La fotografía

Crepúsculo - ▶MacLeod◀Acaricié los afilados extremos de la fotografía y comprobé los retratados rasgos de la princesa de mis sueños. El áspero trono en el que se asentaba su divino semblante se recortaba bajo un cielo de azul pálido, oscurecido en la lejanía por el reflejo del ocaso. A la derecha, las inquietas aguas del mar relamían las rocas de la ribera, matizando su pétreo vestido con orlas de húmedos y perlados destellos. En la cúspide de aquel decorado, mi indeleble amor se erguía como un cisne, con los labios ligeramente curvados y la mirada extraviada en la felicidad. La imagen me ofrecía su sonrisa en su natural apogeo. Era una fotografía súbita, instantánea e irrepetible, que cazaba desprevenido a su espontáneo protagonista.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

El rayo de luna de Gustavo Adolfo Bécquer

Tramonto - yokopakumayokoQuizá, El rayo de luna sea la leyenda más conocida de Bécquer. Tal vez se haya convertido en un relato tan popular debido al tema recurrente que abarca: «amor ideal» o, mejor dicho, el «desengaño originado por el amor ideal». Creo que todos, y especialmente en la adolescencia, fraguamos en nuestro mente un amor idílico, platónico, que en forma de mujer o de hombre adquiere todos los canones de la perfección: belleza, inteligencia, simpatía. Concebimos el idea de una mentira que perseguimos tercamente.

Ya en el inicio de la susodicha leyenda, Bécquer nos advierte de dicha realidad:

Yo no sé si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia; lo que puedo decir es que en su fondo hay una verdad, una verdad muy triste, de la que acaso yo seré uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis condiciones de imaginación.

El propio autor reconoce, dado sus virtudes de creatividad lírica, que él es uno de los primeros en tropezar con la impenetrable roca de la idealización amorosa, una y otra vez, golpe tras golpe. Sin embargo, desgraciadamente, será de los últimos en aprender de esos errores. Si es que acaso consigue aprender algún día.

Quizá por ello, el poeta sevillano deja escapar en el apoteósico final toda la rabia, la frustración y la impotencia del desencanto:

Cántigas…, mujeres…, glorias…, felicidad…, mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?, ¿para qué? Para encontrar un rayo de luna.

La lección que aprende Manrique, el protagonista de la leyenda, sobre la desilusión y el amor ideal es algo que todos nosotros aprendemos tarde o temprano. Desde mi punto de vista, no se trata de una experiencia amarga ni dura. Sencillamente, el amor ideal no existe; el amor perfecto es un fantasma vano que formamos en nuestra imaginación. Si el amor fuese perfecto, si nuestra pareja lo fuera, el sentimiento sería monótono e insulso; porque las pequeñas imperfecciones hacen del amor algo maravilloso, algo espléndido, algo por lo que —yo, al menos— daría mi vida.

¡Contenido extra!

Bécquer ostenta uno de los pedestales en mi panteón de poetas. Su influencia es clara en muchas obras mías, y asímismo, son abundantes las referencias que de él hago en mis textos. El libro de relatos «Rayo de luna» es un ejemplo claro de este influjo, porque dicha obra, además del título, comparte multitud de homenajes a las Rimas becquerianas. De hecho, el prólogo del libro comienza con el final de la leyenda El rayo de luna.

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Cortázar, entre citas y relojes

Al leer a Cortázar, uno se percata de que la literatura ha alcanzado las cotas más altas. Si a esto unimos la maestría de Borges o Márquez, el llanto aflora a mi rostro al comprender que nosotros, los nuevos escritores, estamos condenados al fracaso literario. En ese instante, el ansia por escribir desaparece y siento una íntima llamada de devorar libros y leerlos hasta desgastar la tinta impresa.

En esta ocasión, quiero centrarme en la figura literaria de Julio Cortázar y analizar una constante en su obra, como lo es el paso del tiempo, su temporalidad, su condena, su cotidianidad más nefasta; todo ello en la parábola de los relojes, objetos que se llenan de simbología en sus relatos. Sirva de ejemplo algunas citas extraídas de su libro Historias de cronopios y de famas o de su cuento El perseguidor:

Instrucciones–ejemplos sobre la forma de tener miedo

Se sabe de un viajante de comercio a quien le empezó a doler la muñeca izquierda, justamente debajo del reloj pulsera. Al arrancarse el reloj, saltó la sangre: la herida mostraba la huella de unos dientes muy finos.

Resulta aterrador imaginarse la escena, tan espeluznante como el ser diabólico que engendró Bram Stoker. En esta ficción, el reloj de pulsera personifica al mismísimo Drácula, una criatura del mal que poco a poco consume la vida de su portador. Eso es el reloj: un objeto infernal cuya agujas chupan la sangre de algún infortunado mientras avanza en la senda del tiempo.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda al reloj

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. […] Te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. […] Te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías. […] No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Piensa, reflexiona, recapacita. ¿En qué? En el tiempo. Un tiempo introducido a la fuerza en un minúsculo objeto, en un reloj malvado que lo controla, que mide su avance, que calcula su ciclo. El reloj brujo, símbolo de la temporalidad, que da al tiempo falsos atributos de puntualidad, espera, ansia y estrés. Al llegar a ese punto, el reloj se transforma en un ser animado, en el dueño de una mujer o de un hombre cuya vida controla hasta el menor detalle de la rutina.

El reloj consume el tiempo y es objeto de consumo por parte de su poseedor. Éste siempre atento, siempre cuidadoso, siempre preocupado de que el reloj se encuentre colgado de la muñeca y marcando una hora exacta. O en el peor de los casos, esperando a que el tiempo avance hasta el instante deseado mientras objeto y animal se consumen.

Porque al atarnos un reloj, nos encadenamos de por vida.

Instrucciones para dar cuerda al reloj

Allá en el fondo está la muerte, pero no tenga miedo. Sujete el reloj con una mano, tome con dos dedos la llave de la cuerda, remóntela suavemente.

El reloj nos conduce a la muerte, acompañándonos fielmente por la vida. En todos y cada uno de los momentos: el amor, el trabajo, la paternidad, la soledad, la segunda juventud, la vejez. Ahí permanece el reloj, siempre erguido sobre la muñeca, avanzando en la carrera del tiempo y atrastrándonos en pos de él. Corriendo, viviendo apurados, bajo presión, bajo la presión del reloj; aparato éste al que se da cuerda pretendiendo alargar el recorrido temporal. Pero poco importa. Al final, siempre está la muerte.

El perseguidor – Las armas secretas

Si encontráramos la manera podríamos vivir mil veces más de lo que estamos viviendo por culpa de los relojes, de esa manía de minutos y de pasado mañana.

¿Cómo se puede disfrutar del tiempo si a uno le preocupa tanto en qué momento vive? ¿En qué hora? ¿En qué minuto? ¿En qué segundo? ¿Llego tarde o llego pronto? ¿Falta mucho o falta poco? Condenados a la obsesión de las agujas del reloj, uno no puedo disfrutar de la vida. Siempre corriendo, siempre inquietado.

Indudablemente, el tiempo pasa mucho más rápido cuando hay un reloj momento.

La razón de ser del reloj

En la obra de Cortázar, el reloj hace referencia, como una obsesión, a la temporalidad. Es la forma de recordar que el ser humano es mortal y que de poco sirve la preocupación maniática de controlar el tiempo, de saber constantemente el segundo de cada momento, cuando en verdad, los segundos no existen. Los segundos fueron.

De esta forma, Cortázar nos invita a disfrutar de la vida, del arte, de los momentos, de la familia, de los amores y de cualquier experiencia mundana, sin obcecarnos en la reiterativa ilusión de controlar el paso del tiempo. El reloj no debe ser quien guíe la senda de nuestras vidas, sino simplemente un acompañante más dentro de una comitiva de complementos.

