Escribo a ratos, cuando el vacío de tu ausencia me recorre por dentro, matándome.
Escribo a ratos, ante el agónico fracaso de ver morir mis ilusiones bajo un trozo de cristal.
Ene312017
Escribo a ratos, cuando el vacío de tu ausencia me recorre por dentro, matándome.
Escribo a ratos, ante el agónico fracaso de ver morir mis ilusiones bajo un trozo de cristal.
Ene282013
Ella tenía los ojos cerrados. Él también. Los dos habían naufragado en el océano de los gemidos agudos, de las palpitaciones aceleradas, de los suspiros fatigados, de las ilusiones eróticas. Cualquier vestigio de otros pensamientos se había suprimido.
Habían naufragado en el océano de la sexualidad.
Emitiendo hechiceras exclamaciones, María lanzó la cabeza hacia atrás. El mundo se hundía con ella. Se desataba de la realidad para atarse al edén del cuerpo, de la piel, del contacto, de la lascivia. Mientras ellos hacían el amor, el resto del mundo había desaparecido, enterrando su existencia muy lejos de la verdad.
Ellos eran la única certeza, sus gemidos el único aire, la saliva el único agua, sus labios el único alimento. La mujer era la única Eva y el hombre era el único Adán.
Extracto de Sexo, drogas y violencia, de Iraultza Askerria