El cinturón de Orión

En la llanura pálida y suave que se extendía entre tus pechos y tu cuello, dejé caer un beso húmedo y un suspiro enamorado. En tu piel perlada marqué un territorio con forma de amor, donde poco había para delimitar el terreno, debido a la inmensa pureza que lo embargaba. Ninguna imperfección había en tu piel, ninguna mácula, ninguna mancha. Era un espejo blanco, donde casi podían reflejarse mis ojos curiosos. Una perfección que parecía propia de los inmortales.

Temí haber infringido una ley divina u ofender a una diosa omnipresente a quien no podría satisfacer, ni con besos ni con caricias. Temí estar amancebándome con una poderosa Afrodita, siendo yo un pobre mortal sin mayores atributos que un pene mediano. Por ello, me dediqué ávidamente a la búsqueda de una imperfección terrenal en tu piel celeste.

Y la encontré entre tus pechos, en el valle que canalizaba suspiros y ansias masculinas. Allí, entre los turgentes senos, se disponían en línea oblicua tres diminutos lunares, prueba inequívoca de que eras tan mortal como yo.

Así que esbocé una sonrisa, incliné la cabeza entre tus pechos y besé tu particular cinturón de Orión.

just give me moments..-Patricia Prestigiacomo

Iraultza Askerria

El beso

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La sonrisa de la luna en un rostro de estrella
cuando la noche llora y es fría la tormenta,
hasta mis labios llega tuyo el sabor de menta
y guerrean las lenguas en fogosa querella.
Te paras un instante. Yo muerdo la grosella
de una boca que juega con mi amor que acrecienta.
Pero la abres de nuevo y en la lucha violenta
me recuerdas quien manda bajo la noche bella.
Tus dientes se han clavado. Mi labio escapa presto.
Tu lengua me envenena cual adictiva droga.
Tu fuerza me encadena bajo invencible peso.
Mi yo se desvanece sin resistir tu gesto
y quedan mis memorias bajo tu sed que ahoga.
Me rindo y me someto a tan terrible beso.

Iraultza Askerria

En busca de una estrella

The Sentinel / El Centinela - Claudio.ArCuando naciste, una estrella se prendió en el firmamento. Aún no había sido descubierta por el ser humano, pero cuando sus telescopios la vislumbraran, la bautizarían con tu nombre. Hasta ese momento tu existencia quedaría únicamente ligada a La Tierra.

Desde tu nacimiento, fuiste algo más que una persona, algo más que una mujer. El cosmos te guardaba un sitio junto a otros entes de tu categoría; entes que no pudiste encontrar en un lugar tan cotidiano y abismal como La Tierra. Por esta razón, siempre estuviste por encima del resto de los mortales, a pesar de que intentaras por todos los medios bajar a su nivel.

Yo lo sabía y aún así pretendí conquistarte. Intenté alcanzar tus encantos, encadenarlos a mi alma, sentir tu corazón desbocado bajo el mío, besar el deseo de unos ojos celestes y pegarme a un aliento que suspiraba desde las entrañas del universo. Anhelé tocar un sol ardiente y abrazar un agujero negro. Fue un intento de la nada, puesto que caí esclavo de tus virtudes, como un planeta aprisionado ante la luz vivificadora de su sol.

Mientras yo sepultaba mi amor en el fondo de un mar de orgullo, tú ascendías en el aire como una nube inalcanzable: todo suavidad, todo pureza. Quien pudiera rozar tu piel volátil, podría considerarse el hombre más afortunado del mundo.

Todavía así, yo no quise rendirme. Quería obtener tu cariño aunque tuviera que despreciar, arriesgar o condenar mi vida. De esta forma, me licencié en física, transcurrí cuatro años en la marina y finalmente ingresé en la N.A.S.A. Cuando mis aptitudes estuvieron firmemente desarrolladas, pude apropiarme de una nave espacial. La infinidad del universo estaba al alcance de mi mano.

Desde entonces, he navegado por el cosmos incansablemente, buscando el brillo de tus ojos en una estrella perdida.

Iraultza Askerria

Mi universo

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Has sido esculpida con trocitos del universo: polvo de estrellas, soles ardientes, enanas blancas y nebulosas de gas. La canción del cosmos a la puerta de tus labios y tus pensamientos surcando a la velocidad de la luz. Alrededor tuyo orbito como un planeta condenado a no alcanzarte, deseoso de que te unas a mí en una explosión agónica.

Iraultza Askerria

La sirena

Black Mermaid / Sirena Negra - Jesus SolanaTomé sus ojos con los míos aquella noche de verano.

Recuerdo, como una imagen lejana pero profunda, que sus labios me respondieron sin que yo pudiera remediar el ataque. Me besaron con locura cuando y mientras mi razón intentaba explicarme qué estaba pasando. Sus manos se apoderaron de mi cuello y mi alma se aplastó bajo el liviano peso de su cuerpo de mujer. El mundo, en ese preciso instante, se me presentó como un arca henchida de fortuna.

La sirena me devoraba mientras la oscuridad se cernía tiernamente sobre mí, contagiándome de un sueño profundo. El sudor de mi cuerpo, espeso y escurridizo, me empapaba el pecho. Los pulmones que había en mi interior respiraban el aire insuflado por los besos de aquella mujer desconocida.

A lo lejos oía un susurro ajeno a mi fantasía: un murmullo que, vertiginoso, parecía sucederse en un plano paralelo. Los destellos de las estrellas bailaban rodeándome, apagándose de tanto en tanto, encendiéndose de cuando en cuando.

Al mismo tiempo, la sirena me devoraba, embriagándome con sus labios, sus manos y su cuerpo. Era tan satisfactorio que mis ojos estaban cegados por la felicidad.

Solo unos minutos después, cuando me sacaron, a trompicones, de la ambulancia, me percaté de que mi pecho estaba completamente ensangrentado y de que una mascarilla de oxígeno conectada a una bombona me suministraba el aire vital.

Mis ojos se cerraron entonces cuando el sonido de la sirena se apagó.

Iraultza Askerria