Diario de escribano

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Escribo páginas en el cristal rosa de tu carne. Es mi dedicatoria, mi confesión, mi forma de amarte más allá de la poesía. Con la tinta de mi boca elaboro palabras infinitas, cuyas sílabas bordean tu cuerpo de musa y estrella.

En la blancura de tu pecho tatúo un soneto, y más abajo, donde la depilación desviste la epidermis, pinto una lira de voz dormida, muy cerca de tu sexo arrogante.

Eres mi diario. En ti transcribo las ilusiones y las promesas, que siempre se cumplen gracias a tu lealtad. No hay enumeración de deseos que no encuentre la realidad tras tus manos de algodón. Celulosa mía, me gravas de creatividad mientras me cedes el honor de escribirte un universo literario.

A ti te dedico toda mi imaginación.

Iraultza Askerria

Entre palabras

Photo - {author}Una palabra me viene a la mente y otra al corazón. Arriba se repite como un eco, siempre chocando contra las paredes de mis sesos y tornando a hacerse oír, como un manifestante fervoroso. Abajo los latidos impulsan el sonido del término por encima de los pulmones hasta quedar ahogado en el fondo de la garganta.

Mi boca, como siempre, enmudece; incapaz de acallar los gritos iracundos de la mente y el corazón. Ella siempre fue dulce, suave, melosa; instrumento violado por la codicia de los otros dos. Nunca supo rebelarse contra el despotismo de sus hermanos mayores y siempre vivió bajo su yugo.

En esta ocasión, mi boca estaba aterrada, inválida y desprotegida. De un lado a otro le venían frases, oraciones, palabras. No sabía a quién hacer caso: si a la mente siempre tan racional, sensata y juiciosa; o al corazón, implacable sentimiento de la fogosidad, la audacia y la juventud.

Y mientras tanto, el tiempo pasaba y mis ojos observaban cómo se iba el presente. Ante ellos se expandía la infinidad de la carretera, directa a la ciudad. Junto a mí, sentada en el asiento del copiloto, se hallaba una joven mujer. Era de mi edad, soltera como yo, bonita, dulce, simpática, amante del cine clásico y de la gastronomía mediterránea; trabajaba como secretaría de mi jefe.

Habíamos salido tarde de la oficina y me había visto obligado a llevarla a casa al perder ella el transporte público. No me había importunado en absoluto. Tampoco me hubiese importado viajar con ella a Londres, a donde acudiría dentro de dos días por un viaje de negocios y donde se hospedaría durante dos semanas.

Como ya se habrá percatado el lector, esa chica me gustaba mucho, me encantaba más bien, pero en ningún momento de nuestra relación profesional había podido ni había intentado conquistarla. Mi corazón estaba ansioso de salir con ella esa misma noche, de invitarla a cenar, de tomar unas copas, de conocerla mejor. Así se lo hacía saber a mi boca. Mi mente, en cambio, tenía una opinión totalmente opuesta: lo más adecuado era esperar a que regresase de Londres y entonces invitarla a un inofensivo almuerzo en el restaurante de la oficina.

Entre los argumentos de uno y los alegatos del otro, mi boca ignoraba qué hacer. Estaba aterrada, sintiendo los punzantes electrodos de la mente y las hondas palpitaciones del corazón. Emociones en medio de una guerra que no sabían que bando elegir.

El motor resonaba como los tambores de una batalla y marcaba el ritmo de la disputa entre el pecho y la cabeza. La garganta, muda en mitad de aquel cuerpo divido en dos, callaba y callaba, moviendo con su silencio las agujas del tiempo.

La quería para mí, la quería para esa misma noche. Entre mis brazos, entre mi aliento, entre mi móvil erecto. Sin embargo, la mente razonaba que la paciencia era una virtud y que ninguna conquista se sucedía en un día. Las cosas premeditadas funcionaban mejor. La opinión del corazón, contraria a la otra, giraba revoltosamente en la punta de la lengua, impulsando el músculo bocal fuera de los labios. La empujaba a emitir un sonido dulce, un clamor leve e intenso. Pero allí estaba el labio cerrado, siempre fiel a la mente hipócrita.

Finalmente, detuve el coche frente a su casa y no pude hacer nada más que mirar cómo ella se apeaba del automóvil y me abandonaba para siempre.

Nunca regresó de Londres.

