La rutina

Rutina (026-365) - Ana Isabel Delgado Domínguez
Timbre. Sonido. Despierta corriendo. No pares. No mires. No sueñes, amigo. Levanta, despierta, corriendo a la mierda de un mundo agotado por falsa inocencia. El baño. La ducha. El Santo Grial. Ayuno: zumo, leche y pan.Protesta infantil. Quejido banal. El niño no quiere. El niño no va. La niña despierta. La niña se viste. La esposa es atenta y ayuda aunque triste. El coche te espera. El coche os aguarda. Garaje. Olfato. Gasoil y escalera. Pitido, el vecino. ¡Apártate niño! Móntate ya, ¡no juegues conmigo!

Las luces. El freno. La mano al volante. Acelera marido, llegamos ya tarde. Saliendo a la calle. Viciado está al aire. Atasco, ¡qué asco!

La pista, autopista. Carreta no sube la cuesta. Los coches, las prisas. Se van de cabeza. Rotonda girando. La escuela aparece en el fondo del arco. Los niños se bajan. Camino que sigues. Tu esposa se apea. El trabajo la pide.

Suspiras. Ya solo. Sin sol, desolado. Oprimes el mando, el motor va rodando. Al fondo aparecen las dos oficinas. Por fin has llegado a la puta rutina.

¿Por qué llegas tarde maldito mendrugo?

El jefe no folla. Cabeza de turco.

Enciendes la torre. Pantalla de luces. Te sale una alerta. Te advierte que imputes. Abrir el correo. Leer los lamentos de tantos clientes que tocan los huevos. Sentir un instante la charla que abre la bronca del jefe. ¡Me cago en tu padre!

Trabaja, labora, no pares esclavo. Produce, disfruta del bien del estado. No hables, no gimas, reten el pecado del mundo que abriga al mayor desalmado.

Prosigues sin pausa, sin tiempos de odio. Tercera llamada, sin voz y sin voto. Las horas transcurren sin cambios constantes, jodiendo las mentes de tú y tus compadres. Te duele la espalda. Dolor de garganta. Tos y estornudos. Toros y vacas. Almas degolladas. Enfermas, trabajas; no hay diferencia.

Se muere otro día. El curro termina. Ocaso. Cansancio. Atasco. Desánimo. Volver a casita, haz antes las compras, pon la lavadora, la cena y comida. Ayuda a los críos a hacer los deberes. Aquel tiovivo no asoma a que cese.

Acuesta a este niño. Y la lava a la niña. ¡Dios santo bendito! ¡Empieza la riña! Es pronto, mamá. Léeme un cuento. ¡Vete ya a descansar! No quiero más peros.

Por fin el silencio, más muerto que vivo. Más vivo que el hombre que toma un respiro. Cansancio, fatiga, se escapa la vida. Es hora del sueño. Exhausta la hormiga. La esposa se acuesta, el hombre se enerva. Discutes por algo. No tiene sentido. El grito, la afrenta, el toque de queda.

Se apagan las luces cual dos ataúdes.

Iraultza Askerria

El riachuelo y la cadena

Ponte vello de Xuño Ou Ponte Río Sieira (Porto do Son) - {author}
Tu cuerpo me parecía a veces un riachuelo. Otras una cadena.

Cuando acariciaba y besaba tu piel, te sentía húmeda, undívaga, timorata, como hielo derretido bajo el calor de viriles centellas. Al principio, fría como el agua de las montañas, pero luego cálida como el oasis del desierto. Te dejabas herir por mis besos y atravesar por mis dedos, que entraban en tu interior. Aun así, intentabas escabullirte de mis acometidas una y otra vez, como la corriente que desciende rauda, intentando esquivar las férreas rocas del lecho. De esta forma, como un riachuelo suave y perlado procurabas evadirte, y solo lograbas ensalivar mi ansia.

En otras ocasiones, sin embargo, te convertías en una cadena: implacable, esclava, dictadora, de la que no podía escapar. Te abrazabas a mí, oprimiéndome y aplastándome el pecho, arañándome la espalda como un alambre de espino, sintiéndome tan enterrado en tu alma que me condenabas a no salir nunca de ahí. Me perdía en el placer de tu cuerpo como dentro de un despiadado laberinto: nadie, ni el más audaz, podía fugarse de tu prisión, de tus entrañas, de tus encantos.

Así eras cuando te hacía el amor: primero una líquida y frágil inseguridad y luego una sólida y lujuriosa dependencia.

Iraultza Askerria