Soneto a una tierra ofendida

Las Médulas - José MiguelSoy el paraíso, el ánima que riega
los riachuelos dulces que descienden
por las montañas níveas que hienden
la voluntad del éter que ciega.
Soy el planeta que amado debiera
por las personas que viven de mí,
y a defenderme bien dicen que sí,
mientras me usan cual la basurera.
Mas sin embargo, próximo es el día
en el que vengaré tal osadía
y de su pueblo no deje señal.
Vientos, tornados, gélidos inviernos,
fuegos, riadas, cálidos infiernos…
¡hoy sellarán vuestro triste final!

La puerta

Puertas abiertas - . SantiMB .

Abriste la puerta de tu corazón
a ese niño perdido durante años
por el mundo.
Parecías el arco iris que siempre surge
a través de la lluvia,
como recordando la pervivencia de la luz
entre la agotadora lluvia.
Me acunaste entre tus manos,
entre tus senos,
entre tus labios,
y yo lloré como el niño,
como un hombre viejo
enzarzado con el vino.
Oro en la copa de mi mirada.
Espada desnuda que se bastó con tu vaina.
Y creció y creció
el niño mayor.
Dentro de ti había espacio para los griegos,
para las flores,
las luces,
colores;
para mi, para exnovios,
para ti, para exnovias
y recuerdos
y lamentos
y carcajadas
de gloria,
y también alguna lágrima
que sabía a íntima victoria.
Abriste la puerta de tu corazón
a un desconocido,
a un mendigo
que deambulaba por rotondas y veredas
pidiendo limosna,
limosneando ternura.
Monedas guardaba en unos bolsillos plagados de agujeros.
Pero tú me enseñaste a coser.
Remedaste las heridas,
aquellas por las que hervía la misoginia.
Me hiciste hombre,
no como aquellas
que me hicieron niño,
que llenaron de sales los criterios,
de azúcar mis celos
para ver o esconder o dar
la falsedad
del tarro de miel.
Pero tú fuiste diferente…
Apareciste embutida en la noche,
ebria de una mano, de una palabra lejana,
remota, inhóspita, secreta, antigua.
Y suena el vocablo: abierto,
cierto,
muerto
por la lengua que representaba
pero bien vivo por la boca
que lo pronunciaba.
Así me abriste la puerta,
me hiciste hombre,
guiaste al niño desamparado
y fuiste la ola que arrastra el pasado
para humedecer la arena infeliz
con la caricia de una sirena.
Y cuando la ola se retiró
la puerta siguió abierta.

La princesa de Gades

Home - Juan Diego JiménezSara abrió entonces los ojos, y con ello, la costa gaditana se llenó de claridad. El sol fulguraba sobre aquella princesa, encamarada a lo alto del faro que alumbraba las caprichosas ondas del Atlántico. Su mirada de niña mimosa rivalizaba con la propia estrella solar. Eran unos ojos de noche estelífera, mucho más nítidos y profundos que la monumentalidad violenta del astro rey. Vida llena de vida.

La brisa marina le retozaba por la cara, creando tibios molinos en su cabello de ébano y agitando cada hebra en una profusión de destellos. El amanecer sonrosado simulando el pudor de sus mejillas virginales. ¿Había algo más bonito que aquel rostro asomado al fin del mundo? ¿Había algo más pleno e íntegro? ¿Más completo? ¿Más perfecto?

Cualquier hombre habría respondido con un no. Sara era la verdadera sirena de Gades, la gran perla de la Bética, la sensual bailarina que desafiaba a la mismísima Teletusa.

De hombros esbeltos y finísimo cuello. Estaba ataviada con un peplo escotado de albino color, y un cinturón que abrazaba su vientre de bizcocho dorado, como la cebada. Bajo los brazos desnudos, el vino fluctuaba trasportando dulzura y en las dársenas de sus dedos se cobijaba en tímidas palpitaciones.

¿Y en sus pechos? Allí brillaba una canción en aleluya, en la mayor, mástil inconmensurable de poesía. Ciertamente, aunque nadie en Gades lo supiera, Sara había recibido el don de Apolo. La décima musa. Sara era poetisa.

