Flor en el estanque, solitaria. Las ondas se multiplican bajo su perfume, como si quisieran compartir su existencia con el resto de los seres vivos del hábitat. Las nutrias levantan la mirada y le sonríen, los flamencos le ceden sus alas rosas, repiquetean los picos de las rapaces pescadoras y destellan las aletas de las truchas.
La naturaleza entera ama a su flor del centro del estanque: mágica, singular, pequeña, hermosa, única. El cielo azul se desborda sobre sus pétalos, la blancura se destila como gotas de vino y una tibia sonrisa emerge de su tallo vidrioso cuando la flor se abre al mundo.
Es el renacimiento de la primavera, la llegada de la pasión, el momento que todo amante ha aguardado impaciente: por fin, se reencuentra con su flor.
Y yo, mientras contemplo ese solitario nenúfar del estanque, pienso en ti, margarita mía.