Por todo ello, es de agradecer la sabia tesis de Julio Cortázar y, desde estas líneas finales, invito a detener irremediablemente cualquier reloj que pase por nuestras vidas.

¡Contenido extra!

Como apéndice, recomiendo la lectura de este texto titulado Tristeza del Cronopio, donde Cortázar muestra magistralmente las ventajas y desventajas de que un reloj esté atrasado.

A la salida del Luna Park un cronopio advierte que su reloj atrasa, que su reloj atrasa, que su reloj. Tristeza del cronopio frente a una multitud de famas que remonta Corrientes a las once y veinte y él, objeto verde y húmedo, marcha a las once y cuarto. Meditación del cronopio: «Es tarde, pero menos tarde para mí que para los famas, para los famas es cinco minutos más tarde, llegarán a sus casas más tarde, se acostarán más tarde. Yo tengo un reloj con menos vida, con menos casa y menos acostarme, yo soy un cronopio desdichado y húmedo».

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El mafioso abstemio

Cereza - Cherry - Guillermo VicianoEl líder mafioso estaba sentado frente a dos individuos, con las manos sobre la mesa, donde reposaban un vaso de agua y dos cervezas.

La gloria de Jesús había sido provocada por su crueldad, fiereza e irascibilidad. Sin embargo, era igualmente conocido por la categoría fundamental que concedía a la salud. Por ello, Jesús nunca fumaba, ni siquiera para probar la calidad de la marihuana con la que traficaban él y sus socios; nunca bebía alcohol, tampoco en las ceremonias celebradas en honor a logros significativos; y nunca consumía ningún tipo de sustancia narcótica, ya fuese cocaína, morfina o las pastillas despachadas por los farmacéuticos bajo la inocente marca popular de aspirina.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

5 ideas para empezar un cuento

Pen to Paper - mbgrigbyA todos nos ha pasado que, aunque con muchas ganas de escribir, las palabras quedan atoradas en la nada. El silencio de la inspiración embiste furioso nuestra musa y nosotros nos quedamos paralizados ante ese aciago, funesto, horrible y atroz papel en blanco.

Es en ese momento cuando más deseamos comenzar una historia, un cuento, un relato. El deseo se convierte en una necesidad palpitante. Sin embargo, no sabemos cómo hacerlo y el destino se burla de nuestra creatividad.

Por eso, para esos momentos en los que la inspiración no llega, propongo alguna pautas para empezar un cuento o, como poco, para incentivar la imaginación y la escritura.

1. Con dos palabras

Este es uno de mis métodos preferidos, quizá por su aparente sencillez. Basta con seleccionar aleatoriamente dos palabras, cualesquiera. Por ejemplo: carbón y ratón; o mejor aún, pañuelo y jolgorio. A partir de la elección, uno tiene que ponerse a escribir. Lo que sea; con la única condición de que la historia contenga esas dos palabras.

Personalmente, para este método, siempre me auxilio de una aplicación web que genera palabras aleatorias. Basta refrescar la página o pulsar la tecla F5 y… ¡listo! Dos palabras preparadas para inspirar un cuento.

Ejemplos de relatos que surgieron utilizando este método son: El riachuelo y la cadena.

2. Un cuento en el mundo al revés

¿Qué pasaría si la Bella Durmiente sufriese en realidad un tenaz insomnio? ¿Y si Blancanieves fuese secuestrada por siete gigantes? Ha aparecido otra bruja descuartizada, ¿los sanguinarios Hansel y Gretel habrán tenido algo que ver?

Emplear historias arraigadas en la tradición, paradojas absorbidas por la sociedad, refranes de culto o cualquier cuento conocido por todos y, posteriormente, revertir la idea principal, el núcleo de la cuestión o los atributos principales, concebirá una nueva trama, un nuevo cuento, una nueva historia lista para ser redactada.

Ejemplos de relatos que surgieron con este método son: Pinocho sin nariz.

3. Agrupar bajo un mismo relato varios cuentos o historias

¿Imagináis a Aladín y a Caperucita Roja intentando escapar de un malvado lobo que ha devorado a la lámpara maravillosa y a la alfombra mágica? ¿Sí? Pues empezad a escribir.

