Megallones

En un planeta azotado por tempestades, guerras sin cuartel y hambrientas enfermedades que desgastan el espíritu humano, los países tercermundistas se ahogan en la abundante escasez de sus necesidades básicas, al tiempo que el mundo occidental concentra su preocupación en otras catástrofes de calado millonario. De ahí que se ahonde en el infame cierre de la página web de Megaupload, que ha levantado ampollas en la sociedad. La gente de a pie esgrime el argumento, veraz y a la vez hipócrita, de que ha perdido los archivos personales que compartía en el sitio web. Los indiviuos de las altas esferas, que nunca brillarán como el sol, argumentan en favor de los derechos de autor; derechos tan a menudo violados en el siglo actual.

Megaupload ha sido desde hace años uno de los pilares sobre el que se fundamentaba el negocio de las descargas directas y el centro neurálgico de un sinfín de páginas que se limitaban a almacenar, publicar y divulgar dichos enlaces. El 4% del tráfico de la red transitaba directamente por los servidores de megaupload.

La libertad de este servicio permitía almacenar online los documentos más transcendentes de tu ordenador personal, y compartir, por ejemplo, las fotos de tus vacaciones en Roma con cualquier familiar y amigo. Incluso una galería fotográfica de varios gigabytes de datos. Anque para ello, se hacía necesario disponer de una cuenta premium para amontonar en Megaupload dicha información. Un privilegio que se abonaba mensualmente. El cierre de Megaupload no les habrá gustado a aquellos que habían invetido su dinero y sus archivos personales en el populoso sitio de descargas.

No obstante, estoy convencido de que la función principal de megaupload era descargar -upload- más que cargar -load- archivos. Y diré más: como su nombre indica descargas masivas. Ahora llegamos al punto de inflexión de la propiedad intelectual, los derechos de autor y la piratería.

Es por todos conocido que desde Megaupload podías encontrar desde El quijote en versión pdf hasta Titanic, de James Cameron, en formato HD. También la última canción de Shakira o del Reno Renardo. Y aunque estoy a favor de la gratuidad cultural -sea música, cine o literatura-, también soy un acérrimo defensor de compensar a esos artistas que tan honradamente se han dedicado a la consumación de su arte.

Un artista debe disponer sin prejuicios de dos opciones. La primera y tradicional vender sus obras a terceros, para que estos divulguen el contenido mediante costosas herramientas de marketing y se nutran con millones de dolares, dejando al artista un aberrante diezmo de ganancias. La segunda, y el futuro más provechoso, promulgarlas públicamente por Internet, sin barreras, y limitarse a recibir donativos o beneficios publicitarios; alternativa que no debe agradar a discográficas y editoriales multinacionales.

Porque, seamos sinceros, la gran mayoría de los autores reciben escasas compensanciones por sus obras de arte. No nos engañemos: el arte enriquece a los inversores, productores y comerciales del marqueting. Y nosotros -lectores, cinéfilos y melómanos- nos contentamos en nuestro egoísmo con disfrutar de la obra sin ofrecer nada a cambio -¿ni un gracias?-, y cuando lo ofrecemos, va a parar a las manos de… los de siempre. Esas discográficas que venden cien mil discos compactos por un ingente precio de veinte euros; y que se lamentan porque la propagación cultural por Internet les invita a caer en la bancarrota. Ja, piratas.
¿Y qué tiene que ver todo esto con Megaupload? Pues mucho… Tengamos en consideración que hace unas semanas se publicó por Internet un video en favor de Megaupload, donde aparecían y cantaban varios exitosos artistas. Pegadiza la melodía, por cierto. Contemos además, con que Megaupload llevaba varios meses poniendo a prueba un servicio llamada Megabox y Megakey; un portal en el que los artistas, sin intermedarios, podrían colgar gratuitamente sus canciones e ingresar hasta un 90% de los beneficios derivados de la publicidad.

Pero para desgracia del progreso de la civilización humana, Megaupload no ha podido poner en práctica su ambicioso servicio debido a su clausura por parte del FBI. Una pena. ¿Habrá tenido algo que ver el totalitarismo de la discográficas?

¿Quién sabe?

Habrá que ver y esperar…

Iraultza Askerria

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