimas magdalenas, y no hubo nunca un amante que mejor disfrutara de las alhajas de tu corazón.

Iraultza Askerria

Entre palabras

Photo - {author}Una palabra me viene a la mente y otra al corazón. Arriba se repite como un eco, siempre chocando contra las paredes de mis sesos y tornando a hacerse oír, como un manifestante fervoroso. Abajo los latidos impulsan el sonido del término por encima de los pulmones hasta quedar ahogado en el fondo de la garganta.

Mi boca, como siempre, enmudece; incapaz de acallar los gritos iracundos de la mente y el corazón. Ella siempre fue dulce, suave, melosa; instrumento violado por la codicia de los otros dos. Nunca supo rebelarse contra el despotismo de sus hermanos mayores y siempre vivió bajo su yugo.

En esta ocasión, mi boca estaba aterrada, inválida y desprotegida. De un lado a otro le venían frases, oraciones, palabras. No sabía a quién hacer caso: si a la mente siempre tan racional, sensata y juiciosa; o al corazón, implacable sentimiento de la fogosidad, la audacia y la juventud.

Y mientras tanto, el tiempo pasaba y mis ojos observaban cómo se iba el presente. Ante ellos se expandía la infinidad de la carretera, directa a la ciudad. Junto a mí, sentada en el asiento del copiloto, se hallaba una joven mujer. Era de mi edad, soltera como yo, bonita, dulce, simpática, amante del cine clásico y de la gastronomía mediterránea; trabajaba como secretaría de mi jefe.

Habíamos salido tarde de la oficina y me había visto obligado a llevarla a casa al perder ella el transporte público. No me había importunado en absoluto. Tampoco me hubiese importado viajar con ella a Londres, a donde acudiría dentro de dos días por un viaje de negocios y donde se hospedaría durante dos semanas.

Como ya se habrá percatado el lector, esa chica me gustaba mucho, me encantaba más bien, pero en ningún momento de nuestra relación profesional había podido ni había intentado conquistarla. Mi corazón estaba ansioso de salir con ella esa misma noche, de invitarla a cenar, de tomar unas copas, de conocerla mejor. Así se lo hacía saber a mi boca. Mi mente, en cambio, tenía una opinión totalmente opuesta: lo más adecuado era esperar a que regresase de Londres y entonces invitarla a un inofensivo almuerzo en el restaurante de la oficina.

Entre los argumentos de uno y los alegatos del otro, mi boca ignoraba qué hacer. Estaba aterrada, sintiendo los punzantes electrodos de la mente y las hondas palpitaciones del corazón. Emociones en medio de una guerra que no sabían que bando elegir.

El motor resonaba como los tambores de una batalla y marcaba el ritmo de la disputa entre el pecho y la cabeza. La garganta, muda en mitad de aquel cuerpo divido en dos, callaba y callaba, moviendo con su silencio las agujas del tiempo.

La quería para mí, la quería para esa misma noche. Entre mis brazos, entre mi aliento, entre mi móvil erecto. Sin embargo, la mente razonaba que la paciencia era una virtud y que ninguna conquista se sucedía en un día. Las cosas premeditadas funcionaban mejor. La opinión del corazón, contraria a la otra, giraba revoltosamente en la punta de la lengua, impulsando el músculo bocal fuera de los labios. La empujaba a emitir un sonido dulce, un clamor leve e intenso. Pero allí estaba el labio cerrado, siempre fiel a la mente hipócrita.

Finalmente, detuve el coche frente a su casa y no pude hacer nada más que mirar cómo ella se apeaba del automóvil y me abandonaba para siempre.

Nunca regresó de Londres.

Iraultza Askerria

La tabernera

Photo - {author}Allá en los albores de este siglo, conocí a una tabernera fea, fondona, vestida de cinturones que parecían faldas y delantales más largos que una mesa de comedor. Un tímido bigote le asomaba sobre el labio y unas frondosas cejas coronaban su testuz de calabaza. Los parroquianos la llamaban burlonamente «la Macha», riéndose a su costa.