¿Qué ocurriría si la armada del Imperio Otomano se hubiese apoderado del submarino del capitán Nemo y procediese a asestar un duro golpe sobre Londres? ¿Logrará Hércules Poirot encontrar las pistas que conduzcan al paradero de la nave submarina antes de que la Gran Guerra se decante del bando turco?

Como veis, las posibilidades son inmensas en un mundo que mezcla ficción y realidad. Todo un abanico de historias. Basta entremezclar varios aspectos históricos o ilusorios para ensamblar un relato lleno de acción, intriga y suspense.

4. Cambiar un detalle del mundo real

¿Cómo sería un mundo sin Europa? ¿Y con dos lunas? ¿Y sin sol? ¿Qué pasaría si el fuego no quemase nuestra piel? ¿Y si hubiese más zurdos que diestros? Tantas posibilidades permiten la concepción de un millar de microrrelatos, paradojas, fábulas o textos reflexivos.

Con este método pueden lograrse textos de ficción muy breves, idóneos para motivar la escritura e incentivar la redacción. Cuando el tiempo es escaso y la inspiración no llega, modificar un punto de la realidad es una forma perfecta de facilitar la escritura.

Ejemplos de relatos que surgieron con este método son: El lobo herbívoro.

5. Copiar el final y el principio de un texto y escribir el contenido restante

Naturalmente, el plagio de obras consagrados o autores desconocidos es algo despreciable y punible. No así la imitación de los textos ajenos, sean de Eurípides o de Munro, puesto que no hay que olvidar que el arte es la imitación de la naturaleza. Imitar, y digo imitar, —nada de copiar las bondades de otros escritores—, facilita considerablemente la imaginación general del artista.

Cuando la musa se evapora, es una opción completamente válida imitar los textos de obras consagradas. A tal efecto, bastará con reescribir la primera frase de un libro y la última de otro. A partir de ese momento, sólo cuenta el esfuerzo particular de redactar el contenido restante, utilizando el punto de partida y el de llegada.

¿Qué seríais capaces de escribir si vuestro relato comenzase con “Llueve mansamente y sin parar, llueve sin ganas pero con una infinita paciencia” y finalizase mediante la siguiente oración: “Al examinar sus dedos y ver los anillos descubrieron finalmente de quién se trataba”?

No digo nada más. Lo dejo en vuestras manos. Y naturalmente os invito a comentar vuestras metodologías a la hora de comenzar un relato. ¡Muchas gracias!

El legado de Akademos

Academia de Atenas (Resist version) - Santiago AtienzaMucho se ha hablado de Helena de Troya a lo largo de la historia, y es que aún hoy resulta incomprensible como el rapto de una mujer pudo provocar una guerra de diez años, culminada en el popular caballo. Pero lo curioso es que esta hermosa mujer llamada Helena, ya había sido secuestrada con anterioridad.

El rapto de Teseo

Porque mucho antes de que sucediera la guerra entre aqueos y troyanos frente a los muros de Ilión, Helena de Esparta fue secuestrada por Teseo, el legendario héroe griego que se había enfrentado al Minotauro y que por aquel entonces era rey de Atenas.

Helena, de apenas doce años, pertenecía a una poderosa estirpe de aristócratas espartanos. Una vez conocido el rapto de la niña por parte de Teseo, los hermanos de la primera acudieron en su rescate, dispuestos a destruir Atenas si fuera necesario.

Pero cuando los hermanos llegaron a las afueras de la ciudad griega, sus habitantes proclamaron que ni Teseo ni Helena se encontraban allí. Los invasores, sin embargo, descontentos con la situación, amenazaron con una sangrienta batalla.

Fue entonces cuando entró en escena un desconocido personaje, llamado Akademos. Se trataba de un gentil ciudadano que en defensa de la ciudad de Atenas desveló que Helena había sido conducida a Afidnas, un lejano pueblo del norte.

