Yo siempre deseé sabiduría.
Curiosa y muy tenaz era mi mente;
cualquier libro tomaba y absorbía
hasta entender su cátedra latente.
De ti me enamoré en oscuro día.
Aún hoy eres el más extraño ente.
Por las noches proclamo: “todavía
no supe leer tu libro inherente”.
Aún hoy eres el más extraño ente.
Por las noches proclamo: “todavía
no supe leer tu libro inherente”.
¿En qué lenguaje fuiste cincelada?
¿En qué alfabeto? ¿En qué idioma extraviado?
¿Cómo entender tu sílaba estampada?
¿En qué alfabeto? ¿En qué idioma extraviado?
¿Cómo entender tu sílaba estampada?
Si me amas, no lo sé; ni si me quieres.
De tu boca no sé el significado;
impenetrable, oscura, ¡ignota!… eres.
De tu boca no sé el significado;
impenetrable, oscura, ¡ignota!… eres.
¡Contenido extra!
Originalmente este soneto fue publicado el 5 de diciembre de 2010, bajo el título de «Soneto II». Recupero hoy esta poesía bautizándola como «La ciencia del amor», nombre que aún así no me convence.
Si algún lector concibe un mejor título, estaré encantado de recibir la aportación en mi dirección de correo. Como siempre, ¡gracias!
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«Te quiero porque me ofreces la posibilidad de crecer, de cuestionarme,porque me generas nuevas redes neuronales, me sacas de mi rutina por eso te quiero, porque me descolocas,porque me sacas de mi espacio de confort»
Tuve la suerte de conocer un hombre así. Con quién me casé. Con quien tuve un hijo. Con quien fuí desgraciada por no haber sabido descubrir lo que he escrito más arriba. Que nunca le dije. Pero que al leer tu poema he descubierto. Del que a pesar de divorciarme y volverme a casar etc nunca me separé en el espacio. Vivimos en la misma casa, aunque en diferentes viviendas, hasta su muerte. Nadie lo entiende. Ni siquiera yo hasta ahora. Era porque nos seguíamos queriendo a pesar de la realidad que yo me habia creado de no poder vivir con él, no supe dejar de ser yo cuando tuve la inmensa suerte de haberlo podido intentar. Suena absurdo?
Niña, a cada cual, mejor…