Sep112018
Archivo de la etiqueta: luna
Ago92018
Mi luna, tu lunático
Que loco es este amor que me desborda, como un maremoto de emociones, en cuyas profundidades laten las cornisas de un corazón que incansablemente retumba. Me siento un paranoico de tus encantos, un alcohólico de la miel de tu sexo, un drogadicto adicto a pincharse con tus dientes. La ebriedad de tus senos cobija mis ansias más genuinas.
Ahí quiero seguir día tras día, en la demencia de amarte, a ti y a tu cuerpo de luz y fuego; como el perturbado que erige un altar de Dios sobre el sudor de tu orgasmo. Llámame loco embrujado, paranoico intratable, demente altivo, pero jamás cederé a la impresión de anhelarte, de pintarte, de lamerte, de penetrarte con mi virilidad, y en el silencio y el sosiego de la pausa, sentir que eres mi luna y yo tu lunático.
Jun262014
Sobre el significado del amor
Ojalá pudiésemos dormir los dos juntos, perdidos en un bosque de hadas y fantasías, en el sueño de una noche de verano.
¡Qué grandes fueron los poetas, los literatos y los dramaturgos de las lejanas épocas! Sus murmullos escritos aún resplandecen en nuestra percepción nutridos por la tinta inagotable y eterna que es el arte, ¡el gran arte!
Sin embargo, a pesar de la magnificencia de tales difuntos individuos y de la nobleza de sus obras consagradas sobre el amor, ninguno de ellos supo definir nunca tan ardiente sentimiento o, si lo supo, nunca pudo encontrar las palabras adecuadas para definirlo.
Yo creo que “te quiero” son las únicas palabras que pueden desplegar una sombra veraz sobre el significado del amor.
Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria
Abr242014
Y ella a mí
Sus labios suspiraban, enlazados a los míos. Los dedos palpitaban, ardiendo como el verano, vistiéndose de sol. Los ojos temblaban bajo mi cuerpo, acaso temiendo la culminación de aquel fuego que abrasaba.
Yo también temblaba, pero no de frío. Habíamos perdido el rumbo de nuestras ansias, y ellas manipulaban nuestra voluntad al antojo de dos corazones alocados.
Volví a extraviarme en el cielo, embriagado. Mi ángel volaba junto a mí, guiándome por el edén en la inmensidad del placer y del éxtasis.
Aterrizamos unos instantes después bajo el ronco jadeo de mis labios. El silencio retuvo las largas horas de la madrugada mientras hablaban nuestras pupilas.
Al final, escuché un no. Daba igual. Pese a todo la amaba.
Y ella a mí, aunque se negaba a admitirlo.
Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria
Ene302014
Agradable
Agradable, agradable como la aurora cálida que tras un invierno gélido y eternamente níveo, despunta un día insospechado, sembrando en la tierra la esperanza y el sosiego que acarrea consigo su luz.
Agradable, agradable como el tierno trino de los arpados, que semejando las notas de la lira, corresponden con grata melodía a los arpegios que acompañan el susurro del viento.
Agradable, agradable como el néctar de un labio que, junto a otro, se comparte en recíproca devoción y ternura.
Agradable, agradable como el brío de una danza cuyos bailadores sonríen por la gloria de sus gráciles movimientos.
Agradable, agradable como unos ojos que, mirando a otros, se reflejan en los ajenos con intensiva y fogosa insinuación.
Agradable como la luz, agradable como la naturaleza, agradable como el amor, agradable como la música, agradable como la pasión.
Extracto de Rayo de luna, de Iraultza Askerria
Dic242013
Una última pregunta
He hablado con voz queda, en un registro muy suave. Me arrimo a ti y desciendo los labios hasta tu oído. Aprecio la dulzura de tus rizos contra mis mejillas. Tu cabello…, tu cabello de seda…; tu cabello de anhelos.
En un susurro, despliego los labios:
¿Cuándo vas a enamorarte de mí?
Te oigo suspirar de inquietud. Estoy casi encima de ti, como otras tantas veces lo he estado. Unos pocos centímetros separan nuestras caras. Las pupilas se contemplan directamente, reflejándose. No te mueves. Sabes que cuando abras los labios para responder, yo los cerraré con los míos.
Entonces, nos besamos.
Nov72013
La fotografía
Acaricié los afilados extremos de la fotografía y comprobé los retratados rasgos de la princesa de mis sueños. El áspero trono en el que se asentaba su divino semblante se recortaba bajo un cielo de azul pálido, oscurecido en la lejanía por el reflejo del ocaso. A la derecha, las inquietas aguas del mar relamían las rocas de la ribera, matizando su pétreo vestido con orlas de húmedos y perlados destellos. En la cúspide de aquel decorado, mi indeleble amor se erguía como un cisne, con los labios ligeramente curvados y la mirada extraviada en la felicidad. La imagen me ofrecía su sonrisa en su natural apogeo. Era una fotografía súbita, instantánea e irrepetible, que cazaba desprevenido a su espontáneo protagonista.