Akademos, el salvador de Atenas

Los hermanos de Helena aceptaron la revelación y marcharon sin mayor perjurio para Atenas. Allí quedó Akademos, el valeroso ciudadano, como el salvador de la polis. Los atenienses le glorificaron de tal forma que sus tierras pronto se convirtieron en lugar de culto y veneración.

Los terrenos de Akademos se ubicaban a seis estadios de distancia de Atenas, cerca del río Cefiso. Allí se engendró un bosque de olivos y en las inmediaciones se enterró al emblemático ciudadano. La localización se hizo sagrada.

La escuela platónica

Los siglos pasaron por la ciudad de Atenas, entre gobernadores y batallas, entre la amenaza persa y las discusiones filosóficas, pero los jardines del difunto Akademos continuaron fértiles e inmaculados.

Hasta que en el año 388 a.C., el filósofo Platón fundó en aquel lugar su insigne escuela. En honor al antiguo héroe ateniense, Platón llamó a su primitiva universidad la Akademia.

La Akademia atesoró todo el saber de la antigüedad, instituyendo una sociedad científica y literaria. Matemáticas, medicina, astronomía, retórica, oratoria. Fue el antecedente de las universidades modernas y el núcleo cultural durante los siguientes siglos.

Academias y liceos

La Akademia de Platón fue tan popular y tan trascendente para el saber occidental, que los milenios rindieron homenaje a tal nombre. Hoy en día, la palabra academia hace referencia a cualquier institución docente, pero no hay que olvidar que su verdadero origen se encuentra en la figura de Akademos, el héroe ateniense.

Finalmente, hay que apostillar que, siguiendo los pasos de Platón, su discípulo Aristóteles fundó su propia escuela, a la cual bautizó como Liceo. De esta forma, debemos a ambos filósofos griegos el significado y el empleo de estas dos palabras milenarias, que hoy son sinónimo de centros de enseñanza y cultura.

El corazón fue hecho para amar

Heart - seyed mostafa zamani—¿Tienes corazón? Pues entonces, fuiste hecho para amar.

El guardián no objetó nada. Firme y erguido frente al umbral, parecía desafiar la terquedad pasional de Eros, pero en su rostro contraído se dibujaba una mueca de vacilación e infelicidad.

Eros tampoco añadió nada más. Vestido por el calor de la noche, sabía que el silencio era el invitado de honor a tal gala de bordados penumbrosos y motivos estelíferos, los cuales resplandecían sobre la oscuridad reinante convirtiendo el negro harapo en una seda brillante y delicada.

La luna, valiente, besaba el rostro del muchacho enamorado, inculcándole la idea de que con paciencia y perseverancia, la luz más débil podía derrotar a la oscuridad más fuerte; del mismo modo que él, con osadía y afán, podría cortejar al chico del templo y amarlo en la eternidad del arte, las palabras y los sueños.

Dio un paso hacia delante, débilmente, y luego dio otro, arrimándose aún más al cuerpo del guardián. Éste, aun sabiendo de la cercanía de Eros, no intentó alejarse de él, se mantuvo ante el umbral del templo en la misma posición que ayer, que hoy y que mañana, inmutable. Se dedicaron una mirada, la del guardián de incertidumbre, la de Eros de decisión; y éste alargó el brazo hacia el cuerpo del guardián.

Sus dedos le palparon el desnudo torso, de duros y firmes músculos. Las caricias se extendieron por todo el busto, llegando hasta el rostro moreno y los labios silentes.

Finalmente, Eros se inclinó sobre el guardián y le besó.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

Una carrera hacia Maratón

MEDIA MARATON DE SANTA POLA (ALICANTE)--ESPAÑA--SPAIN - jose antonio andresDurante los primeros años del quinto siglo antes de cristo, el mundo civilizado antiguo estaba en vilo. Los persas de Oriente habían extendido su imperio hacia poniente, estableciéndose con rotundidad en Anatolia y desplegando su flota naval en el mar Egeo. Los griegos observaban intimidados la repentina expansión propulsada por Darío I, mientras las costas tracias caían derrotadas por el avance persa. Algunas islas y ciudades helénicas se doblegaron ante la amenaza, y pasaron a ser aliadas del Imperio Persa, también llamado Imperio Aqueménida.

