Una última pregunta

Shambala al caer el sol - Aysha Bibiana Balboa Oye, preciosa, déjame hacerte una última pregunta, ¿vale?

He hablado con voz queda, en un registro muy suave. Me arrimo a ti y desciendo los labios hasta tu oído. Aprecio la dulzura de tus rizos contra mis mejillas. Tu cabello…, tu cabello de seda…; tu cabello de anhelos.

En un susurro, despliego los labios:

¿Cuándo vas a enamorarte de mí?

Te oigo suspirar de inquietud. Estoy casi encima de ti, como otras tantas veces lo he estado. Unos pocos centímetros separan nuestras caras. Las pupilas se contemplan directamente, reflejándose. No te mueves. Sabes que cuando abras los labios para responder, yo los cerraré con los míos.

Entonces, nos besamos.

Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria

El Corazón de Chocolate

Chocolate! - Daniel  MurguíaYa publiqué hace unos días un relato para concursar en un juego propuesto por la bloguera Gaviota. Se titulaba La casa en llamas y agradezco con franqueza el recibimiento que ha tenido.

Pero mi participación no termina con la publicación de un relato; para nada. Siguiendo con las reglas del juego, tengo que invitar a otros seis blogueros para que tomen parte en este concurso.

Desgraciadamente, mi poco gusto por mirar relojes, calendarios y organizar eventos, me ha impedido considerar la fecha fin del certamen. ¡Nada menos que mañana! Y yo, despistado que soy, ni siquiera recordaba la proximidad de esa fecha.

Por ello, a mis siguientes invitados les quiero pedir perdón por la tardanza. Espero que alguno de ellos tenga tiempo de publicar un relato para el concurso (y ojalá todos). Naturalmente, nadie está obligado a participar y más aún con la fecha fin tan próxima.

Sin más dilación, estos son mis nominados:

Cuentos de amor y sexo

Ecos de la distancia

El narratorio

LucíaBolívar

Rincón del artísta

Yo Me Mi… pero Contigo

¡Animáos a escribir!

Espero que podáis participar en el concurso propuesto por Gaviota. El proceso es bien sencillo: escribir un relato, publicarlo en vuestro blog y Gaviota se encargará de rebloguearlo en el suyo. El premio honorífico es un Corazón de Chocolate, pero más que el galardón, lo importante es fomentar la literatura entre todos nosotros y descubrir el alto nivel de escritores que existe en la blogosfera. Sin duda alguna, resulta sorprendente y enriquecedor leer a tantos grandes autores.

Por último, quería terminar esta entrada con un agradecimiento sincero, tanto a Salvela, por invitarme a participar en el concurso, como a Gaviota, por tener la magnífica idea de iniciarlo.

Muchas gracias a todos, y a mis queridos invitados sólo decirles aún hay plazo hasta mañana 🙂

La mirada huidiza

The Eye - Augusto SernaEs curioso como la mirada huidiza de una mujer puede inculcarte tantas emociones. Ella solitaria en aquella mesa, sentada junto a una amiga, gallarda, escuchando las confesiones de la compañera, mientras punto a punto gira la mirada hacia ti. Intenta observarte, estudiarte, esperarte, pero cuando tú vuelves la mirada para delatarla, ella se aparta, aparentando no haber hecho nada.

Ausencia inverosímil.

Sigues con el juego por un tiempo. Es divertido, agradable, ardiente, las miradas que se encuentran y se deshacen como espigas de trigo. Un brillo en el fondo del iris acomplejado por la explosión de una supernova. Sentimientos cercanos como dos electrones que buscan el núcleo del átomo.

Vacilas en levantarte o no hacerlo. Aguardas que ella haga un movimiento de consentimiento. La filigrana de la voluntad resplandece un instante y te parece que ella mueve la mano hacia ti, señalándote o dándote la bienvenida. Pero no lo sabes. Y tampoco te atreves a preguntárselo.

Es entonces cuando oyes un paso detrás de ti. Giras levemente la cabeza y ves a un hombre desconocido que te sobrepasa y avanza con decisión hacia la chica de la mirada juguetona y dice algo al llegar a la mesa y ella le observa con los mismos ojos con los que te había observado a ti.

Si es que, claro está, en algún momento llegó a observarte.

