La tabernera

Photo - {author}Allá en los albores de este siglo, conocí a una tabernera fea, fondona, vestida de cinturones que parecían faldas y delantales más largos que una mesa de comedor. Un tímido bigote le asomaba sobre el labio y unas frondosas cejas coronaban su testuz de calabaza. Los parroquianos la llamaban burlonamente «la Macha», riéndose a su costa.

Yo sentí lástima por ella, o quizá odio hacia aquellos borrachines de mala lengua. En esto estaba, cuando resolví acostarme con ella esa misma noche. De lo que ocurrió en su dormitorio nada os diré. Pero sí las consecuencias de aquella relación:

Debido a mi incipiente fama, «la Macha» comenzó a protagonizar las portadas de las revistas del corazón, a exhibirse en los programa de tertulia de sobremesa y a ganar más y más dinero debido a las entrevistas y a la prostitución de imagen.

Yo desaparecí de su vida, pero los parroquianos que tanto la habían menospreciado, comenzaron a cortejarla con rosas, poemas, cartas de amor y mil y un requiebros.

Ninguno consiguió nada.

Iraultza Askerria

Espero que haya un día

Habrá un día en el que todos
nosotros seremos fieles
a aquellos gratos papeles
hijos de tantos apodos.

Habrá un día, quizá ausente,
en que al fin abandonemos
el aparato que en memos
convierte al mirón y oyente.

Habrá, y nos daremos cuenta
del tanto tiempo perdido
frente al visor y el gemido
de esa maldita herramienta.

Habrá, y diremos… “¡Qué hecho!
¿Por qué dejé la lectura
de lado, como basura,
en favor de ese desecho?”

Iraultza Askerria