Tomaré de tus manos la fría primavera
convertida en un vasto terreno desflorado,
y la culpa daremos al hado despiadado
por volver horroroso lo que precioso fuera.
convertida en un vasto terreno desflorado,
y la culpa daremos al hado despiadado
por volver horroroso lo que precioso fuera.
Tomaré luego triste lugar a tu ribera,
recordando lo hermosa que fuiste en el pasado
cuando aún pocos años habíamos andado
por la tierra y el sol, ¡quién ora los tuviera!
recordando lo hermosa que fuiste en el pasado
cuando aún pocos años habíamos andado
por la tierra y el sol, ¡quién ora los tuviera!
Al presente cambiamos, razón de la vejez,
que en arrugas convierte la más venusta tez
acercando implacable el final a la razón.
que en arrugas convierte la más venusta tez
acercando implacable el final a la razón.
Mas yo siempre diré, habiendo lucidez,
un pedazo de vida, una poca avidez,
que jamás dejaré de darte mi pasión.
un pedazo de vida, una poca avidez,
que jamás dejaré de darte mi pasión.
Pues sigues siendo hermosa para mí
incluso en la mudanza mortecina,
ya que no importa el fin
mientras fielmente afina
la costumbre de amarte
sin más condicionante.
incluso en la mudanza mortecina,
ya que no importa el fin
mientras fielmente afina
la costumbre de amarte
sin más condicionante.
Gracias, Francisco. Lo cierto es que estos son mis primeros versos «alejandrinos». Me alegro de que te haya gustado.
Saludos cordiales.
Más que un intento de nada, es la consecución genial de un gran poeta