Muerde insana avaricia con tus dientes oxidados. Carcome el humano espíritu abandonado a expensas de un tesoro. Alimenta un ego inútil inservible ante la advenediza muerte; como inservible es la materia que custodias en tu bolsa de cuero.
Muerde maldita codicia oxidada por el desapego. Devora el alma ajena que labora bajo tu yugo. Consume los sudores de los árboles ancianos, inclinados y humillados por tu falta de honradez.
Muerde, carcome, alimenta. Muerde, devora, consume. Bolsa creciente de riqueza fútil, de valor variable, de dinero famélico, de patrimonio oculto, de traicionero interés, de loco e inconstante ir y venir, arriba y abajo, tira y afloja.
Muerde hasta agotarte, muerde hasta flaquear, muerde hasta perder las fuerzas y desgastar los incisivos. Muerde. Muerde por última vez, y luego… ¡muérete!