Yo sentí lástima por ella, o quizá odio hacia aquellos borrachines de mala lengua. En esto estaba, cuando resolví acostarme con ella esa misma noche. De lo que ocurrió en su dormitorio nada os diré. Pero sí las consecuencias de aquella relación:

Debido a mi incipiente fama, «la Macha» comenzó a protagonizar las portadas de las revistas del corazón, a exhibirse en los programa de tertulia de sobremesa y a ganar más y más dinero debido a las entrevistas y a la prostitución de imagen.

Yo desaparecí de su vida, pero los parroquianos que tanto la habían menospreciado, comenzaron a cortejarla con rosas, poemas, cartas de amor y mil y un requiebros.

Ninguno consiguió nada.

Iraultza Askerria

Soneto bélico al corazón y a la mente

GADA-HarrierGR3 - {author}

Surge en mi corazón ferviente lucha
airado sentimiento incontestable
que con la sinrazón más excusable
vivísimos lamentos encapucha.

No entiendo cuáles son, mas sé que es mucha
la furia cual el viento que imparable
me rompe la ilusión tan poco dable
a librar de escarmiento que me achucha.
La razón, llena en lógica me abraza.
Se interponen celosos corazones.
Imposible es jugar postrera baza.
No puedo liberarme de esta escoria
no puédome olvidar de las pasiones
que duran duramente en mi memoria.

Iraultza Askerria

 

Y ella a mí

Niebla - Silvia ViñualesSus labios suspiraban, enlazados a los míos. Los dedos palpitaban, ardiendo como el verano, vistiéndose de sol. Los ojos temblaban bajo mi cuerpo, acaso temiendo la culminación de aquel fuego que abrasaba.

Yo también temblaba, pero no de frío. Habíamos perdido el rumbo de nuestras ansias, y ellas manipulaban nuestra voluntad al antojo de dos corazones alocados.

Volví a extraviarme en el cielo, embriagado. Mi ángel volaba junto a mí, guiándome por el edén en la inmensidad del placer y del éxtasis.

Aterrizamos unos instantes después bajo el ronco jadeo de mis labios. El silencio retuvo las largas horas de la madrugada mientras hablaban nuestras pupilas.

Al final, escuché un no. Daba igual. Pese a todo la amaba.

Y ella a mí, aunque se negaba a admitirlo.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

El Corazón de Chocolate

Chocolate! - Daniel  MurguíaYa publiqué hace unos días un relato para concursar en un juego propuesto por la bloguera Gaviota. Se titulaba La casa en llamas y agradezco con franqueza el recibimiento que ha tenido.

Pero mi participación no termina con la publicación de un relato; para nada. Siguiendo con las reglas del juego, tengo que invitar a otros seis blogueros para que tomen parte en este concurso.

Desgraciadamente, mi poco gusto por mirar relojes, calendarios y organizar eventos, me ha impedido considerar la fecha fin del certamen. ¡Nada menos que mañana! Y yo, despistado que soy, ni siquiera recordaba la proximidad de esa fecha.

Por ello, a mis siguientes invitados les quiero pedir perdón por la tardanza. Espero que alguno de ellos tenga tiempo de publicar un relato para el concurso (y ojalá todos). Naturalmente, nadie está obligado a participar y más aún con la fecha fin tan próxima.

Sin más dilación, estos son mis nominados:

Cuentos de amor y sexo

Ecos de la distancia

El narratorio

LucíaBolívar

Rincón del artísta

Yo Me Mi… pero Contigo

¡Animáos a escribir!

Espero que podáis participar en el concurso propuesto por Gaviota. El proceso es bien sencillo: escribir un relato, publicarlo en vuestro blog y Gaviota se encargará de rebloguearlo en el suyo. El premio honorífico es un Corazón de Chocolate, pero más que el galardón, lo importante es fomentar la literatura entre todos nosotros y descubrir el alto nivel de escritores que existe en la blogosfera. Sin duda alguna, resulta sorprendente y enriquecedor leer a tantos grandes autores.

Por último, quería terminar esta entrada con un agradecimiento sincero, tanto a Salvela, por invitarme a participar en el concurso, como a Gaviota, por tener la magnífica idea de iniciarlo.

Muchas gracias a todos, y a mis queridos invitados sólo decirles aún hay plazo hasta mañana 🙂