La batalla de Maratón

En este contexto tan poco plácido para la Antigua Grecia, dos ciudades se alzaban como el última baluarte griego. Por un lado, la militarizada Esparta, que poseía, posiblemente, las mejores legiones del momento. Por otro, Atenas, el centro democrático por excelencia, situada en la península de Ática.

Allí, en Ática, desembarcaron los persas cerca de la ciudad de Maratón. Su intención era conquistar la ciudad ateniense, y después todo el Peloponeso. Pero el ejército griego esperaba plantar cara. En las fértiles llanuras de Maratón se conformó aquella trascendental batalla.

Maratón se encontraba a poco más de cuarenta kilómetros de Atenas. En el lugar se dispusieron las legiones atenienses dispuestas a resistir las embestidas de las fuerzas persas. A pesar de que éstas eran mayores en número, los griegos aplastaron la invasión oriental e infligieron una durísima derrota al Imperio Aqueménida, cuyos supervivientes regresaron a los navíos anclados en el mar.

Una carrera de fondo

Tras la eufórica victoria, los griegos se apresuraron a enviar un mensajero a Atenas. Debían difundir cuanto antes la exitosa noticia, para tranquilizar a mujeres, niños y ancianos. El encargado de la misión se llamaba Fidípides y recorrió a la carrera la distancia kilométrica que separaba Maratón de la polis griega.

El mensajero llegó a la ciudad y difundió la nueva, pero el esfuerzo le costó la vida.

Sin embargo, todavía hoy se recuerda aquella popular carrera. La lejana batalla entre persas y griegos concibió lo que hoy se conoce como la disciplina deportiva de los maratones, que se ha venido celebrando desde los Juegos Olímpicos de 1896.

Ciertamente, este hecho parece retocado con tintes míticos. Algunos autores afirman que fue todo el ejército griego quien caminó la distancia que separaba Maratón de Atenas, en contra de la creencia popular de que lo hizo un solo corredor. Este testimonio se encuentra en los libros de Heródoto, quien afirmaba que las tropas griegas se replegaron rápidamente hacia Atenas para prevenir un segundo ataque persa desde la costa.

La existencia de Fidípides tampoco ha podido ser verificada. Sí parece ser una figura histórica, y de hecho, Heródoto cuenta que recorrió la distancia entre Atenas y Esparta (240 kilómetros) pocos días antes de la decisiva batalla, aunque no mencionó nada sobre la carrera final de su vida.

En cualquier caso, nunca sabremos con exactitud la certeza de estos hechos. No obstante, podemos afirmar con rotundidad que este es el origen de esta popular carrera de fondo.

El género de la palabra

Como punto final, me gustaría explicar la concordancia de género de la palabra maratón. Si bien el término está actualmente definido por la RAE como sustantivo masculino, la misma entrada del diccionario agrega que puede utilizarse también en femenino. La razón se remonta a ediciones anteriores del diccionario, cuando el vocablo estaba catalogado como sustantivo femenino, compartiendo similitud de género con otros sinónimos como: carrera, prueba, competición. Nótese, sin embargo, que otras palabras que terminan en “-tón” son, generalmente, masculinas; como por ejemplo, apretón, portón, botón, frontón, pisotón.

Así, el uso exponencial de “el maratón”, obligó a la academia española a modificar la aceptación, llegando a la situación actual: ambos usos, tanto femenino como masculino, son correctos.

