El bosque que chilla

El Sabinar, el bosque encantado de la Isla de El Hierro - {author}Van las rosas a esconderse de las sombras. En la oscuridad, las remotas esperanzas son deshojadas por los vientos. Aullidos que ensordecen el llanto mientras las lágrimas, embarradas, soterran la alegría. El bosque brama, el bosque chilla, el bosque teme y se desbanda. Muriendo van los regalos de la madre tierra cuando su flora es vilipendiada y su cielo violado. Condenado a desaparecer para siempre, arrastrando consigo cualquier recuerdo de la vida.

Iraultza Askerria

Los rascacielos de Tokio

Rascacielos en Tokyo - {author}Los rascacielos de Tokio se afilan bajo el cielo volcánico. Entre tanto, la lluvia ácida se derrama cual cianuro sobre las ventanas de los altos edificios, rascando el cristal como uñas insistentes.

Abajo, las calles están vacías. El viento de la tempestad lo domina todo; desde la soledad hasta los recuerdos de antaño, que en forma de coches y establecimientos, evocan una pasada época repleta de humanos y de vida.

Ahora, la polución y las altas temperaturas del sol han convertido las grandes ciudades en poco más que grandes cementerios. Lo único que queda de pie son las inmensas construcciones que el ser humano erigió por encima de su cabeza, con la estúpida intención de alcanzar los cielos.

Iraultza Askerria

Soneto a una tierra ofendida

Las Médulas - José MiguelSoy el paraíso, el ánima que riega
los riachuelos dulces que descienden
por las montañas níveas que hienden
la voluntad del éter que ciega.
Soy el planeta que amado debiera
por las personas que viven de mí,
y a defenderme bien dicen que sí,
mientras me usan cual la basurera.
Mas sin embargo, próximo es el día
en el que vengaré tal osadía
y de su pueblo no deje señal.
Vientos, tornados, gélidos inviernos,
fuegos, riadas, cálidos infiernos…
¡hoy sellarán vuestro triste final!