Iraultza Askerria

El amor de mi vida

copa y papel arrugado - {author}

Los versos se acumulan entre dolor y retazos de papel. Las palabras se amontonan ante el espejo de la soledad. Y tú en ellos apareces, como una estrella de fugaces resplandores, iluminando la desdicha de mi vida con el fuego del amor. Pero tan rápido como llegas, marchas, ¡desapareces!, y la efímera fortuna, agotada, me estrangula. El desgarro de tu ausencia me mata; la incapacidad de mis deseos me ahoga, y todo víctima de un sentimiento que sólo a tu lado puede ser hermoso.

Doy la vuelta a la hoja, la observo entre lágrimas. Los versos se destiñen ante mi lamento, y la tinta -color de mi sangre- me envenena. Aprieto el papel con la ira de mis puños, harto. Con furia arrojo la hoja lejos de mí, en un intento vano de alejar mi pesar. Pero al volver la cabeza, encuentro sobre mi escritorio más y más papeles que se abalanzan sobre mí, siendo tan solo un cúmulo de sueños y fantasías con forma de frases armoniosas. Nada más que una plaga de poemas, desconocidos por la musa que los inspiró. Por ti… mi vida.

¿Qué es la vida sino un momento?
¿Qué eres tú si no la eternidad?
¿Qué soy yo si no un lamento
y un resto de soledad?

Tantos versos se abren y luchan por salir a flote, como inmensa es la impotencia que me roe las vísceras. La furia me embarga, y solo hay oscuridad mientras mis puños se ceban con los hijos que yo mismo escribí. Los papeles blancos se tornan rojos y mis uñas sangran, sangran por pecadoras. En la habitación del demonio, gritos dementes y desgarradores dan la bienvenida al infierno.

Pero entonces, todo termina y el caos se diluye bajo la fuerza del cariño. Porque entre los inútiles papeles garabateados, surge una pequeña foto, un retrato de tu rostro que, majestuoso y divino, surte efecto ante el caos incontenible que me asola.

Los ojos de almendras, llenos de vida; los cabellos de ébano y lisos como un océano templado; las mejillas tersas y dulces; y los labios de fresa llenos de secretos. Todo ello se dibuja en la fotografía bajo el pincel de una sonrisa, de tu sonrisa. Una sonrisa que retrata en una pequeña lámina de papel la imagen más bonita del universo entero.

En ese instante, comprendo por qué te amo tanto y, más aún, por qué te necesito tanto. Aferro el retrato con fuerza y lo acerco a mis trémulos labios. Te beso como si fuese el último beso…, que te di… o que te daré… ¡quién sabe! Pero te beso con fuerza, con total ternura, sabiendo que eres el único amor de mi vida.

Iraultza Askerria

 

Palabras en femenino

Esperando dormida... - Javi Sánchez de la viñaLa mano dormida reposaba sobre la almohada. La noche había cedido a una cálida aurora, cuyas luces resplandecían sobre las desgastadas sábanas de la cama, iluminando la piel desnuda de la mujer.

Él la contemplaba con la mirada pensativa.

Recordó la historia de pasión y sinceridad que habían vivido durante la madrugada. Ahora no quedaba más que la memoria nostálgica e imborrable de una pasada época.

Pero la vida era así.

Tomó su ropa y se vistió bajo las caricias de la mañana. Antes de abandonar la alcoba, la miró una vez más; por última vez. Sabía que nunca volvería a verla.

Jamás, nunca más.

Pero juró, sobre la vida y la muerte, que nunca dejaría de amarla.

¡Contenido extra!

Algún lector me preguntó alguna vez sobre el título de este microrrelato. «Palabras en femenino», ¿por qué? La verdad es que no se puede encontrar relación del encabezado con el contenido narrativo del mismo; en vez de eso, hay que vincularlo con la morfología del texto. Todos los sustantivos que se han utilizado en el relato son de género femenino, de ahí, el título. Simple y llanamente.

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¿Cuánto escribes al mes?

Bands I saw from Dec 17 1977 - 1980 - Nicholas Noyes

Hace pocos días, en una charla con un viejo compañero de guerra, nos formulamos esta imperiosa cuestión. El objetivo de la respuesta no era vencer en una batalla literaria de vanidad y supremacía intelectual, sino al contrario, localizar la frecuencia del hábito de escribir, así como los momentos más creativos del día.

La charla sirvió para conocernos mejor como escritores y saber, después de tantos años, que el proceso de redacción atendía a una rutina, a un modus operandi, a un guión preestablecido y a una actitud inherente al alma del poeta.

Las conclusiones fueron de los más enorgullecedoras y anotaré a continuaciones las mías como respuesta a la pregunta del título. Fijaos que para cuantificar la escritura mensual, me decanto únicamente por la cifra de palabras redactadas, no por el tiempo invertido.

