Abr162015
Archivo de la categoría: Relatos
Dic92014
Ajedrez
Jun192014
La línea infinita
May132014
Tu figura
Continuamente veía tu figura paseándose de un lado a otro de la oficina. Tu presencia me causaba temor y sobresalto, la insinuación de tu perfil me turbaba. De vez en cuando, escuchaba tu tierna sonrisa derramarse en la atmósfera del recinto, donde ni un sinfín de timbres telefónicos o gritos a subordinados podía sofocar el sonido de tu melodía. En esos momentos, yo cerraba los ojos, me enclaustraba dentro de tu voz y me dejaba llevar al filo de la utopía, al acecho de tu sonrisa. Luego abría los ojos, intentando encontrarte al otro lado de mi mesa o en el recodo del pasillo. Aquel pantalón tan ceñido de color crema, aquella camiseta negra que caía holgadamente sobre tus pechos y aquel cabello recién lavado que olía a champú impidieron que durante toda la jornada pudiese teclear algo productivo en el ordenador.
Sin embargo, fue más fecundo que todo un año: escribí diez sonetos, lloré un millar de lágrimas y me percaté de que seguía locamente enamorado de ti.
Dic102013
La mirada huidiza
Ausencia inverosímil.
Sigues con el juego por un tiempo. Es divertido, agradable, ardiente, las miradas que se encuentran y se deshacen como espigas de trigo. Un brillo en el fondo del iris acomplejado por la explosión de una supernova. Sentimientos cercanos como dos electrones que buscan el núcleo del átomo.
Vacilas en levantarte o no hacerlo. Aguardas que ella haga un movimiento de consentimiento. La filigrana de la voluntad resplandece un instante y te parece que ella mueve la mano hacia ti, señalándote o dándote la bienvenida. Pero no lo sabes. Y tampoco te atreves a preguntárselo.
Es entonces cuando oyes un paso detrás de ti. Giras levemente la cabeza y ves a un hombre desconocido que te sobrepasa y avanza con decisión hacia la chica de la mirada juguetona y dice algo al llegar a la mesa y ella le observa con los mismos ojos con los que te había observado a ti.
Si es que, claro está, en algún momento llegó a observarte.
Mar262013
Pensamiento
A veces un pensamiento surge en mi mente con la forma de tu rostro.
Mar72013
Una mañana de agosto
En aquella bochornosa mañana de agosto, me encontraba en un tren casi vacío. El silencio y el hastío cargaban el ambiente del transporte público, construido para trasladar a los desafortunados obreros hasta su puesto de trabajo, donde venderían su tiempo a cambio de dinero sabiendo que en un futuro cercano comprarían tiempo a cambio de su dinero.
Pero lejos de este síntoma de revolución, me invadía el tedio y el sueño, la apatía y el sinsabor, insufribles sentimientos acrecentados por la perspectiva de aquel largo trayecto. Aquellos repartidores que solían despachar periódicos gratuitos a la entrada de la estación ferroviaria disfrutaban de unas merecidas vacaciones. A mí me privaban de la delicia de leer un diario manipulado, falaz y sensacionalista que pudiese, al menos, entretenerme durante el largo viaje.
El resto de los pasajeros del tren, sin embargo, había optado por diversas formas de solaz para matar el tiempo. Muchos se regodeaban con su móvil de última generación que en pocos días quedaría obsoleto, fuera de la moda preestablecida. Otros disfrutaban atontados con la mirada clavada en la pantalla de su novísimo iPad. Algunos se concentraban en las teclas de su Nintendo 3DS, manejando los movimientos de un diminuto muñeco tan vacío de alma como de corazón. Todos se creían felices, con un cerebro tan moderno como el microprocesador de una computadora; quizá no tan veloz, pero sí tan pequeño.
Mientras tanto, en mi mente se aglutinaban músicas tan dispares como el hip-hop y el heavy metal, acompañadas por las alarmas de los teléfonos celulares. Aquel entorno insufrible de tecnología y vana prepotencia me sobrecogía, como un puño cerrado sobre el cuello de mi memoria, apretando lento y malvado los pensamientos de un inconformismo moribundo.
