Tras veinte años de profesión, el forense había enloquecido frente a aquel cadáver. El cuerpo había llegado a la sala de exploración con una etiqueta profética: “sujeto sin datos, proceder a su identificación clínica”. Un perro de caza le había destrozado la cara. Tras desvestir el cadáver y descubrir un simbólico tatuaje en la pantorrilla, no necesitó más para identificar a su hija.
Jun182019