Artículos para terceros

El trabajo de articulista es, indudablemente, el que más tiempo me requiere como escritor. Supone elaborar un texto académico, objetivo, informativo, veraz y sin ningún tipo de error. También es mi carta de presentación, mi bolsa de horas y mi primer recurso económico.

A la semana, suelo redactar unos cinco artículos, con extensiones variables entre las 400 y 600 palabras. Haciendo un cálculo aproximado se obtiene la cifra de 10.000 palabras al mes, cuantificadas en una veintena de textos.

La entrada dominical

Quienes siguen mi blog, seguramente habrán leído alguno de los textos publicados los domingos, como éste. Se trata siempre de artículos de historia, etimología, literatura, biografías, comentarios de novelas, recursos para escritores y temáticas similares. Mi intención con ello es expandir mi gusto por estas materias y esperar que el lector se enamore de las mismas tanto como yo.

Entrando de llenos en el meollo de la cuestión, esta entrada dominical suele ocupar una extensión relativa a las 800 palabras. Ojalá pudiese escribir un artículo de estas características todos los días, pero la falta de tiempo y disposición me lo impide. Aún así, en los últimos meses he sido fiel a mi propuesta dominical, que traducido en palabras asciende a la cantidad de 3.200 al mes.

La inspiración de los ratos muertos

A pesar del estrés de la vida diaria y de la volatilidad del tiempo, siempre hay espacio, aunque sea minúsculo, para que la musa se materialice en los momentos más impredecibles. Es entonces cuando una simple hoja de papel, un archivo de texto en el ordenador o alguna nota en el teléfono móvil memorizan la creación de un microrrelato, cuento o poema.

Son, por lo general, textos muy cortos, que suelo publicar los martes y los jueves, y a los que tampoco dedico mucho tiempo. Igualmente su extensión también es pobre; por lo que esta actividad literaria, tan imprevisible y difícil de planificar, origina un número cercano a las 3.000 palabras al mes.

La novela como centro creativo

Sea como fuere, el mayor tiempo dedicado a la escritura está protagonizado por la novela. Aunque la elaboración de estas extensas obras se puede alargar durante años, intento en la medida de lo posible escribir algo día a día. Desgraciadamente, ese “algo” suele ser muy breve.

Debido al resto de las responsabilidades de la vida, no puedo consagrarme a una novela durante ocho horas al día. De hecho, muchas veces, ni siquiera tengo media hora libre. Por lo tanto, el tiempo que dedico a escribir una novela es menos de lo que me gustaría.

En la actualidad, la novela que tengo en curso crece a un ritmo de 12.000 palabras al mes. Número aproximado, naturalmente, pero bastante fiable gracias al recurso del diario del escritor.

La valoración final

Tras hacer un recuento, obtenemos la cifra de 28.200 palabras mensuales, divididas en los siguientes contenidos:

  • Artículos: 13.200
  • Poemas y relatos: 3.000
  • Novela: 12.000
  • Total: 28.200 palabras al mes

Resulta esclarecedor saber que empleo el mismo tiempo para escribir artículos para terceros que para redactar mi novela. Los poemas, microrrelatos y cuentos ocupan un lugar irrisorio en esta producción; donde como ya dije en las primeras líneas, no se tiene en cuenta el tiempo invertido. Las horas de escritura ascienden a decenas y decenas.

La valoración final es bien sencilla: escribo mucho menos de lo que me gustaría. Por eso, durante los periodos vacacionales la producción literaria tiende a duplicarse. Pero ciertamente, y esto es aplicable a cualquiera que posea esta vocación, la escritura debe ser una constante en la vida del autor, independientemente de la calidad y la cantidad. Después, ya habrá tiempo para llenar la papelera de basura prosaica o dar un último empuje de creatividad a nuestras obras.

Espero que el lector pueda sacar sus propias conclusiones, así como exponerlas en sus comentarios; nada me gustaría más. De igual modo, le invito a contestar a la pregunta del título si así lo desea.

Gracias por vuestra lectura.

¡Contenido extra!

Antes de responder a la pregunta del título, hay que aclarar la unidad de medida. Aunque me he basado en la cifra de palabras, también es válido cuantificar horas o incluso páginas.
Una página a DINA 4 con fuente Times New Roman a 12 puntos, sin espaciado y con márgenes de 2.0 cm, puede contener unas 700 palabras. Con el formato de DINA 5, el que más se asemeja al tamaño de un libro de novela, se puede alcanzar las 350.
Entrando de lleno en el apartado del tiempo, personalmente, yo suelo escribir 1.000 palabras por hora; aunque en momentos de verdadera inspiración y quietud absoluta, he llegado a casi duplicar esta cifra.

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