Pero entonces, me percaté de que sobre tal muchedumbre de robóticos deseos, aún había personas, escasas, pero las había, que se conformaban con la literatura. Una mujer de mediana edad y un joven de aspecto rebelde leían ávidamente una novela, sumidos en el arte, ajenos a la indigestión tecnológica del entorno. A mí me empachaban de esperanza.
El trayecto prosiguió, pero ahora con una atmósfera más amena y delicada, como si los versos de un poeta se respirasen en el aire. Giré la cabeza hacia la derecha y me topé con una compañera de asiento en la que no había reparado antes.
Como siempre, lo más bonito estaba más cerca de lo que había pensado.
Ella tenía un librito entre las manos, acogido como un tesoro. Conseguí deslizar la atención hacia las palabras que en él se imprimían y mi corazón se sobresaltó de emoción. Las rimas del mismísimo Gustavo Adolfo Bécquer estaban siendo leídas por aquella hermosa chica. Su pupila era azul y, al mirarla, recordé el trémulo fulgor de los rayos de la luna.
El tren se detuvo entonces, sobresaltándome. Giré los ojos hacia la ventanilla del vagón. Aquél era mi destino.
La miré otra vez, a ella. Quería decirla que era preciosa, invitarla a salir, a cenar y recogerla después entre mis brazos. Pero el tren iba a reemprender la marcha de un momento a otro. Tenía que elegir entre perder mi empleo o perder el amor de mi vida. Finalmente opté por la más racional y estúpido.
No la he vuelto a ver.
Publicado en la Revista Boulevard, por Iraultza Askerria
Ene12013
Feliz año nuevo
La televisión se deshacía en gritos, difundiendo el comienzo de las campanas. Las agujas del reloj se deslizaban por los segundos con mayor lentitud que de costumbre. Al mismo tiempo, mis familiares, reunidos alrededor de la mesa rotunda del salón, engullían rítmicamente las exquisitas uvas.
Allí estaban mis abuelos, allá mis tíos, por ahí mis hermanas y mis primos y por acá mis padres. El champán había fluido anteriormente entre las copas de cristal, pero los recipientes volvían a estar colmados del preciado líquido a la espera de brindar por la muerte de un año anciano.
Por fin, llegó el esperado momento. El reloj tañó las doce de la noche.
—Feliz año 2013 —grité con mi jubiloso optimismo, tan empalagoso como el embriagador champán—. Feliz año a todo el mundo.
Ahora, como en años pretéritos, debía acontecer el intercambio de besos y abrazos, las felicitaciones particulares entre los miembros de la familia, algún deseo público sobre el futuro inmediato como salir de la crisis y, sobre todo, un brindis comunitario que culminaría en una estruendosa felicitación.
Sin embargo, esta pauta que la familia había seguido durante años, no se repitió en esta ocasión. De hecho, a mí eufórica celebración sólo siguió algún tímido agradecimiento por parte de mis abuelos, ya de voz cansada y afónica; pero nada dijeron mis tíos, mis primos o mis hermanas. Otros años fueron los más cariñosos y joviales, pero este 2013 era diferente.
Estaban todos consumidos en la ceguera de su teléfono móvil, felicitando a amigos y conocidos mediante el odioso WhatsApp y olvidándose de los familiares que les habían dado la vida. Enfrascados en un ambiente virtualizado por la moda no se percataban de la realidad sincera y recíproca que les brindaba la naturaleza.
De esta forma, mis propios deudores, antaño tiernos y dulces, se habían convertido en meras máquinas succionadas por la tecnología más trivial, más pendientes del morbo de la red que de la cercanía familiar. En aquel momento sentí vergüenza, no sólo de mis allegados, sino también de mí mismo y de la propia humanidad.
Así no íbamos a salir de la crisis. Ni ese año ni ningún otro.
Dic282012
Un universo entero
Tu sonrisa se delineó como un sosegado mar abierto en toda su plenitud. Tu nácar alumbró el camino de un corazón enamorado. Tus mejillas tomaron la forma de un edén al alcance de mi corazón.
Me di cuenta de que en tus hoyuelos cabía un universo entero.
Dic152012
Tu nombre
A veces pronuncio tu nombre en la oscuridad de la noche. Otras, lo maldigo.