Iraultza Askerria

Rubén Darío: el embajador del modernismo

Antigua Avenida Roosevelt hacia el lago, Managua. - kroons kollektionDe Félix Rubén García Sarmiento, más conocido como Rubén Darío, se ha escrito y hablado mucho. Es una de las figuras más destacadas de la poesía moderna; aquel que supo reinventar la literatura en unos años tan convulsos como el final del siglo XIX y el principio del XX, y difundir sus ideas a lo largo del continente americano y europeo, por lo que bien se le puede considerar el embajador del modernismo.

Este poeta nicaragüense nació en un pueblecito de Metapa. Corría el 18 de enero de 1867. Poco después, el neonato fue llevado a la cercana ciudad de León, conocida por ser la sede intelectual de Nicaragua merced a la famosa universidad que alberga. Quizá estos aires de erudición impregnaron la infancia de Rubén Darío, imbuyéndole la sabiduría y la creatividad que más tarde le caracterizaría.

En el año 1882 se embarcó hacia El Salvador, según se cuenta bajo la insistencia de sus amigos que intentaban evitar un matrimonio prematuro con una joven que el poeta había conocida en Managua. Dos años después regresaría a su patria, reanudando los amoríos con la mencionada muchacha. Por aquel entonces, el poeta ya se había iniciado en el verso alejandrino, que tan altas cotas de perfección alcanzaría gracias a él.

No se demoró mucho en su país de origen. En 1886 Rubén Darío se trasladó a Chile, donde se le abrieron las puertas del periodismo. Allí apareció un libro que más tarde se colocaría en los anaqueles de la historia. Se titulaba Azul…

Después de una visita a Nicaragua, Darío viajó nuevamente hacia El Salvador, donde se desposó con una joven de familia hondureña. La luna de miel sucedió simultáneamente a un golpe de estado, lo que incitó que el matrimonio abandonara el país. Se encaminaron hacia Guatemala y poco después a Costa Rica. En este último país nació el primer hijo del poeta.

Con apenas veinte años, Rubén Darío había recorrido ya varios países del continente americano. El momento de visitar Europa le llegó en 1892, cuando se embarcó hacia España coincidiendo con el IV centenario del descubrimiento de América. En el camino, hizo escala en Cuba.

A su vuelta, conoció la prematura muerte de su esposa y decidió casarse con su amor de juventud. Con ella se trasladó a Panamá. Posteriormente, siguió un periplo de viajes que lo condujeron hasta París y Nueva York, para recalar finalmente en Buenas Aires. En Argentina residió unos pocos años, liderando la nueva corriente modernista.

En 1898 viajó a España como corresponsal del diario La Nación de Buenas Aires. En el país europeo conocería a ilustres escritores y filósofos de la época. Incluso halló en Madrid la que sería su último amor.

La estancia en España le abrió las puertas de otros países de Europa Occidental. De esta forma, viajó por Italia, Bélgica, Alemania, Reino Unido y, por supuesto, Francia. Incluso se acercó también al Norte de África en 1903.

En 1906 se hospedó en Río de Janeiro para ir luego a Buenos Aires, donde comenzó a padecer los primeros síntomas de una enfermedad que terminaría siendo letal. Durante los siguientes años, este poeta errante hizo escala en Palma de Mallorca, Madrid o París y también en estados iberoamericanos como Honduras o su tierra natal: Nicaragua.

En 1910 estuvo en México y dos años después participó en una gira publicitaria, recalando en Uruguay y Brasil, entre otros. Con el reciente estallido de la Gran Guerra, Rubén Darío participó en conferencias pacifistas por Estados Unidos.

Rubén Darío falleció unos años después, en 1916 aquejado de un delirium tremens, producto de sus aficiones al alcohol. A pesar de tantos viajes, tanto ir y venir y tantos años en el extranjero, lo cierto es que la muerte se presentó ante Rubén Darío en la mismísima Nicaragua, su tierra natal.

Como último ensalzamiento hacia este genial poeta, hay que revelar que la ciudad que le vio nacer, Metapa, cambió su nombre al de Ciudad Darío. Ocurrió en el año 1920 y fue el mejor galardón para un escritor de su categoría.

