Avanzan las legiones victoriosas entre fuegos y escombros. Sortean los miembros amputados, las espadas melladas… Los últimos esclavos han levantado breve resistencia, infructuosa como la petición de piedad. Los vencedores cumplen órdenes sin valorar la maldad de sus actos. Siguen adelante.
Varios bueyes trabajan detrás, resignados, arando la tierra de otrora una gran ciudad. Los surcos, como venas abiertas, se llenan de sal y malos augurios. Muere la flora y la fauna se envenena.
La guerra prosigue su curso germinando a sus anchas.