Carne desnuda, cuerpo de viento, coraje entre piernas de algodón. Frío en la niebla de los sudores y miedo a reventar los decibelios. Constante fricción de los sentidos encendidos bajo la luz ambarina de un dormitorio viejo. La juventud nace entre el pijama y profundiza en la sabiduría de la tierra.
Gelatina de cal y arena, con aliento a chocolate y vicio encerrado. Se atropellan las pieles entre arañazos cuando brazos y piernas refrigeran para esclavizarse. Corren los segundos cuando son minutos. Se van las esperanzas al infierno. Gimen y gruñen los apóstoles del sexo y se corren contemplando el rostro dislocado.
Un descanso, merecido, entre abrazos y confesiones. Duerme la tibieza entre los muslos femeninos, agotando la pureza de la rosa corola. Los sueños se desnudan ante los desnudos cuerpos, ya explotados y explotados. Bombas sin más cuerda que se nutren al ofrendarse un amor de papel y destino.