Nov32013
El rayo de luna de Gustavo Adolfo Bécquer
Quizá, El rayo de luna sea la leyenda más conocida de Bécquer. Tal vez se haya convertido en un relato tan popular debido al tema recurrente que abarca: «amor ideal» o, mejor dicho, el «desengaño originado por el amor ideal». Creo que todos, y especialmente en la adolescencia, fraguamos en nuestro mente un amor idílico, platónico, que en forma de mujer o de hombre adquiere todos los canones de la perfección: belleza, inteligencia, simpatía. Concebimos el idea de una mentira que perseguimos tercamente.
Ya en el inicio de la susodicha leyenda, Bécquer nos advierte de dicha realidad:
Yo no sé si esto es una historia que parece cuento o un cuento que parece historia; lo que puedo decir es que en su fondo hay una verdad, una verdad muy triste, de la que acaso yo seré uno de los últimos en aprovecharme, dadas mis condiciones de imaginación.
El propio autor reconoce, dado sus virtudes de creatividad lírica, que él es uno de los primeros en tropezar con la impenetrable roca de la idealización amorosa, una y otra vez, golpe tras golpe. Sin embargo, desgraciadamente, será de los últimos en aprender de esos errores. Si es que acaso consigue aprender algún día.
Quizá por ello, el poeta sevillano deja escapar en el apoteósico final toda la rabia, la frustración y la impotencia del desencanto:
Cántigas…, mujeres…, glorias…, felicidad…, mentiras todo, fantasmas vanos que formamos en nuestra imaginación y vestimos a nuestro antojo, y los amamos y corremos tras ellos, ¿para qué?, ¿para qué? Para encontrar un rayo de luna.
La lección que aprende Manrique, el protagonista de la leyenda, sobre la desilusión y el amor ideal es algo que todos nosotros aprendemos tarde o temprano. Desde mi punto de vista, no se trata de una experiencia amarga ni dura. Sencillamente, el amor ideal no existe; el amor perfecto es un fantasma vano que formamos en nuestra imaginación. Si el amor fuese perfecto, si nuestra pareja lo fuera, el sentimiento sería monótono e insulso; porque las pequeñas imperfecciones hacen del amor algo maravilloso, algo espléndido, algo por lo que —yo, al menos— daría mi vida.
¡Contenido extra!
Bécquer ostenta uno de los pedestales en mi panteón de poetas. Su influencia es clara en muchas obras mías, y asímismo, son abundantes las referencias que de él hago en mis textos. El libro de relatos «Rayo de luna» es un ejemplo claro de este influjo, porque dicha obra, además del título, comparte multitud de homenajes a las Rimas becquerianas. De hecho, el prólogo del libro comienza con el final de la leyenda El rayo de luna.
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Oct82013
El corazón fue hecho para amar
—¿Tienes corazón? Pues entonces, fuiste hecho para amar.
El guardián no objetó nada. Firme y erguido frente al umbral, parecía desafiar la terquedad pasional de Eros, pero en su rostro contraído se dibujaba una mueca de vacilación e infelicidad.
Eros tampoco añadió nada más. Vestido por el calor de la noche, sabía que el silencio era el invitado de honor a tal gala de bordados penumbrosos y motivos estelíferos, los cuales resplandecían sobre la oscuridad reinante convirtiendo el negro harapo en una seda brillante y delicada.
La luna, valiente, besaba el rostro del muchacho enamorado, inculcándole la idea de que con paciencia y perseverancia, la luz más débil podía derrotar a la oscuridad más fuerte; del mismo modo que él, con osadía y afán, podría cortejar al chico del templo y amarlo en la eternidad del arte, las palabras y los sueños.
Dio un paso hacia delante, débilmente, y luego dio otro, arrimándose aún más al cuerpo del guardián. Éste, aun sabiendo de la cercanía de Eros, no intentó alejarse de él, se mantuvo ante el umbral del templo en la misma posición que ayer, que hoy y que mañana, inmutable. Se dedicaron una mirada, la del guardián de incertidumbre, la de Eros de decisión; y éste alargó el brazo hacia el cuerpo del guardián.
Sus dedos le palparon el desnudo torso, de duros y firmes músculos. Las caricias se extendieron por todo el busto, llegando hasta el rostro moreno y los labios silentes.
Finalmente, Eros se inclinó sobre el guardián y le besó.
Sep32013
Después de un largo beso
Se despidió con el roce de sus labios y se desligaron sus dedos de los míos antes de que su cuerpo traspasase la entrada de la soledad.
Cuando me percaté, me hallaba solo, incapaz de comprender lo que estaba sucediendo. Sobre mí cabeza, se alternaban amenazadores el cielo y el infierno, dudosos de cuál debía caer primero.