Había trascrito sus amores mirando al mar, a veces desde el Templo de Saturno, otras desde el foro, pero siempre con un pergamino y un cálamo, dejando a la imaginación desbordarse desde sus cuencas negras hasta la vastedad del cielo.

Frecuentemente, se despertaba en mitad de la oscuridad, recorría las calles adormecidas de Gades y trepaba por el faro del muelle. Desde la cima podía contemplar el crepúsculo en su máximo apogeo y escribir la belleza de las emociones. Tal y como había intentado hacer aquella mañana.

Pero en esta ocasión, no la habían conducido a lo alto de la torre marina ni sus ilusiones literarias ni su afán por contemplar la hermosura del universo. En vez de ello, gemebunda y llorosa, se había encamarado a la cresta del faro con la única intención de plañir. Desconsolada, perla de concha cerrada, henchida de heridas en el caparazón, cubierta de sal y desabrigada en una playa inhóspita.

La princesa moría de amor.

Aquel joven apuesto y franco, de cabellos rubios y acento íbero, había sido mandado a luchar a las Galias, bajo las órdenes de un general conocido por su temeridad. Cuando la noche anterior se habían despedido con un beso de fuego y nada más, Sara supo que nunca más volvería a verlo.

Ahora, con el joven exiliado a mil kilómetros, su corazón le llamaba a voces y la poesía de su alma brotaba a raudales por los poros de la piel, quemando e irritando las emociones. ¿Valía la pena escribir palabras de dolor, versos atribulados, lírica atormentada? ¿Valía algo la pena cuando el amor se perdía? ¿Y la vida, que era la vida sin un amante, sin una mano suave, sin un abrazo férreo más que pena?

La vida no era nada; y la poesía menos aún.

La princesa de Gades, carcomida por el tormento, no podía ver más allá su romance; y por eso, mientras miraba la luz del amanecer rojo y dejaba que su cuerpo cayera al vacío, no cesó de pensar en él.

Iraultza Askerria

Breve tragicomedia sobre una muerte

Tengo miedo - Historias Visuales

Yo
Oigo algo tras la puerta…
Un afilado sonido
como oxidado alarido.
¿Habrá esta noche reyerta?

Muerte
¡No te asustes, desalmado!

Yo
¡Por mi alma que me asusto!
¿Quién va?

Muerte
La Muerte, con gusto.

Yo
¡Ay, Dios! Mi fin ha llegado.

Muerte
¡Calla! En nombre de Dios.

Yo
¡Ay, señor! No os teme él.

Muerte
Para nada. Si fue aquel
quien mando cortarte en dos.

Yo
¿Mas por qué? Yo nada he hecho.

Muerte
¡No lo sé! ¿Qué más decir?
Se lo podrás tú inquirir.

Yo
¿Sí?

Muerte
¡En el cielo!

Yo
¡Qué despecho!

Muerte
No te quejes que por menos
otros mueren sin quejarse;
y a quienes deben matarse
aún siendo los mas buenos.

Yo
¡Infeliz! Ver tu guadaña
ya me deja sin aliento.

Muerte
Y en breve el pensamiento.

Yo
¡Cruel!

Muerte
¿Acaso te extraña?

Yo
Para nada.

Muerte
Anda vamos…
Que muy tarde ya llegamos…

Iraultza Askerria

La manzana envenenada y el tonto enamorado

Manzana Roja - Christian Ramiro González VerónTonto, tonto, tonto. Manzana envenenada, me dijiste que eras pura y virginal y yo creí tontamente tu mentira. Tonto yo que te mordí creyéndote inmaculada, tonto yo que te probé pensando que eras la plena naturaleza. Atontado por unos labios rojos, tonteé con hacer zumo tu verdor, y beber los fluidos de tu jugo íntimo.

Y no cesé en la tontería de amar tu corazón rojo, mientras tú tonteabas con cítricos y sales, haciendo de mi tonto amor un tonto peligro. Así descompuesto, demente y tan tonto como enamorado, fallecí después de probar tu piel venenosa.

Iraultza Askerria

Las musas ardientes

Foc de Sant Joan - . SantiMB .
Era todo tan sensual que muy pronto me dejé avasallar por la confianza que me ofrecía aquel placer.

