Porque quise ser feliz

La víctima se retorcía entre alaridos, ahogada en la sangre que manaba por los dos orificios abiertos en su cuerpo. El primer impacto había desgarrado la carne del pescuezo, mientras que la otra bala había aterrizado en la parte dorsal del pulmón izquierdo. Moriría asfixiado en breves minutos.

—¿Por qué? —gimió, enfocando el distorsionado semblante de su asesino.

El pistolero se reveló con la mirada perdida en la abundante sangre del vestíbulo. Las piernas le palpitaban de miedo, seguidas del sonido chirriante de sus dientes. Aún mantenía el brazo diestro horizontal, aferrando el arma homicida. Recobrando el valor instintivo que había mostrado unos segundos atrás, se encaminó hacia su moribunda víctima.

Su lamentable aspecto le hizo estremecer.

—¿Por qué? —repitió la víctima.

Brother-Fabrizio Rinaldi

El pistolero se detuvo a una distancia considerable, dispuesto a responder:

—Por qué te preguntas. Yo también me pregunto por qué. ¿Por qué has asesinado a tantos inocentes? ¿Por qué has robado a tantos individuos? ¿Por qué has jodido la vida de tantos hombres? ¿Por qué? ¿Por qué? ¡Qué Dios te perdone por la bestia que fuiste en vida! Espero que la muerte te convierta en el hombre que nunca fuiste.

Alzó la pistola, dispuesto a terminar con el sufrimiento de su víctima. Pero se percató de que no era necesario.

—¿Por qué…? Porque quise ser feliz. ¿Por qué sino?

Fueron sus últimas palabras.

Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria