En los artículos anteriores, repasamos los pasos teóricos para elaborar un soneto, ilustrándolo después con un caso práctico. Tras unos días de meditación y aportaciones, aquí os muestro el resultado final.
Texto en prosa
“Caminaba en la noche oscura y distante, como un vagabundo más. A lo lejos una luz blanca tomaba forma de mujer. Me acerqué a ella dubitativo, creyendo haber visto un ángel, un misterio de fuego, una vida de plata que se escapaba de mí. Pero al doblar la esquina, ella desapareció, tan rápida como había surgido. Desde entonces vago a la misma hora en la misma calle, buscando un recuerdo.”
Ángel de madrugada
Andaba yo en la noche tan oscura
igual que un vil ladrón de madrugada,
mas a lo lejos vi una iluminada
raíz tomando femenina altura.
igual que un vil ladrón de madrugada,
mas a lo lejos vi una iluminada
raíz tomando femenina altura.
Me aproximé al lugar con mi locura,
sutil zancada. Vida plateada,
angelito de dulce llamarada;
de mí ella se alejaba blanca y pura.
sutil zancada. Vida plateada,
angelito de dulce llamarada;
de mí ella se alejaba blanca y pura.
Hasta el alba la estuve persiguiendo,
y ya no estaba, ¡desapareció!
Rápida como vino, se marchó.
y ya no estaba, ¡desapareció!
Rápida como vino, se marchó.
En el mismo lugar y hora corriendo
voy siempre por los mismos callejones
condenado a buscar mis ilusiones.
voy siempre por los mismos callejones
condenado a buscar mis ilusiones.
Conclusión
La elaboración de un soneto no es difícil siguiendo unos pasos primordiales. En primer lugar, la redacción de un pequeño texto a versificar; después una abultada recopilación de palabras claves, sinónimos y metáforas, y finalmente, la división paulatina del texto en catorce líneas para componer así versos de once sílabas con rima consonante.
Como siempre, la práctica y la buena voluntad es vital para concluir este ejercicio lírico. Un poco de esfuerzo y las ideas claras posibilitarán que cualquiera pueda escribir un soneto.
En definitiva, no digo más: ¡manos a la obra!