Abiertos de par de par encontré los brazos de mis amantes. Todas sonrientes y hermosas, rodeándome en un círculo crepuscular que me llamaba entre sonrisas y halagos. Allí estaba Diana con sus rizos de trigo; allá Verónica con su explosivo talante; acá Gisela con su cuerpito moreno; aquí Selena con su mirada de néctar, ahí Rebeca con su boca expectante y la cercana Sonia con sus piernas sumisas.
Intenté aproximarme a alguna de ellas, pero todas eran tan apetecibles que dudé a cuál elegir, y ellas sin dudarlo se aproximaron paulatinamente a mí.
Luego llegó el infierno y la agonía. Una me arrancó la ropa, otra el pelo, aquella las piernas, esta los brazos, la quinta el corazón y la última gustosamente la polla.
Se habían vengado por mis infidelidades, por mis mentiras, por mi falta de mimos, por mi desconsideración, por mi frialdad y por usarlas única y exclusivamente para el placer carnal.
De esta forma tan honrada, me dieron muerte mis seis bellas amantes.
Me sentido avergonzado al leerlo. Inquieta.
¡Hola! Gracias por pasarte por aquí y dejarme tus opiniones. Se trata de un relato algo tétrico e inquietante; un estilo que siempre me ha gustado, aunque no he explotado mucho. Muchas gracias de nuevo.
Tarde o temprano las consecuencias de nuestros actos nos alcanzan. Muy bueno.
Fantástica forma de resumirlo. ¡Gracias por el comentario!
Excelente relato 😉
Gracias por el comentario 🙂