“Inspiración y genio son casi la misma cosa”.
Victor Hugo
Si en el artículo anterior, cotejaba la lectura de otras obras literarias como una fuente de inspiración, el mismo trato debo demostrar con las imágenes. A pesar de que ni soy un amante de la fotografía ni un forofo de los museos de bellas artes, estas formas de arte me han inspirado alguna que otra vez un relato o una novela.
La fotografía, los retratos, las pinturas y, en definitiva, cualquier imagen visible, esconden en su seno una historia, un momento o un protagonista, algo que puede adquirir un cariz de tremenda complejidad en la mente de un escritor.
La fotografía
Hace años, escribí una novela corta titulada Sexo, drogas y violencia, cuyos extractos pueden encontrarse en este blog. Elaboré esta narración a raíz de dos fotografías que encontré en una revista dominical. Aún hoy me resulta curioso pensar que dos simples fotos pudieron concebir una docena de protagonistas.
Afortunadamente, en su día guardé celosamente esas fotografías en una carpeta titulada “Recortes de revistas”, y por tanto, aún sigo en posesión de las mismas. La primera de las imágenes muestra a una mujer sensual, sentada frente a una mesa cubierta de fichas de póquer. Tiene el codo apoyado en la mesa y el brazo alzado verticalmente, con la mano acariciándose suavemente el rostro. El otro brazo reposa holgadamente sobre la mesa. Viste un vestido rojo, el mismo vestido que Eva, protagonista de Sexo, drogas y violencia, viste en la novela. En la otra fotografía aparece un joven guitarrista en plena actuación, vistiendo una camisa desabotonada hasta la mitad que exhibe un pecho firme y atractivo.
A raíz de estas dos fotografías, me imaginé la interacción de esos dos personajes en un ambiente hostil y clandestino, y finalmente, concebí la novela mencionada anteriormente. Sendas imágenes dieron luz una historia oscura y apasionada.
El fantasma del yelmo dorado, un breve cuento de terror, es otro caso en el que una fotografía me inspiró una historia al completo. La imagen real, incluso, forma parte del relato, por lo que recomiendo encarecidamente la lectura del texto para conocer el origen del daguerrotipo.
La fotografía en general me ha proveído de escenarios, personajes, paisajes y sensaciones. Colores y líneas que toman forma de diálogos, acciones y pensamientos. Un método inefable de aumentar la creatividad es contemplar una fotografía, sea un retrato o una panorámica, y escribir al instante las emociones suscitadas por la imagen. En mi caso, al menos, es un método que nunca falla.
La pintura
Aunque no tengo ningún tipo de conocimiento en torno a las bellas artes, las pinturas de un museo guardan en su interior miles de interpretaciones, como un poema del que se pueden extrapolar diversas tesis, y por lo tanto, se muestran abiertas a cualquier sugerencia.
Además, en el ámbito personal, he de decir que he tenido la oportunidad de conocer a una pintora andaluza, cuyas obras he podido transcribir en pequeños textos. Por ello, opino que las artes visuales y la literatura guardan una estrecha relación artística que se puede alimentar recíprocamente.
Una imagen vale más que mil palabras
En conclusión, tal y como he intentado argumentar en las líneas anteriores: una imagen atesora una novela entera. En el instante en que nuestros ojos leen el brillo, el color y el paisanaje de una fotografía o de una pintura, nacen en la mente cientos de palabras que un escritor siente la necesidad de plasmar.
Cuando la musa se esconde, no hay nada como darse un paseo por un museo de pintura y sentir la inmensidad de un arte antiguo y lejano, o moderno y vanguardista. En cada uno de esos marcos, se oculta una historia ejemplar que necesita ser redactada.
Os ánimo a probar esta experiencia.
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