En el techo, las luces caían heterogéneamente sin seguir un curso definido, iluminando aquella o esta esquina, pero nunca todas. El salón, aterciopelado en tapices y frondosas alfombras, recibía los luminosos besos entre sus hilos rojizos como bocas de seda que todo lo tragan.
Seguí desorientado en el gozo interior, con la voluntad extasiada. Me deslizaba bajo la luz del salón y sobre las alfombras rojas como un deportista de patinaje artístico. Medalla de oro.

A mi alrededor, ardientes bailarinas rodeaban mis ebrios paseos, ciñéndome con sus extremidades abiertas. Sentía su húmedo aliento pegado a mi rostro encantado, y labios femeninos fundirse en el aire de mis latidos aquí y allá. Ellas danzaban a mi alrededor como musas insaciables, buscando en mi alma los resquicios por donde excitar mi inspiración.

La temperatura aumentaba por momentos y los gemidos femeninos pronto se transformaron en cálido vapor. El vaho fundía mis sudorosas ropas con el descaro, y pronto, muy pronto, me vi desnudo ante aquellas musas ardientes.

Alrededor de mis sentidos embrujados, todo el salón era de un rojo volcán donde hembras de arena zarandeaban su tibia hermosura. No había más color que el del fuego en aquellos cuerpitos infernales que quemaban por dentro. Y cuánto me gustaba, ¡ay, cuánto me gustaba!

El olor almizclado de sus senos comenzaba a enloquecerme. Las magdalenas se abatían sobre mis labios como frutos tropicales. Era demasiada exquisitez para un mortal como yo. Pero invocar a Apolo tenía sus consecuencias, y es que las musas no cesarían hasta dejarme seco.

Me tumbaron sobre las alfombras rojas. Mientras una tañía el vello de mi cuerpo exhalando canciones, otra se acuclillaba muy cerca de mi labio para narrarme amores. A un lado, otra musa me comentaba la historia de cómo había perdido la virginidad. Una cuarta bronceaba mi piel mientras pronunciaba un salmo caritativo y otra lloraba sobre mi pecho por el placer de verme tan feliz. Mientras la sexta aún persistía en sus eróticos bailes sobre mi mirada, otra musa me hacía reír con sus sugerencias. La penúltima se había arrodillado detrás de mí y exhibía ante mis ojos la universalidad de los pendientes astrales. Y la última, la última de las musas me estaba demostrando que era la flautista más encomiable de las nueve.

La inspiración adquiría esbozos de agonía, con aquellas nueve musas disputándose el trofeo de mi virilidad. Los tapices y las alfombras parecían lava sólida. La luz había tomado los impulsos de una llamarada. La temperatura aumentaba y aumentaba, al igual que el sudor de diez cuerpos desnudos vibrando entre gemidos de placer.

Solo cuando llegué a la culminación, pude sentir el dolor. Mis nueve musas se deslizaron como ceniza entre mis manos, cayendo como cera sobre mi piel. Se habían calcinado a merced de la inspiración ardiente, al igual que la seda roja del salón, ahora transformada en una ingente llamarada, aniquiladora de las eróticas musas de mi imaginación.

Ahora, me tocaba a mí rendir homenaje a la condena.

Pronto las llamas me consumieron.

Iraultza Askerria

¿Cómo escribir un soneto? – Ejemplo final

Venus - Sabrina CampagnaEn los artículos anteriores, repasamos los pasos teóricos para elaborar un soneto, ilustrándolo después con un caso práctico. Tras unos días de meditación y aportaciones, aquí os muestro el resultado final.

Texto en prosa

“Caminaba en la noche oscura y distante, como un vagabundo más. A lo lejos una luz blanca tomaba forma de mujer. Me acerqué a ella dubitativo, creyendo haber visto un ángel, un misterio de fuego, una vida de plata que se escapaba de mí. Pero al doblar la esquina, ella desapareció, tan rápida como había surgido. Desde entonces vago a la misma hora en la misma calle, buscando un recuerdo.”

Ángel de madrugada

Andaba yo en la noche tan oscura
igual que un vil ladrón de madrugada,
mas a lo lejos vi una iluminada
raíz tomando femenina altura.
Me aproximé al lugar con mi locura,
sutil zancada. Vida plateada,
angelito de dulce llamarada;
de mí ella se alejaba blanca y pura.
Hasta el alba la estuve persiguiendo,
y ya no estaba, ¡desapareció!
Rápida como vino, se marchó.
En el mismo lugar y hora corriendo
voy siempre por los mismos callejones
condenado a buscar mis ilusiones.