Soluciones drásticas

599 - CarSpotterEl hombre contemplaba el bar con un carácter enojado, mientras mantenía la espalda apoyada contra el capó de su vehículo, estacionado a un lado de la carretera. Podía haber optado por la prudente alternativa de aparcar el automóvil dentro del garaje, pero había rehusado tal elección a causa del hedor a aceite y gasolina que saturaba el parking, lo cual podía atufar la tapicería del recién comprado coche. Le había sugerido al propietario que almacenase los bidones de carburante en el ático del bar, donde el nauseabundo olor no importunase a nadie; pero éste había hecho caso omiso del consejo, como si sus palabras le entrasen por un oído y le saliesen por otro. Quizá, para que le quedasen las cosas claras, debía coger un cuchillo y extirparle una oreja.
Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

El diario del escritor

el mito de la realidad - Elisabeth D'OrcyNótese que la profesión de escribir es larga y tediosa como ninguna otra. Todo comienza, primero, con largos años de lectura. Después, insufribles décadas de esfuerzo pretendiendo redactar unos párrafos legibles. Al final, y con suerte, un relato que recibe las buenas críticas de un lector voraz.

Estos son los hábitos del escritor, los cuales sólo se adquieren tras una voluntariosa puesta en marcha, como ese coche de los circuitos automovilísticos que requiere meses de ingeniería, mecánica, pruebas y errores. Alcanzar la redacción diaria requiere una voluntad férrea y una perseverancia sólo al alcance de unos pocos locos; digo locos, porque no hay mayor locura que imaginar lo irreal.

Los años de trabajo se esconden tras la esencia del escritor. Horas pegado al ordenador, tardes enteras transcribiendo borradores, semanas interminables revisando lo que, funestamente, ha de calificarse como basura.

Entonces, ¿qué recomiendo a la irrefrenable vida del escritor? ¿Cómo facilitar su aventura literaria? ¿Qué hacer para que la vitalidad de los pensamientos sea más productiva?

Pues, sencillamente, llevar un diario.

Crea un hoja de cálculo

Necesitamos una hoja de cálculo donde contabilizar el esfuerzo, de tal forma que de un vistazo sepamos cuánto, cuándo y qué escribimos. Conocerse uno mismo como literato facilita mucho la tarea primigenia de escribir.

Todos y cada uno de nosotros funcionamos mejor a unas determinadas horas del día. La ocupación de escribir no es diferente. Algunos prefieren la mañana, otros el anochecer; pero saber cuál es el periodo más eficiente pasa, inicialmente, por llevar un control frecuente de dicha tarea.

Anota la información necesaria

Antes de empezar la escritura, debes anotar la hora y el día en que comienzas la tarea. Luego, simplemente ponte a escribir, sin pausa y obstáculo. Cuando termines, registra la hora de fin y calcula el tiempo dedicado a ello.

Los datos a añadir son los siguientes:

  • Fecha
  • Día de la semana
  • Hora de inicio
  • Hora de fin
  • Número de palabras escritas
  • Título(s) del relato/novela/poema
  • Algún comentario si procede

Escribe todos los días

Para que este diario sea precisamente eso, un diario, hay que escribir diariamente, valga la redundancia. Cada mañana o cada tarde o cada noche, adéntrate en tu imaginación durante unos minutos, tal vez horas si la inspiración así te lo exige, y conságrate a la gran excursión de las palabras.

Lleva un control de las correcciones y revisiones

El escritor ocupa mucho tiempo en revisar y corregir sus textos, casi más que en la fatigosa tarea de redacción. Por ello, es muy recomendable auditar estas labores y llevar un catálogo al día. Pero en la ardua faena de revisión me sumergiré en otro artículo.

Saca las conclusiones al final de mes

Si sigues estos pasos, al terminar el mes, dispondrás de una información completa y fiable. Con la misma podrás descubrir cuáles son los horarios más lucrativos, en qué día de la semana la inspiración es más duradera y en qué momentos la imaginación parece trabada sin ningún camino a seguir.

Si gestionáis este sencillo “diario del escritor”, podréis mejorar indudablemente vuestra calidad y dedicaros a la redacción en las mejores coyunturas. Hacerlo permite conocer los límites de cada autor, y es que conviene no forzar a las musas.

Espero que os haya servido de ayuda este conciso tutorial y aquí os dejo un pequeño archivo en formato Excel para que podáis crear desde ya vuestro “diario del escritor”.