Iraultza Askerria

El arte de revisar textos: durante el proceso de redacción

(7/52) Corregir - Irene ChaparroLa revisión de novelas, cuentos, relatos y demás ficciones es toda una vocación. No sólo se necesita un conocimiento expreso de gramática, ortografía y estilo, sino también nociones de historia, educación, política, ecología, industria y cualquier otra ciencia habitual, dependiendo de la ambientación de la obra.

Creo firmemente que la mayoría de los autores, escriben mal y revisan bien. Aquellos que escriben bien son simplemente los maestros de la literatura (uno de cada cien mil escritores, diría yo), y lógicamente, no soy uno de ellos. Los malos autores debemos aprender a revisar bien nuestro trabajo, para que al menos pueda resultar legible.

En los siguientes artículos intentaré abarcar fundamentos al respecto de la revisión de nuestras obras, textos y redacciones, un trabajo mucho más laborioso y aún más insoportable que la propia redacción. En este primer capítulo me centraré, sencillamente, en compaginar la revisión con la redacción del texto, dando a este último proceso mucha más importancia que al primero.

Escribe o revisa, pero nunca hagas las dos cosas

Un autor debe discernir entre dos acciones complementarias pero íntegramente diferentes: escribir y revisar. Escribir es una cosa y revisar otra. La segunda sigue a la primera, pero no deben ir de la mano, no deben sucederse simultáneamente.

Aquel que escribe un párrafo e inmediatamente lo revisa, ni escribe ni revisa. Simplemente, pierde el tiempo. Lo digo tan abruptamente porque lo he sufrido durante años. Hay que dejar que la pluma se deslice sin óbice. Después ya habrá tiempo para revisar, corregir, buscar sinónimos, asimilar significados, reconstruir tramas y anotar cualquier frase oportuna.

Haz una breve revisión de lo escrito el día anterior

Intenta revisar una o dos páginas escritas el día anterior. Esto te permitirá entrar en consonancia con el tono de la redacción y habituar la inspiración al momento narrativo, además de impulsar una pequeña corrección del texto, en la que es vital no demorarse mucho tiempo.

Se trata simplemente de un modelo a seguir para aclimatar la voz narrativa y que sirve, además, como una minúscula, breve y fugaz revisión. Así matamos dos pájaros de un tiro.

Anota instintivamente códigos de revisión durante la escritura de textos

Quizá complicada, pero una práctica muy recomendable. Mientras uno escribe le pueden acometer dudas y faltas: un sinónimo para esta palabra, cómo se escribe realmente el nombre de este médico escocés, a cuántos kilómetros esta Almería de Madrid, se acentúa o no se acentúa esta palabra y cuál es la maldita forma del pretérito pluscuamperfecto del verbo ser.

Lo más importante es no detenerse ante estas vacilaciones y seguir el curso de la escritura. En mi caso, he implementado lo que podríamos llamar un automatismo de códigos que me permite remarcar cada término dudoso para una futura revisión.

Por ejemplo, para cada palabra que necesariamente hay que corregir, suelo enfatizarla con un asterisco (*). Se puede lograr mayor precisión añadiendo códigos alfanuméricos, como los siguientes:

  • *o: duda ortográfica, de acentuación.
  • *g: duda gramatical, muy útil para determinados tiempos verbales.
  • *i: duda informativa, cuando se necesita recavar más datos sobre un personaje, un acontecimiento histórico, un producto de lavandería, una marca de ropa…
  • *d: duda de definición, para lo cual será necesario utilizar un diccionario en el futuro.
  • *s: buscar un sinónimo para la palabra en cuestión.

Un pequeño ejemplo para ilustrar este método:

Pisé el acelerador sin más preámbulos*d. El coche resurgió como un buitre en la carrera desolada. No había nadie: ni coches*s, ni rastro de vehículos ajenos, ni tan siquiera aquel Ferrari Testa Rosa*i del año 1986*i. Por ello, bajé las ventanillas y subí la radio a tope*s. La autopista se llenó de rock & roll.

En este caso, el escritor ha preferido seguir con la escritura sin pararse a revisar el verdadero significado de “preámbulos”, o buscar información sobre la forma correcta de escribir el modelo de ese Ferrari y su año de fabricación. Además, el autor también necesitará encontrar un sinónimo para un dicho tan vulgar como “a tope”, pero esta labor la realizará en otro momento, durante el periodo de revisión y corrección.