Conclusión

La elaboración de un soneto no es difícil siguiendo unos pasos primordiales. En primer lugar, la redacción de un pequeño texto a versificar; después una abultada recopilación de palabras claves, sinónimos y metáforas, y finalmente, la división paulatina del texto en catorce líneas para componer así versos de once sílabas con rima consonante.

Como siempre, la práctica y la buena voluntad es vital para concluir este ejercicio lírico. Un poco de esfuerzo y las ideas claras posibilitarán que cualquiera pueda escribir un soneto.

En definitiva, no digo más: ¡manos a la obra!

¿Cómo escribir un soneto? – Caso práctico

“Poesía es la unión de dos palabras que uno nunca supuso que
pudieran juntarse, y que forman algo así como un misterio.”
Federico García Lorca

Textura poética

Antes de comenzar, quiero remarcar que escribir un soneto no es imposible, absurdo ni complicado. Sólo requiere tiempo, concentración y una íntima comunicación con el alma de cada uno, con el alma del poeta que todos llevamos dentro. Si en el artículo anterior explicaba los pasos teóricos para escribir un soneto, en éste intentaré plasmar dicho tutorial con un ejemplo práctico.

El tema o la idea principal

Lo primero es la elección de la temática. Puede ser cualquier cosa. Quizá lo más sencillo es buscar inspiración en recuerdos de amantes, amores y romances; una de las musas más suculentas para el poeta. A tal efecto, lo importante es comenzar a escribir, sin cesura, sin punto, sin salto de carro: que las ideas afloren. Intentemos formar un pequeño relato no superior a las cien palabras. Por ejemplo:

“Caminaba en la noche oscura y distante como un vagabundo más. A lo lejos una luz blanca tomaba forma de mujer. Me acerqué a ella dubitativo, creyendo haber visto un ángel, un misterio de fuego, una vida de plata que se escapaba de mí. Pero al doblar la esquina, ella desapareció, tan rápida como había surgido. Desde entonces vago a la misma hora y en la misma calle, buscando un recuerdo.”

Este texto que propongo se divide en cuatro partes: una introducción (el narrador vaga en la noche), un nudo (encuentra a una mujer), un desenlace (la persigue hasta que desaparece) y una conclusión (búsqueda eterna). Literalmente, esta estructura coincidirá con el primer cuarteto, el segundo cuartero, el primer terceto y el segundo terceto del soneto.

Palabras clave y sinonimia

Posteriormente debemos realizar un exhaustivo análisis de las palabras clave de nuestra pequeña narración. Una vez leído el texto, propongo lo siguiente:

Noche – vagabundo – encuentro – mujer – persecución – misterio– esquina – desaparición – vagar – calle – búsqueda – eternidad

Es una posibilidad, pero hay otras tantas. Seguro que se os ocurren mil variaciones. Lo importante es tener claro qué se quiere plasmar en el verso. Además, hay que buscar sinónimos, comparaciones o cualquier oración metafórica que sirva para profundizar en la idea a expresar.

Noche, vagabundo, ladrón de madrugada, perdido en la oscuridad, sombra ambulante. Visión de mujer, luz femenina, descubrimiento silencioso, encuentro de un ángel, forma de cuerpo. Persecución, seguir, laberinto de calles, frenético rastreo, desaparición final, nube invisible, búsqueda eterna, condena de espía, misterioso deseo agónico.

Aquí debemos escribir y escribir y escribir. Cuando luego intentemos elaborar los versos, nos remitiremos a estas ideas para lograr la composición final.

Primeras frases

Retornemos ahora al texto inicial. Lo dividiremos en cuatro bloques. Cada uno de estos se corresponderá con un futuro cuarteto o tercero. Además, separaremos cada bloque en varias líneas u oraciones, lo cual nos servirá como antecedente al verso.

– Bloque uno:

Caminaba en la noche oscura y distante
como un vagabundo más
a lo lejos una luz blanca
tomaba forma de mujer.

