Habrá un día en el que todos
nosotros seremos fieles
a aquellos gratos papeles
hijos de tantos apodos.
Habrá un día, quizá ausente,
en que al fin abandonemos
el aparato que en memos
convierte al mirón y oyente.
Habrá, y nos daremos cuenta
del tanto tiempo perdido
frente al visor y el gemido
de esa maldita herramienta.
Habrá, y diremos… “¡Qué hecho!
¿Por qué dejé la lectura
de lado, como basura,
en favor de ese desecho?”