La revisión mensual

Como último consejo, recomiendo a los autores realizar una revisión completa a final de mes, pero sólo de lo escrito ese último mes. Nunca de la obra entera. Siguiendo este proceso el escritor clarificará sus pensamientos en torno a la novela, realizará anotaciones sobre personajes, acontecimientos o escenarios, aprovechará para modificar algún punto crítico del capítulo en cuestión, etc. Es importante no demorarse más de dos días en esta revisión mensual. Es sólo una revisión, no una corrección completa.

Si bien en este artículo he aportado pautas para revisar un texto alternándolo con la redacción y sin influir negativamente en ésta, en el próximo capítulo hablaré de consejos para corregir una obra ya finalizada.

Espero que estos trucos os sirvan de ayuda tanto como a mí.

¡Contenido extra!

La revisión de textos es un proceso mucho más duro que la propia escritura. Una novela se puede escribir en tres meses con plena dedicación. Ahora bien, la revisión se puede alargar, sin ningún problema, durante tres años.
El ser humano es un animal que comete errores, muchos errores. No tiene que sorprendernos encontrar incontables fallos en nuestras novelas. Es normal y, lo mejor de todo, enmendable.
La revisión de un texto es como una vacuna, como una medicina, como una operación de larga convalecencia. Pero, en cualquier caso, algo necesario.
Con el tiempo, los autores aprenden a revisar los textos con tanta pulcritud, que ya no temen que la corrección se alargue durante años.

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El acecho

Al acecho - Malia León Respirando el aire con dificultad, recuperó la templanza de su cordura, de su frialdad y de su solicitud. Tras internarse en el bosque, se detuvo frente a un matorral cuyo ramaje le permitía contemplar el porche del edificio. Ahí, frente a la entrada del local, había tres robustos individuos que charlaban desinteresadamente. Vislumbró a la derecha del edificio un cobertizo destinado a acoger los múltiples vehículos de los clientes. Asimismo, aparcado en un lateral de la carretera, había un ostentoso automóvil, propiedad de Jesús, que permanecería estacionado en aquel lugar toda la noche. Tras respirar hondo, examinar cuidadosamente el exterior del bar de Judas, y distribuir las ideas de su mente en una biblioteca clara y propia, Herodes decidió volver a su vehículo.

Y entonces, al volverse, le vio.

Le habían descubierto.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria

El absurdo sonido de absurdo

INDIGNADA!!!! - Pri DinizEste término tan común en el vocabulario español proviene de la palabra latina «absurdus»El diccionario de la Real Academia Española nos define el término como «Contrario y opuesto a la razón; que no tiene sentido«. Sin embargo, huelga decir que ésta no fue su primera acepción.

Su morfología proviene del lexema «ab» y el calificativo «surdus«. El primero puede traducirse como la preposición «de» y el segundo, tal y como el lector habrá pronosticado ya, como «sordo«. Originalmente, la palabra «absurdus» se utilizaba en el lenguaje musical, y hacía referencia en alto latín a los sonidos desagradables para el oído. Las cacofonías y disonancias eran por tanto “ruidos absurdos”. Dicho de otro modo, “absurdus” era el adjetivo idóneo para cualquier sonido desafinado, discorde o ininteligible que no guardase armonía con lo que sonaba.

Con el tiempo, el término «absurdus» fue adquiriendo otras significados, trasladándose más al terreno del intelecto y el juicio. Ya en la era romana, cobró otras aceptaciones como irracional, inconcebible, disparatado, chocante, ilógico, contradictorio o incongruente. En resumen, la palabra que originalmente hacia referencia al oído y a los sonidos meramente disonantes, fue irrumpiendo en el terreno de la mente para referirse directamente a la razón, o mejor dicho, a la falta de razón. Lo que no “sonaba” razonable era absurdo.

Pero no olvidemos que, etimológicamente hablando, cuando decimos que «algo es absurdo» estamos reflejando que es «de sordos». De hecho, desde mi punto de vista, la propia pronunciación de “absurdo” suena bronca, destemplada y aburrida, por lo que, siendo puristas, bien se puede decir que “absurdo” tiene una entonación absurda.

