Sobre los tomates y su uso entretepéutico‏

Últimamente no me encuentro bien. Debo de estar pasando una mala racha. Sufro una depresión extremista antinatural, basada en el principio de la crítica y la ofensa. Todo lo que se cruza en mi camino acaba recibiendo las puñaladas de la difamación. Ni siquiera mis propias obras literarias se libran de la sátira y el descrédito. Nada de nada. Supongo que me he convertido en un viejo cascarrabias…. ¡Respirad! Me quedan pocos años de vida.

En esta ocasión el blanco de mi furia son los acontecimientos multitudinarios de desperdicio alimenticio. Por estas fechas, se ha celebrado una populosa fiesta municipal, en la que se batalla usando tomates. Tomates y más tomates… Kilos y kilos de tomates. Toneladas y toneladas de supervivencia.

Consiste simplemente en que el vulgo se aglomera en las calles del pueblecito en cuestión, y tras avituallarse de tomates, se lanzan los dichosos vegetales, unos a otros, en una recreación bélica fruto de la mejor película de los Monty Python. En resumen, otro despilfarro más en una sociedad capitalista; pero un despilfarro que me llama mucho la atención.

Algunos me argumentarán que es una tradición… Yo responderé que es cierto: seiscientos sesenta y seis años de tradición divididos entre diez. Una tradición en letras mayúsculas.

Otro alegará que «los tomates utilizados no son comestibles», tanto que «no tienen buen sabor», o «se cultivan expresamente para esta fiesta». Veraz, totalmente. «Coge un avión hacia el Congo y díselo a los niños huérfanos. ¡Ah, y no te olvides de llevar en el equipaje una escopeta!… Pues para cazar un jaguar, ¿para qué sino?».

Y por último la propuesta más verídica de todas, y mi preferida… «sólo es una vez al año». Me quito el sombrero; ¿cómo he podido ser tan tonto…? Igual que la Raimá, con sus uvas; la batalla del vino, en Haro; la del Clarete, en San Asensio; el Cipotegano; el Entroido de Viana del Bollo; la guerra de huevos y harina al comienzo de las fiestas patronales de mi ciudad natal… Una vez al año, sí; pero muchas veces.

Lo que más me impresiona es que durante los primeros años el ayuntamiento estuvo prohibiendo y poniendo trabas a esa barbarie tomatina, hasta que haciendo cuentas… Y por arte magia… ¡Se ha convertido en «Fiesta de interés turístico internacional»!

Quizá vaya el próximo año a comerme una ensalada… sin tomate, claro.

Iraultza Askerria

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