Estate un rato en los secretos de las tinieblas. No salgas de la protección que te ofrecen. Mantente serena y silenciosa, cual materia inanimada, y no permitas que mi instinto descubra tu escondite.
No fuerces la situación, no juegues con mi astucia. Mujer, te advierto que soy un hombre salvaje y amoral. Escóndete de mí mientras la oscuridad persista y muéstrate solo cuando el sol exhiba su poder, cegándome el alma y el corazón y dejándome indefenso ante tus deseos.
Si no lo haces, te encontraré, y entonces seré yo quien queme tu espíritu y arranque los gemidos de tu pecho y descorche tus dos intuiciones y te mate penetrando en tu mirada. En la clandestinidad de la noche, no respondo de mis instintos, soy un monstruo sin razón.
Por eso, vida mía, te lo ruego: estate un rato entre las sombras. Espera pues a que amanezca.