Muerde

Scary creatures that jump at you - Kevin DooleyMuerde insana avaricia con tus dientes oxidados. Carcome el humano espíritu abandonado a expensas de un tesoro. Alimenta un ego inútil inservible ante la advenediza muerte; como inservible es la materia que custodias en tu bolsa de cuero.

Muerde maldita codicia oxidada por el desapego. Devora el alma ajena que labora bajo tu yugo. Consume los sudores de los árboles ancianos, inclinados y humillados por tu falta de honradez.

Muerde, carcome, alimenta. Muerde, devora, consume. Bolsa creciente de riqueza fútil, de valor variable, de dinero famélico, de patrimonio oculto, de traicionero interés, de loco e inconstante ir y venir, arriba y abajo, tira y afloja.

Muerde hasta agotarte, muerde hasta flaquear, muerde hasta perder las fuerzas y desgastar los incisivos. Muerde. Muerde por última vez, y luego… ¡muérete!

Iraultza Askerria

Onicofagia

Deditos mojados / Wet little fingers - Laura Domínguez

Te muerdes las uñas, deseoso de dolor. Se contrae tu cara en la adicción máxima de comerte a ti mismo. Brillan tus ojos al ver el desgarro continuo de la carne. Sonríe tu alma de placer cuando tus fauces se cierran sobre tus dedos indefensos.

Muerdes, desgarras, comes. No puedes ceder ante la onicofagia, ante el canibalismo de autoconsumirte. Rostro deforme y hambriento. Boca ávida de tu tormento personal.

Y mientras tanto, yo sé que te muerdes las uñas queriendo morder al enemigo que se jacta frente a ti, que se ríe de tu ordinariez, que se burla ante tu ánima inocente. Pero orgulloso, no haces más que agachar la cabeza y desgarrar las yemas de tus dedos con tus dientes rencorosos, cobijándote en tu propio sufrimiento.

¡Cobarde!

Iraultza Askerria

Las magdalenas

lemon cake - Chris BlakeleyTe mordí las magdalenas con la delicadeza de un Romeo. Suave y dulcemente escuché tu gemido de Julieta, proyectado desde el balcón de tu boca. Abajo persistía yo en escalar tus magdalenas para unir mi voz a la tuya, pero me resultaba tan exquisito el sabor de tu pequeña repostería, que finalmente preferí quedarme a dormir al pie de tu balcón.

Así lo hice, cobijando mi rostro entre tus íntimas magdalenas, y no hubo nunca un amante que mejor disfrutara de las alhajas de tu corazón.

Iraultza Askerria