Hojas de terciopelo sobre las que escribir deseos, deseos de amor, de sexo, de eyaculaciones en tu vientre plano, de los picantes sabores de tu boca y de tu sexo. Tintas de sudor y efluvios corporales, solo visibles para nuestros ojos, que se evaporan entre las caricias y los murmullos. Murmullos acompasados del uno y del otro, al hacer el amor. Interjecciones silenciosas cuando nos practicamos sexo oral simultáneamente. Repertorio de incidencias y arañazos, de un cuerpo aplastado contra otro, de un cuello maltratado por la voracidad del orgasmo.
El compás de la lujuria en su lento pero inexorable camino al infinito.