El líder mafioso estaba sentado frente a dos individuos, con las manos sobre la mesa, donde reposaban un vaso de agua y dos cervezas.
La gloria de Jesús había sido provocada por su crueldad, fiereza e irascibilidad. Sin embargo, era igualmente conocido por la categoría fundamental que concedía a la salud. Por ello, Jesús nunca fumaba, ni siquiera para probar la calidad de la marihuana con la que traficaban él y sus socios; nunca bebía alcohol, tampoco en las ceremonias celebradas en honor a logros significativos; y nunca consumía ningún tipo de sustancia narcótica, ya fuese cocaína, morfina o las pastillas despachadas por los farmacéuticos bajo la inocente marca popular de aspirina.
Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria
Oct242013