Te muerdes las uñas, deseoso de dolor. Se contrae tu cara en la adicción máxima de comerte a ti mismo. Brillan tus ojos al ver el desgarro continuo de la carne. Sonríe tu alma de placer cuando tus fauces se cierran sobre tus dedos indefensos.
Muerdes, desgarras, comes. No puedes ceder ante la onicofagia, ante el canibalismo de autoconsumirte. Rostro deforme y hambriento. Boca ávida de tu tormento personal.
Y mientras tanto, yo sé que te muerdes las uñas queriendo morder al enemigo que se jacta frente a ti, que se ríe de tu ordinariez, que se burla ante tu ánima inocente. Pero orgulloso, no haces más que agachar la cabeza y desgarrar las yemas de tus dedos con tus dientes rencorosos, cobijándote en tu propio sufrimiento.
¡Cobarde!
¡Qué te voy a contar! Aquí, un servidor, aún perdura con este insano vicio 🙂
Gracias por comentar 😉
Qué bueno 😀 Yo me muerdo las uñas, de pequeña mis padres me fastidiaban hasta hartarse con ese tema. Jamás he conseguido dejarlo 🙁 La verdad es que estoy muy buena jajajaja
Me ha encantado el relato, una visión muy original de este vicio tan horrendo 😉