Flecha atroz, la mirada,
taimada,
disparada al aire punzante,
que a mis pupilas, fría,
sin piedad, alcanzó un instante.
A tu lado, tu amante,
ignorante.
Una bienvenida afectada;
tú, su mano cogida,
y la otra cuernos a la espalda.
Tú fuiste mala arpía,
felina.
Nosotros los pobres cabritos
Yo… más cabrón, lo admito…
Pero no dudes que el motivo
fue la abundancia de tus mimos.