Él la contemplaba con la mirada pensativa.
Recordó la historia de pasión y sinceridad que habían vivido durante la madrugada. Ahora no quedaba más que la memoria nostálgica e imborrable de una pasada época.
Pero la vida era así.
Tomó su ropa y se vistió bajo las caricias de la mañana. Antes de abandonar la alcoba, la miró una vez más; por última vez. Sabía que nunca volvería a verla.
Jamás, nunca más.
Pero juró, sobre la vida y la muerte, que nunca dejaría de amarla.
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