– Bloque dos:

Me acerqué a ella dubitativo
creyendo haber visto un ángel
un misterio de fuego
una vida de plata que se escapaba de mí.

– Bloque tres:

Pero al doblar la esquina
ella desapareció
tan rápida como había surgido.

– Bloque cuatro:

Desde entonces vago a la misma hora
en la misma calle
buscando un recuerdo.

Recordemos que el verso será endecasílabo. Algunas de las líneas anteriores superan por mucho las once sílabas y otras son muy breves. No importa. Ahora comenzaremos el trabajo del poeta de verdad.

Los cuartetos

Vamos a convertir los versos anteriores en versos endecasílabos, intentando mantener el acento en la sílaba 6 y en la 10. Tampoco hay que agobiarse en este proceso: queremos acercarnos a la métrica correcta, no al verso perfecto.

Como ayuda, podemos releer las palabras clave o frases del segundo punto, de tal forma que tengamos un gran abanico de posibilidades a la hora de reducir o alargar la oración.

Aquí estarían nuestros versos endecasílabos:

Caminaba en la noche tan oscura,
parecía un ladrón de madrugada.
Entonces vi a los lejos luces blancas
que tomaban la forma de mujer.
Me acerqué a ella, yo dubitativo
y silencioso. Pensé que era un ángel,
una vida de plata, un fuego dulce
que de mí se alejaba poco a poco.

¡Bravo! Métrica perfecta, aunque falla el acento métrico del verso 6; no importa. Ya tenemos unos posibles cuartetos en cuanto a estructura. Nos falta lo más difícil: la rima y mantener la forma y el sentido del verso.

Revisamos, a tal efecto, nuestras palabras finales. Actualmente son: oscura, madrugada, blanca, mujer, dubitativo, ángel, dulce, poco. Intentemos buscar rimas a las primeras dos palabras “oscura” y “madrugada”, cuyas terminaciones son bastante comunes en el castellano.


Oscura: pura, altura, locura, cura, bravura, estructura, factura, insegura,
Madrugada: desposada, nevada, apocada, templada, llamarada, plateada, llamada

Procedamos a añadir alguna de las palabras anteriores al final de nuestros versos. Busquemos significados similares:

Caminaba en la noche tan oscura,
parecía un ladrón de madrugada
mas entonces vi a los lejos luces blancas / nevada
que tomaban la forma de mujer / altura.
Me acerqué a ella, yo dubitativo / insegura
y silencioso. Pensé que era un ángel, / plateada
una vida de plata, un fuego dulce / llamarada
que de mí se alejaba poco a poco / pura.

Ahora rehagamos el verso con las nuevas palabras, componiendo versos endecasílabos de rima ABBA.

Caminaba en la noche tan oscura
parecía un ladrón de madrugada
mas entonces vi a lo lejos nevada
luz que tomaba femenina altura.
Me aproximé con zancada insegura
y silencioso. Vida plateada,
era un ángel de dulce llamarada
que de mí se alejaba blanca y pura.

Los tercetos

Realicemos ahora los tercetos, elaborando primeramente los versos de once sílabas, como en el punto anterior:

La seguí hasta doblar la última esquina
y ya no estaba, ¡desapareció!
Rápida como vino, se marchó.
Ahora siempre a la misma hora vago
buscándola en los mismos callejones
condenado a una búsqueda infinita.

Casualmente, riman dos versos (2-3). Si mantenemos esta rima, debemos ceñirnos a la siguiente estructura de tercetos: CDD – CEE.

Busquemos por tanto sinónimos para “esquina” y “vago”, que deberán rimar, y para “callejones” e “infinita”. Si las palabras no aparecen, será suficiente con transformar el verso manteniendo el significado de la frase, buscando así nuevas formas de rima.

Esquina, rincón, calle, recodo, callejón, rúa, callejones
vago, deambulo, camino, ando, marcho, corro, recorro
búsqueda infinita, exploraciones, persecuciones

Aquí algunos versos alternativos:

La seguí hasta doblar la última esquina / la perseguí hasta el final del callejón / hasta el final la estuve persiguiendo
Ahora siempre a la misma hora vago / En el mismo lugar y a la misma hora / En el mismo lugar y hora corriendo

Este proceso puede ser largo, pero finalmente el esfuerzo se traducirá en dos tercetos con rima consonante y métrica regular:

Hasta el alba la estuve persiguiendo,
y ya no estaba, ¡desapareció!
Rápida como vino, se marchó.
En el mismo lugar y hora corriendo
voy siempre por los mismos callejones
condenado entre mil persecuciones.

