No se percató de tu presencia. Apareciste en el interior de su cuerpo con una lentitud tan parsimoniosa que nadie pudo augurar tu llegada. Lentamente, te abriste paso en el interior de su alma, silenciosa como una serpiente, arrastrándote entre sus vísceras con el veneno de tu corazón podrido. Latente como un secreto o como una maldición profética, te recluiste en el interior de su cuerpo a la espera de la mejor ocasión para salir a flote.
Y de esta forma, cuando el hombre había crecido hasta alcanzar la plena madurez, se había desposado y concebido dos hijos, tenía un trabajo estable y una cuadrilla de amigos, tú, maldito cáncer, le arrancaste la vida.
Y de esta forma, cuando el hombre había crecido hasta alcanzar la plena madurez, se había desposado y concebido dos hijos, tenía un trabajo estable y una cuadrilla de amigos, tú, maldito cáncer, le arrancaste la vida.