En cualquier caso, no debería sorprendernos el vínculo metafórico de las funciones del oído con las intelectuales, puesto que otras palabras del castellano entremezclan dichas facultades. Es sabido que los romanos asociaban la actividad sensorial con las facultades intelectuales.

Podemos cerciorarnos de ello examinando las etimologías de “discrepar”, que en su origen guardaba relación directa con el crujir de la leña o el crepitar del fuego, pero que, actualmente, significa “Disentir una persona de otra”. Tampoco hay que pasar por alto la raíz etimológica de “obediencia”, compuesta por el prefijo “ob-” y el lexema “audire” y con el significado inicial de “el que escucha”.

En definitiva, el sentido auditivo ha sido utilizado en nuestra lengua para la formación de las más variopintas palabras, lo que demuestra la riqueza histórica y evolutiva de nuestra querida lengua.

¿Cuánto escribes al mes?

Bands I saw from Dec 17 1977 - 1980 - Nicholas Noyes

Hace pocos días, en una charla con un viejo compañero de guerra, nos formulamos esta imperiosa cuestión. El objetivo de la respuesta no era vencer en una batalla literaria de vanidad y supremacía intelectual, sino al contrario, localizar la frecuencia del hábito de escribir, así como los momentos más creativos del día.

La charla sirvió para conocernos mejor como escritores y saber, después de tantos años, que el proceso de redacción atendía a una rutina, a un modus operandi, a un guión preestablecido y a una actitud inherente al alma del poeta.

Las conclusiones fueron de los más enorgullecedoras y anotaré a continuaciones las mías como respuesta a la pregunta del título. Fijaos que para cuantificar la escritura mensual, me decanto únicamente por la cifra de palabras redactadas, no por el tiempo invertido.

Artículos para terceros

El trabajo de articulista es, indudablemente, el que más tiempo me requiere como escritor. Supone elaborar un texto académico, objetivo, informativo, veraz y sin ningún tipo de error. También es mi carta de presentación, mi bolsa de horas y mi primer recurso económico.

A la semana, suelo redactar unos cinco artículos, con extensiones variables entre las 400 y 600 palabras. Haciendo un cálculo aproximado se obtiene la cifra de 10.000 palabras al mes, cuantificadas en una veintena de textos.

La entrada dominical

Quienes siguen mi blog, seguramente habrán leído alguno de los textos publicados los domingos, como éste. Se trata siempre de artículos de historia, etimología, literatura, biografías, comentarios de novelas, recursos para escritores y temáticas similares. Mi intención con ello es expandir mi gusto por estas materias y esperar que el lector se enamore de las mismas tanto como yo.

Entrando de llenos en el meollo de la cuestión, esta entrada dominical suele ocupar una extensión relativa a las 800 palabras. Ojalá pudiese escribir un artículo de estas características todos los días, pero la falta de tiempo y disposición me lo impide. Aún así, en los últimos meses he sido fiel a mi propuesta dominical, que traducido en palabras asciende a la cantidad de 3.200 al mes.

La inspiración de los ratos muertos

A pesar del estrés de la vida diaria y de la volatilidad del tiempo, siempre hay espacio, aunque sea minúsculo, para que la musa se materialice en los momentos más impredecibles. Es entonces cuando una simple hoja de papel, un archivo de texto en el ordenador o alguna nota en el teléfono móvil memorizan la creación de un microrrelato, cuento o poema.

Son, por lo general, textos muy cortos, que suelo publicar los martes y los jueves, y a los que tampoco dedico mucho tiempo. Igualmente su extensión también es pobre; por lo que esta actividad literaria, tan imprevisible y difícil de planificar, origina un número cercano a las 3.000 palabras al mes.

La novela como centro creativo

Sea como fuere, el mayor tiempo dedicado a la escritura está protagonizado por la novela. Aunque la elaboración de estas extensas obras se puede alargar durante años, intento en la medida de lo posible escribir algo día a día. Desgraciadamente, ese “algo” suele ser muy breve.

Debido al resto de las responsabilidades de la vida, no puedo consagrarme a una novela durante ocho horas al día. De hecho, muchas veces, ni siquiera tengo media hora libre. Por lo tanto, el tiempo que dedico a escribir una novela es menos de lo que me gustaría.