Conclusión

Podemos tachar los tercetos de simplistas por el uso de derivaciones verbales, pero dado que se trata de un pequeño tutorial, no vamos a adentrarnos en la “perfección” poética. Este texto sólo pretende servir de esbozo, de guía, no reemplazar a los manuales teóricos de poesía y estilo.

En definitiva, demos por finalizado el soneto con la siguiente forma:

Caminaba en la noche tan oscura,
parecía un ladrón de madrugada.
Mas entonces vi a los lejos nevada
luz que tomaba femenina altura.
Me aproximé con zancada insegura
y silencioso. Vida plateada,
era un ángel de dulce llamarada
que de mí se alejaba blanca y pura.
Hasta el alba la estuve persiguiendo,
y ya no estaba, ¡desapareció!
Rápida como vino, se marchó.
En el mismo lugar y hora corriendo
voy siempre por los mismos callejones
condenado entre mil persecuciones.

Ahora cada instinto de poeta debe leer este incipiente soneto y mejorarlo cuanto pueda, ya que en realidad, se trata de una borrador final, no de un soneto final. Personalmente, hay sonetos que después de dos años he releído y modificado, mejorando sustancialmente su estructura. Por ello, recomiendo dejar reposar el soneto durante al menos un par de días, y después retomarlo con la mayor de las ilusiones.

En el siguiente artículo publicaré la versión final del soneto. Si os place, podéis ayudarme con el título del mismo o aportar posibles mejoras.

Gracias por la participación.

¿Cómo escribir un soneto? – Pasos teóricos

“Lo complicado no es escribir poesía, sino que se lea.”
José Corredor Matheos

Henry David Thoreau quote - Library Way - NY City - Kathleen Tyler ConklinPosiblemente, conozcáis de antemano la estructura poética del soneto: su métrica, su rima, sus variantes, sus autores más emblemáticos, y os hayáis peleado con la elaboración de uno de estos poemas.

Sea como fuere, tal vez sea el soneto la estructura poética más perfecta; aunque esto, claro está, es subjetivo. Dicha etiqueta solo puede ser impuesta por los cánones del momento, que naturalmente, mudan y cambian a lo largo de la historia.

En cualquier caso, el soneto sigue presente en el mundo poético, y pocos autores habrá que no se hayan enfrentado a la confección de uno. En una serie de pasos, trataremos de adentrarnos en cómo escribir un soneto.

El tema o la idea principal

Antes de empezar, hay que concentrarse en un pensamiento intimista, una emoción, un recuerdo. Puede ser cualquier cosa, desde un beso amargo hasta el roce de una ola. Cuando la idea aparezca, se debe desarrollar un pequeño texto de no más de cien palabras.

Este microrrelato deberá responder a la siguiente estructura narrativa: una introducción, un nudo, un desenlace y una conclusión. Literalmente, estos bloques coincidirán con la constitución del soneto: primer cuarteto, segundo cuartero, primer terceto y segundo terceto.

Una vez dispongamos de este prosaico borrador, podemos seguir con el siguiente punto.

Palabras clave y sinonimia

Previo a la búsqueda de la perfección métrica y la rima consonante, hay que anotar las palabras clave del futuro soneto, que no tienen que estar necesariamente escritas en el texto anterior.

Una vez asimiladas estas palabras clave hay que proceder a una búsqueda infatigable de sinonimias, metáforas o comparaciones que guarden el mismo significado. Cualquier idea, cualquier esbozo de creatividad, cualquier imagen será bienvenida.

Este paso es vital. ¿Por qué? Porque los versos requerirán toda imaginación posible. No es fácil lograr un verso perfecto que contenga rima consonante, métrica endecasílaba, acento rítmico y lirismo.

Primeras frases

La siguiente pauta a seguir es dividir el microrrelato original en cuatro bloques. Los primeros dos bloques deben disponerse en cuatro líneas cada uno. Los últimos dos en tres. Esto sustituirá a los versos del soneto.

