Un escritor sin lector no es nada. O dicho de otra forma, los escritores escriben, sencillamente, para que los lean. Por ello, para un autor de cuentos, poemas o novelas, sus lectores lo son todo en la vida, encarnan los objetivos y los deseos más íntimos de estos magos de las palabras.
Siguiendo con esto, queda patente y es indiscutible que hay que cuidar al lector; y mucho, además. Perder un lector es perder la ilusión de escribir. Hay que ampararlo, instruirlo, mimarlo, hablar con él y mostrarse agradecido, siempre desde la cercanía, la solidaridad y la franqueza.
El escritor y el lector son dos personas ajenas que se conocen mejor que nadie. El primero intenta codificar las emociones de su alma y el segundo logra fehacientemente descifrar estos secretos.
Aquí una lista para consolidar la relación entre los autores y sus lectores, los cuales son mucho más valiosos que las propias palabras con las que los primeros ensucian cuadernos.
1. No hagas perder el tiempo al lector
El lector te está dando parte de su tiempo libre, el bien más preciado en la vida. Hay que verlo así. Cuando una persona ajena se molesta en leer tus textos busca una experiencia, una inspiración, un momento de solaz o el anhelo ancestral de sentirse tranquilo y en armonía.
Es vital ofrecer literatura de calidad o literatura de entrenamiento o literatura instructiva; pero sea lo que fuere, debe ser útil para el lector. Si éste se siente ultrajado o engañado, o, aún peor, nota que está perdiendo el tiempo, cerrará el libro sin pensarlo dos veces.
Y es que el lector es el ser más impredecible y exigente de todos.
2. Haz que el lector se identifique con al menos un personaje
Si escribes novelas, tienes que conseguir que el lector se inmiscuya en la trama. Para ello es muy provechoso crear un personaje, sea protagonista o secundario, con el que los lectores puedan identificarse, bien sea por su físico, por su forma de hablar o por su carácter. Así conseguirás enganchar al lector.
Lograrlo no es fácil, ya que requiere de diversas caracterizaciones y un arduo trabajo. No obstante, las consecuencias son abrumadoramente positivas. Si el lector se identifica con la historia, solo dejará de leerla cuando llegué al final.
3. Ayúdale a respirar
En este punto, debes esgrimir tu maestría literaria para confeccionar frases ligeras, cadenciosas y con ritmo. La extensión de un párrafo o de una frase tiene que cumplir una única regla: facilidad de comprensión. A este efecto, es más sencillo redactar sentencias cortas que largas, pero una oración subordinada, extensa y correctamente escrita goza también de un alcance positivo.
Sobre el sonido de las palabras: mucho cuidado con repetir consonantes sin una razón en particular o introducir rimas internas en un texto en prosa. La eufonía de los términos mejora mucho la experiencia del lector; por lo tanto, hay que evitar cacofonías, oraciones áfonas y trabalenguas. A este respecto, recomiendo siempre, leer el texto en voz alta.
Si lo haces, podrás simular al futuro lector. Si notas que te trabas entre los párrafos o las frases son demasiado largas, para y corrige. De lo contrario, te pueden acusar de haber promovido la asfixia de algún lector enfermizo.
4. No prometas más de lo que puedas dar
Mucho cuidado con la carta de presentación. No digas que has sido finalista en el concurso de poesía breve de un pueblecito de montaña o que eres un excelente escritor. Eso lo decidirá quien te lee. No seamos engreídos, nunca.
Con relación a esto, tienes que tener muy claro que lo que escribes podrá ser utilizado en tu contra. Las promesas incumplidas pueden ser fatales para una carrera literaria. Si manifiestas que escribes poesía, escribe poesía. Pero si solo sabes escribir sonetos, no digas que escribes poesía; es mucho más apropiado aclarar: “escribo sonetos”.
La misma tesis es válida para los géneros novelescos: ciencia-ficción, terror, romance, aventuras… Define tu obra como lo que en verdad es, no te dejes influenciar por cómo quieres que sea.
5. Expresa tu agradecimiento
Mi último consejo es que te muestres ante el lector tal y como eres. El prólogo o el epílogo de la obra es un lugar idóneo para introducir esta presentación de ti mismo. Evidencia tu humanidad, hablando en primera persona y aportando datos curiosos sobre el proceso de creación de la obra.
Igualmente, el escritor debe arrodillarse ante el lector con una reverencia, con una genuflexión, con un franco agradecimiento. ¿Por qué? ¿Y por qué no? No se trata de humillarse ante otros sino de demostrar una simpatía propia de aquellos artistas que necesitan del lector para llevar a buen puerto su obra.
Si sigues estos cinco consejos, estoy convencido de que tus lectores se sentirán más inclinados a leer tus obras. Incluso, quizá a recomendar tus textos o comentar tus escritos. Cuida al lector como si fuera un hijo, porque en cierto sentido la relación entre ambos bien puede definirse así.
Y, por supuesto, si tienes alguna idea que aportar, te invito a comentar tus impresiones, porque seguro que conoces otras tantas formas de cuidar al lector.