En la actualidad, la novela que tengo en curso crece a un ritmo de 12.000 palabras al mes. Número aproximado, naturalmente, pero bastante fiable gracias al recurso del diario del escritor.

La valoración final

Tras hacer un recuento, obtenemos la cifra de 28.200 palabras mensuales, divididas en los siguientes contenidos:

  • Artículos: 13.200
  • Poemas y relatos: 3.000
  • Novela: 12.000
  • Total: 28.200 palabras al mes

Resulta esclarecedor saber que empleo el mismo tiempo para escribir artículos para terceros que para redactar mi novela. Los poemas, microrrelatos y cuentos ocupan un lugar irrisorio en esta producción; donde como ya dije en las primeras líneas, no se tiene en cuenta el tiempo invertido. Las horas de escritura ascienden a decenas y decenas.

La valoración final es bien sencilla: escribo mucho menos de lo que me gustaría. Por eso, durante los periodos vacacionales la producción literaria tiende a duplicarse. Pero ciertamente, y esto es aplicable a cualquiera que posea esta vocación, la escritura debe ser una constante en la vida del autor, independientemente de la calidad y la cantidad. Después, ya habrá tiempo para llenar la papelera de basura prosaica o dar un último empuje de creatividad a nuestras obras.

Espero que el lector pueda sacar sus propias conclusiones, así como exponerlas en sus comentarios; nada me gustaría más. De igual modo, le invito a contestar a la pregunta del título si así lo desea.

Gracias por vuestra lectura.

¡Contenido extra!

Antes de responder a la pregunta del título, hay que aclarar la unidad de medida. Aunque me he basado en la cifra de palabras, también es válido cuantificar horas o incluso páginas.
Una página a DINA 4 con fuente Times New Roman a 12 puntos, sin espaciado y con márgenes de 2.0 cm, puede contener unas 700 palabras. Con el formato de DINA 5, el que más se asemeja al tamaño de un libro de novela, se puede alcanzar las 350.
Entrando de lleno en el apartado del tiempo, personalmente, yo suelo escribir 1.000 palabras por hora; aunque en momentos de verdadera inspiración y quietud absoluta, he llegado a casi duplicar esta cifra.

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Cándido o el optimismo de Voltaire

CandidoEn este cuento filosófico que ahonda en el destino del ser humano en La Tierra, acompañaremos a un esforzado joven, cuyo nombre describe a la perfección su personalidad: Cándido. Un héroe que resulta una combinación explosiva entre el pícaro y torturado Lazarillo de Tormes y el audaz y bizarro Amadís de Gaula, y cuyas aventuras y desventuras nos obligarán a seguirle  con ferviente curiosidad y admiración.

No en vano, Cándido representa un ser inocente y puro en un mundo ciertamente crudo y tortuoso; en donde sus pensamientos sobre el optimismo son invulnerables a pesar de cuantos sufrimientos, pesares y oprobios padece. Un joven enamorado y valiente que recorre prácticamente todo el mundo conocido -desde Alemania hasta Turquía, pasando por Perú-, sin dejar de ser fiel a su filosofía y a su juicio.

Cándido no es más que un utópico personaje que se enfrenta a la horrorosa realidad con optimismo e inocencia, cualidades que utiliza su autor para tejer una sátira mordaz sobre la sociedad del siglo XVIII, y criticar, con afiladas razones, a la religión, el feudalismo y la truhanería del centenario de las luces. Todo en un viaje apasionante que nos remite a un desenlace agridulce, sin tapujos y con esclarecedora moraleja.

La obra fue muy polémica tras su publicación, un lejano año de 1759. Su autor fue un tal «señor doctor Ralph», tal y como vemos en la portada del libro original. Aunque el propio filósofo francés nunca lo admitió, Voltaire (François Marie Arouet) fue el verdadero escritor de la obra. Huelga decir que el sentido crítico del escritor francés, culminó una obra satírica que criticaba el supuesto optimismo histórico, promulgado por intelectuales como Leibniz, y cuyas máximas podían definirse con «todo sucede para bien» o «vivimos en el mejor mundo posible».

Como punto final a este mínimo artículo, me gustaría citar aquella magnífica frase de Horacio: “no vivió mal aquel que, al nacer como al morir, pasó inadvertido”.

Iraultza Askerria