Incesante lluvia derramada de los tejados del mundo. ¿Dónde estás? ¿Dónde te escondes? ¿A dónde fuiste?
Llueve ahora, te lo ruego. Bendíceme con tus gélidos cristales. Quiero sentirte sobre mi rostro, como una mano redentora, como un pañuelo que limpia pecados. Mas miro al cielo y no te veo; tan azul como la soledad, tan celeste como la burla de un Dios.
Regresa a este mundo, por favor, te necesito en mi alma. Vuelve a derramarte, a mojarme, a humedecer la tierra seca y árida de mi alma desconsolada. Quiero verte llover sobre mi cara y que tus gotas limpien las lágrimas de mis ojos enamorados.
Ven a mí. Lluvia querida. Lluvia amada.