Si aparecen frases demasiado largas o demasiado cortas, no hay que preocuparse. La poesía esconde recursos literarios como el encabalgamiento o la aliteración, lo que nos permitirá prolongar una oración en dos versos o repetir estructuras sintácticas.

Los cuartetos

Este paso se centrará exclusivamente en los primeros dos bloques, que se convertirán definitivamente en cuartetos endecasílabos de rima consonante.

Para ello, inicialmente, se transformará cada línea en un verso de once sílabas. Como ayuda, hay que tornar a las sinonimias del segundo punto que permitirán cambiar estos enunciados por otros, manteniendo el mismo significado pero aportando nuevas estructuras prosódicas.

Una vez completada la métrica endecasílaba, se debe trabajar en la rima. A este efecto, se buscarán las palabras finales de los versos endecasílabos, averiguando rimas que puedan prevalecer. Terminaciones como “-ado” o “-ido” son muy numerosas, al igual que otras como “-elo”, “-ero”, “-ón” y “-or”. Por el contrario, hay términos que un poeta no debería utilizar, como la mayoría de las esdrújulas (espíritu, ánima) o palabras llanas con dos consonantes consecutivas (dulce, calma).

Tras seleccionar la rima, se hará un análisis de palabras que compartan esta terminación silábica, recopilando una pequeña serie de vocablos rimados. Se optarán por aquellos que conserven un significado similar al final de los versos o que incluyan las ideas clave del soneto.

Una vez hallados, se intercalarán estas nuevas palabras al final de los versos, reconstruyendo, si fuera necesario, la métrica.

Finalizado este arduo trabajo, el poeta tendrá ante sus ojos dos cuartetos de rima consonante y métrica endecasílaba.

Los tercetos

El proceso de gestación de los tercetos es idéntico al de los cuartetos. Primero transformarlo en versos endecasílabos, posteriormente escoger la rima y buscar términos afines, y finalmente insertar estos vocablos rimados al final de los versos.

Sólo hay que tener en cuenta que los tercetos ofrecen mayor variedad que los cuartetos en cuanto a rima se refiere: CDD-CDD, CDE-CDE, CDC-DCD, CDC-EDE y otras variantes.

Conclusión

Estos pasos ayudarán a elaborar un soneto en su correcta forma y medida. Quizá, al principio, pueda parecer complicado, especialmente a la hora de incluir la rima, pero con práctica, tiempo y buena voluntad, se puede conseguir. La experiencia en la poesía es tan buena aliada como un diccionario.

Como anexo a este texto, publicaré próximamente un artículo práctico de elaboración de sonetos. En él, seguiré el orden expuesto en este texto para conformar paulatinamente los cuartetos y los tercetos del poema, dando forma definitoria a un soneto clásico.

Espero que pueda servir de ayuda.

Palabras en femenino

Esperando dormida... - Javi Sánchez de la viñaLa mano dormida reposaba sobre la almohada. La noche había cedido a una cálida aurora, cuyas luces resplandecían sobre las desgastadas sábanas de la cama, iluminando la piel desnuda de la mujer.

Él la contemplaba con la mirada pensativa.

Recordó la historia de pasión y sinceridad que habían vivido durante la madrugada. Ahora no quedaba más que la memoria nostálgica e imborrable de una pasada época.

Pero la vida era así.

Tomó su ropa y se vistió bajo las caricias de la mañana. Antes de abandonar la alcoba, la miró una vez más; por última vez. Sabía que nunca volvería a verla.

Jamás, nunca más.

Pero juró, sobre la vida y la muerte, que nunca dejaría de amarla.

¡Contenido extra!

Algún lector me preguntó alguna vez sobre el título de este microrrelato. «Palabras en femenino», ¿por qué? La verdad es que no se puede encontrar relación del encabezado con el contenido narrativo del mismo; en vez de eso, hay que vincularlo con la morfología del texto. Todos los sustantivos que se han utilizado en el relato son de género femenino, de ahí, el título. Simple y llanamente.

Gracias por suscribirte al blog. Sólo por ser seguidor de esta bitácora, podrás leer este contenido extra.